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Mayas antes del arribo de Colón: guerra, esclavitud y sacrificios

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El 12 de octubre del año 1492 el navegante Cristóbal Colón arribó a tierra que él creía que era parte de Asia; pero era parte de un nuevo continente.

Antes de aquel arribo, regiones del Sur de México y del Norte de Centroamérica eran habitadas por pueblos llamados mayas, cuya cultura se originó, a partir del año 2600 antes de la Era Cristiana, en varias culturas que surgieron en el territorio denominado Mesoamérica, entre la parte central de México y la parte Norte de Centroamérica. Quizá la cultura olmeca fue la más influyente. En el año 250 aproximadamente, de la Era Cristiana, la cultura maya había logrado ya una prodigiosa plenitud. 

Los mayas fueron matemáticos, astrónomos, autores de un preciso calendario; creadores de una notable escritura denominada logosilábica o logográfica; artistas de la cerámica y arquitectos constructores de monumentales obras piramidales. Empero, también fueron fieros guerreros ansiosos de siervos y esclavos, y cruentos artífices de pavorosos sacrificios humanos. 

Las sociedades mayas no eran pacifistas. Eran guerreras. La guerra fue inherente a la rivalidad entre ciudades mayas; y redujo la población y deprimió la actividad económica. Hasta hubo guerra total entre reinos mayas, es decir, las ciudades eran destruidas completamente. Es probable que esa guerra total haya contribuido a la extinción de la civilización maya, tanto como un presunto cambio de clima, o un presunto agotamiento de la fertilidad del suelo, que redujo la producción agrícola. 

Afirma Takeshi Inomata, arqueólogo estudioso de las sociedades mayas, de la Universidad de Arizona: “Hay una creciente comprensión de que hubo guerras destructoras durante el período clásico.” Y el paleoclimatólogo e investigador geológico David Wahl afirma: “Incendiar ciudades parece haber sido una táctica común, mucho tiempo antes de lo que anteriormente se creía.” 

La imagen de mayas dedicados únicamente a obrar complejos cálculos matemáticos; a observar los astros y registrar sus movimientos y posiciones, y elaborar un cósmico calendario; y a diseñar magníficos templos piramidales, es producto de licenciosas fantasías o de gratas ficciones. Los hechos invitan a imaginar que los mayas se dedicaban también a fabricar armas, prepararse para la guerra, atacar reinos rivales e incendiar ciudades enemigas

Las sociedades mayas no eran solo guerreras. También eran esclavistas. Los nobles y los plebeyos podían tener esclavos; y precisamente había un activo comercio de esclavos en la región mesoamericana, es decir, la región habitada por los mayas. Podía ser esclavizado quien cometiera un delito, quien no pagara una deuda, quien fuera prisionero de guerra, o quien fuera pobre y optara por venderse él mismo o por vender a miembros de su familia. Los niños huérfanos podían ser esclavizados. 

En la guerra, la población del reino derrotado podía ser sometida a la esclavitud. Y los mayas se esforzaban, no precisamente por matar a sus enemigos, sino por capturarlos vivos y destinarlos a la esclavitud o al sacrificio. Y si, en un combate, un maya había tenido que matar, entonces cortaba la cabeza de la víctima y la exhibía.

Las sociedades mayas eran guerreras y esclavistas; pero también consumaban espantosos sacrificios humanos, dedicados a una divinidad, a un gobernante o a un nuevo templo. Podía ser sacrificado un prisionero, preferentemente aquel que, en su reino, tenía un importante estatus social, militar o religioso.

Las modalidades predilectas de sacrificio eran la decapitación y la extracción del corazón de un viviente ser humano. El corazón podía ser extraído en la cúspide de una pirámide que era templo, y era entregado a un sacerdote, que untaba con sangre la imagen de la divinidad a la cual estaba dedicado el sacrificio. Luego, el cuerpo del sacrificado era arrojado a la escalera de la pirámide, y desollado. 

Una modalidad adicional de sacrificio consistía en arrojar vivos, en el agua de un cenote, a seres humanos. La mayoría de los sacrificados eran jóvenes o niños. Previamente podían ser desollados o mutilados. El arqueólogo Guillermo de Anda, de la Universidad de Yucatán, encontró huesos de 127 seres humanos en el fondo de un cenote de Chichén Itzá, sitio arqueológico de la península de Yucatán. Por lo menos 80% habían sido niños que tenían entre tres y once años de edad. Guillermo de Anda declaró que los niños solían ser arrojados vivos en el cenote para complacer a Chaac, dios maya de la lluvia.

Y había motivos suficientes para sacrificar seres humanos; por ejemplo, el deber de agradar a los dioses o la intención de obtener un beneficio de ellos; el privilegio de tener la oportunidad de ganar una vida mejor en el ultramundo; y el castigo por infringir la norma humana o la norma divina.  

En las sociedades mayas había principalmente cuatro clases sociales: nobles, plebeyos, siervos y esclavos. El estatus de nobleza y la ocupación propia del noble se heredaban. Y solo un noble podía ejercer funciones gubernamentales, recaudar tributos, dirigir fuerzas militares, ser sacerdote, administrar recursos agrícolas y cumplir misiones comerciales. Los plebeyos podían ser agricultores, comerciantes, artesanos y sirvientes. 

In summa, las sociedades mayas no solo eran sociedades de matemáticos, astrónomos y arquitectos. Eran también sociedades de amos y esclavos, y de señores y siervos, y de sacerdotes dictatoriales y de obedientes creyentes. Eran sociedades ansiosas de conquista y de posesión de poder imperial, y dispuestas a la completa destrucción de la sociedad enemiga. 

Post scriptum. El antropólogo David Webster, en su ensayo “The Uses and Abuses of the Ancient Maya”, o “Los Usos y Abusos de los Antiguos Mayas”, afirma: “…No creo que los mayas fueran tan maravillosos como a muchos les gustaría creer.” Él afirma no tener, de los mayas, la “numerosa, exótica, consumada y romántica imagen que la arqueología frecuentemente brinda y que el público admite con entusiasmo.”

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