Libertad encadenada
Ventana Cultural
“La libertad no es digna de tener si no incluye la libertad de cometer errores”. Mahatma Ghandi
Hace poco escuchaba una plática entre un grupo de personas. Me pareció muy interesante el tema que tocaron, hablaba sobre la libertad. Libertad, me quedé pensando, y mi mente se me fue al mundo antiguo, recorrí en el tiempo sobre todas las corrientes del pensamiento.
Dice Nietzsche en su libro el viajero y su sombra que la libertad, específicamente, el libre albedrío, comenta que cada uno se siente libre allá donde es más fuerte su sentimiento de vivir, es decir, involuntariamente, el idividuo cree que el elemento de su libertad radica en aquello que le hace fuerte, en lo que anima su vida. Advierte, a su vez, que el hombre expresa: “mientras no se sienta dependiente de algo, se creerá independiente”, y, más adelante se pregunta: “¿y si la verdad fuese lo contrario, es decir, si viviera siempre en una dependencia múltiple y se considerase libre porque la fuerza, de la costumbre le hubiese hecho no sentir el peso de las cadenas? Sólo nuevas cadenas le vuelven a hacer sufrir. La expresión «libre albedrío» no quiere decir realmente otra cosa que el hecho de no sentir nuevas cadenas”. Por citar a uno de ellos.
Bien dicen que mi libertad termina donde empieza la tuya. Somos libres porque así nacimos, pero la libertad tiene sus límites que no se deben transgredir, al hacerlo, se cae en un libertinaje. La libertad, dicen otros estudiosos, es la obediencia a las leyes de la naturaleza y del cosmos. Leyes que rigen nuestras vidas aunque no las sintamos ni veamos, pero que existen.
Hace dos siglos atrás, un grupo de gente firmó el acta de independencia, regidos por Gabino Gainza, bajo la presión del Plan de Iguala manifestado en México por Agustín Iturbide. Proclamaron una tierra soberana e independiente, libre del yugo español. Mas, es una libertad efímera, porque de nada sirve proclamarnos independientes, cuando dependemos de otra potencia para subsistir. Por supuesto, cabe destacar que hay dependencias sanas y dependencias insanas.
Pero ¿Qué es la libertad? Es una de las tantas preguntas que, como filósofos nos hacemos. ¿Me considero libre o esclavo de las circunstancias? ¿Qué me impide ser libre? ¿Puedo expresar todo lo que siento y pienso? Todas estas preguntas nos muestran un estado de nosotros mismos si realmente somos independientes.
La independencia y la libertad, como se dijo antes, no es hacer lo que uno quiere. La libertad va más allá de ello, es un estado interior de cumplir con las metas establecidas, construir tu vida, prestar atención a tus pensamientos, palabras y acciones.
Más ¿Qué libertad es la que queremos recordar? ¿nuestra libertad personal o la que nos han vendido como la independencia? Aunque, si a mi me preguntaran y por mí fuera, escogería la libertad personal. Porque no no puedo desear la libertad de mis semejantes si yo no soy libre también.
Seremos realmente libres cuando dejemos de lado rencores absurdos, apegos, resentimientos, obsesiones. Podemos enojarnos, pero no dañar a nadie con nuestro enojo, mucho menos a nosotros mismos, podemos asustarnos pero no caer en la irracionalidad del miedo, podemos hacer muchas cosas que nos definen como seres humanos, pero depende de nosotros que esas acciones sean ese peldaño que subimos para ser cada vez mejores.
Nos podemos llamar realmente libres, cuando sabemos que hemos cometido un error y lo hemos enmendado, cuando hemos superado nuestros miedos y limitaciones, cuando hemos aprendido lecciones valiosas de la experiencia misma. Cuando al fin, nos damos cuenta que somos humanos, imperfectos pero con capacidad de perfeccionarnos.
“La libertad no es más que la oportunidad de ser mejor”. Albert Camus

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