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El Triángulo del Norte y los migrantes centroamericanos

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Hace algunos días en una gira de trabajo por el Estado de Chiapas, el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, demando a los gobiernos de los Estados Unidos y Canadá Invertir en Centroamérica para frenar los flujos migratorios hacia el norte del continente, estos tres países si son  “El triángulo del Norte”

Al intentar describir lo complejo del problema, López Obrador hizo hincapié en la necesidad de buscar cooperación para el desarrollo de la región, aduciendo que la única manera de frenar la migración es regresar al campo a las personas nacidas en los países centroamericanos y el sureste mexicano.

Este mensaje lo lanza en un tono de desesperanza, pues pese a la lucha diaria que realizan los mexicanos por contener las olas migrantes, estas no cesan y claro está, que ninguno de sus pares a los que hace mención, ni el mismo, tienen una política clara para coadyuvar al desarrollo de Centroamérica, más que la política de garrote. 

Ni la pandemia, ni los vejámenes sufridos a manos de autoridades fronterizas, policías estatales, bandas de coyotes u otras, ha podido detener las olas de migrantes centroamericanos que huyen diariamente de la miseria, el abandono del estado, la inseguridad o todas juntas. 

La tragedia migrante, la enfrentan anualmente miles de niños, jóvenes y adultos que emprenden la desventura de su vida, con una mochila al hombro, armada únicamente con valor e ilusiones.  Una mochila rota, por donde se van cayendo todas las expectativas a lo largo que se avanza, en un camino, que se sabe dónde inicia, pero no se sabe dónde ni como acaba.  

Debe ser motivo de ardua critica, por no decir vergüenza, en todos los sectores de una sociedad, que los connacionales, que salieron expulsados por un sistema reproductor de pobreza y miseria, sean a la fecha el principal soporte de la misma economía que les empujo a la ruleta rusa de la aventura migrante. 

Paradójicamente, el sistema bancario que seguramente negó el crédito al campesino, al obrero, al comerciante que tuvo que migrar, es uno de los grandes beneficiados de las remesas que ingresan a los países, tan solo con el diferencial de cambio de dólar a moneda local, más los costos que inmoralmente los banqueros asocian a la transacción. Hablamos de una actividad rentable, pero moralmente cuestionable.

Bien por el mensaje del presidente mexicano a sus pares de Canadá y EEUU, sin embargo, no se trata solamente de recursos, se trata de hacer cirugía mayor a un sistema que beneficia a los pocos, a costa de los muchos. 

Ojalá en los próximos meses podamos ver una visión más integral de la problemática por parte del “Triangulo del Norte”, México, EEUU y Canadá, que estando tan cerca, nos mantienen tan lejos de su interés y de su conciencia. 

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