La ilusión de la democracia
Sueños…
Luego de muchos años de pobreza y desesperanza, Guatemala no pierde la ilusión de construir una sociedad democrática, que permita avanzar hacia el final de su triste historia oscura de estar en los listados en donde aparece como uno de los países con mayor desnutrición, pobreza, analfabetismo, discriminación racial, asesinato de mujeres, migraciones masivas y mortalidad infantil. En medio de tantos fracasos y traiciones, de izquierda y derecha, la solución solamente puede pasar en la construcción colectiva de una nueva república.
El pueblo, conformado por sus cerca de 25 naciones, tiene que tomar en sus manos la dirección de las instituciones públicas, ya que su deber imperioso es hacerse dueño de su propio destino. El poder tiene que ser disputado en forma abierta, honesta y clara en elecciones libres, participativas y sin violencia. La sociedad tiene que garantizar la búsqueda de los objetivos que doten, por primera vez, a Guatemala de una dirección estratégica encaminada a convertir a este país en uno de los países más desarrollados de América.
Ya no basta, sin embargo, en construir partidos que al ganar coyunturalmente unas elecciones se limiten a tomar posesión de los puestos del gobierno, y que terminen por utilizar este poder para sus propios fines. Hay que reconstruir la república orientados por la claridad de que los gobiernos tienen que responder a los grandes objetivos del pueblo y sus naciones. Primero, la búsqueda de la equidad en el acceso igual para todos de educación de calidad -en primaria y secundaria-, acceso universal a salud de calidad, oportunidades de empleo con salarios iguales a los empleados públicos; segundo, la protección de la riqueza ambiental, la biodiversidad, los bosques, ríos y mares de la república; tercero, el fortalecimiento de la democracia, eliminando privilegios y combatiendo fuertemente la corrupción, generando la independencia de los poderes del Estado; y cuarto, creando mecanismos que eliminen los monopolios -de industrias, de la tierra y del Estado-, se tiene que promover y crear mecanismos de competencia entre pequeñas y medianas empresas.
El poder estatal centralizado, con sus órganos omnipotentes basados en la fuerza militar, tienen que desaparecer. Los países del sur de Centroamérica han puesto la primera piedra al eliminar constitucionalmente los ejércitos y utilizar esos recursos para financiar la educación y la ciencia. Hay que volver a los principios de la revolución capitalista francesa. Y fortalecer la lucha en contra de los resabios del feudalismo.
El Estado moderno, la república necesita que la sociedad funcione con un gobierno que responda a los intereses de todas las naciones y grupos sociales que integran la república. Los privilegios de religiones, grupos armados, grupos profesionales, sindicatos y cámaras empresariales tienen que terminar. Todos los ciudadanos tienen que tener derechos y obligaciones ante el Estado, es decir, ante la sociedad y la naturaleza.
Las contradicciones y rezagos actuales son el resultado de dos siglos de gobiernos sin rumbo, orientados a mantener los privilegios de grupos de poder feudales herederos de la colonia. Convirtiéndose en terratenientes vividores de la mano de obra barata y mantenida en la ignorancia, así como de grupos corporativos, vividores de enormes deudas nacionales y de impuestos sobre los consumidores y asalariados. Creando grupos de aliados del feudalismo semicolonial que cada cierto período buscan los cargos públicos como fuente de ingresos altos sin rendimiento para la república, ni rendición de cuentas ante la población.
Sociedades de este tipo quedan rezagadas del cambio tecnológico, político y social promovido por los mercados capitalistas desarrollados y se convierten en parásitos del sistema capitalista internacional.
Hoy 200 años después del acta de consulta sobre sí era el momento o no de la independencia. Es evidente que el hecho de la separación de España fue importante, pero fue insuficiente. Estos países del sur del río Bravo no estaban preparados para crear Estado independientes. La independencia fue un hecho que apareció ante sus ojos y les parecía un trueno que no podía dejarlos paralizados. Se inició la creación de constituciones sin fundamento ideológico liberal y menos democrático. Algunas de las nuevas “naciones”, incluso empeoraron la situación de los indígenas, negros y mestizos. Las élites locales, antiguos administradores de los derechos del reino se convirtieron en los nuevos amos, y crearon naciones a su imagen y semejanza, es decir, Estados “independientes” feudales. Ya no eran los intermediarios de los explotadores, eran los nuevos explotadores.
En algunos lugares, incluso las empeoró cuando fueron las élites locales las que se convirtieron en los nuevos amos explotadores. Pero fueron momentos necesarios. Hoy les toca a las nuevas generaciones generar un nuevo proyecto: democrático, defensor de la naturaleza e inclusivo.
El mundo nos presenta grandes retos. Nos amenaza en forma real el calentamiento global, está subiendo el nivel del mar, los métodos modernos de información y comunicaciones despierta a millones de personas para participar en las movilizaciones por demandas concretas, aumenta la participación ciudadana, las concentraciones urbanas necesitan energías limpias y renovables, para preservar la vida es necesario que la naturaleza sea primero. Y la ilusión de reconstruir las sociedades con respeto del resto de especies de la naturaleza.

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