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Degeneración de la revolución del 20 de octubre

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El 1 de julio del año 1944 renunció el presidente Jorge Ubico Castañeda. Grupos de ciudadanos habían protestado contra su gobierno, al que acusaban de dictatorial; y varios ciudadanos, incluidos amigos de él y personas en cuya lealtad confiaba, le habían solicitado renunciar. 

Ubico Castañeda había instituido un régimen eficiente de seguridad pública. Había sido un extraordinario constructor de caminos y carreteras. Y era un gobernante honrado. Empero, durante trece años de ejercer la Presidencia de la República había restringido la libertad de asociación y con ella, la libertad de fundar partidos políticos y de opinar públicamente. Y la Constitución Política había sido reformada para prorrogar su período presidencial y gobernar hasta el 15 de marzo del año 1949.

Ubico Castañeda fue sustituido por un triunvirato compuesto por los militares Buenaventura Pineda, Juan Federico Ponce Vaides y Eduardo Villagrán Ariza. Pudo haberlos designado el mismo Ubico Castañeda, o el Estado Mayor Presidencial. En cualquier caso, se prescindió de los designados a la Presidencia de la República. El 3 de julio de aquel mismo año la asamblea legislativa, presuntamente coaccionada por fuerzas militares y por cadetes de la Escuela Politécnica, designó Presidente de la República a Ponce Vaides. El 11 de julio Ponce Vaides convocó a elecciones generales. Y él mismo se proponía ser candidato presidencial.

Pronto Ponce Vaides suministró indicios de que no era el gobernante esperado, luego de la renuncia de Ubico Castañeda y de la disolución del efímero triunvirato que lo sustituyó. No era el gobernante esperado, es decir, aquel que actuaría para brindar la libertad que los ciudadanos demandaban, principalmente para fundar partidos políticos, expresar públicamente su opinión sobre asuntos políticos, y competir en las anunciadas elecciones generales. 

Ponce Vaides, por ejemplo, suprimió el periódico El Diario de Guatemala, del partido que proponía la candidatura de Adrián Recinos; y el periódico El Libertador, que proponía la candidatura de Juan José Arévalo. Y con el fin de intimidar a los candidatos presidenciales con quienes debía competir, acudió a masas de campesinos indígenas dotados de garrotes, a quienes prometía adjudicarles las tierras de las cuales habían sido despojados los alemanes durante la llamada segunda guerra mundial. Y fue asesinado Alejandro Córdova, director del periódico El Imparcial, intrépido crítico del gobierno de Ponce Vaides. 

Ocurrió una creciente reacción hostil de los ciudadanos; y algunos militares, aliados con algunos ciudadanos civiles, se propusieron destituir a Ponce Vaides, u obligarlo a renunciar. El 18 de octubre hubo una desafiante huelga de maestros y estudiantes universitarios. El 19 de octubre, militares que ya habían organizado una rebelión contra Ponce Vaides, decidieron actuar inmediatamente. 

La rebelión se consumó el 20 de octubre del año 1944. Ponce Vaides y los militares que habían intentado defenderlo se rindieron. Los militares rebeldes, desde la sede de la embajada de los Estados Unidos de América, exigieron la renuncia oficial de Ponce Vaides, quien finalmente renunció; y se convino en los términos de rendición. 

Ponce Vaides fue sustituido por un triunvirato compuesto por los militares Jacobo Árbenz Guzmán y Francisco Javier Arana Castro, y el ciudadano civil Jorge Toriello Garrido. El triunvirato se autoproclamó Junta Revolucionaria de Gobierno; y el 28 de noviembre derogó “totalmente la Constitución de la República” y decretó diez “principios fundamentales”.

Esos principios declaraban la “efectiva separación” de los poderes del Estado. La abolición de la reelección presidencial y el derecho del pueblo a rebelarse contra quien intentara reelegirse. La vigencia de una nueva Constitución Política. La elección popular de autoridades municipales. La autonomía del poder judicial. El “reconocimiento constitucional de los partidos políticos de tendencia democrática”.  El “sufragio obligatorio y voto secreto del hombre alfabeto”. El “sufragio obligatorio y voto público del hombre analfabeto”. Y el “reconocimiento de la ciudadanía de la mujer preparada para ejercerla.”

Es mi opinión, mi mera opinión, que la revolución del 20 de octubre del año 1944 terminó el 11 de marzo del año 1945, cuando fue decretada la nueva Constitución Política. Ella fue el comienzo de la degeneración de la revolución, y por ello mismo, el final de la revolución. Efectivamente, esa constitución tenía una explícita tendencia socialista; pero la revolución no había sido revolución socialista. El espíritu de la revolución era libertad; pero el espíritu de la constitución era más poder del Estado y menos libertad del individuo.

La nueva constitución, por ejemplo, convertía al Estado en el rector de la economía nacional, con el fin de “asegurar” que el individuo fuera provechoso “para la colectividad.” Y se garantizaba el derecho de propiedad privada “como función social”. Y el Estado debía “procurar” que la tierra fuera “patrimonio nacional.”

La degeneración de la revolución fue proseguida por el gobierno de Juan José Arévalo y el gobierno de Jacobo Árbenz Guzmán. 

El gobierno de Arévalo Bermejo era gobierno de un presidente socialista; pero “espiritual”. Tan espiritual, que autorizó que guatemaltecos fueran sujeto de experimentos ejecutados por el gobierno de los Estados Unidos de América para investigar enfermedades venéreas. O tan espiritual que clausuró Radio Católica, de Huehuetenango, por difundir información presuntamente falsa que podía alterar el orden público. O tan espiritual que fue asesinado el futuro candidato presidencial, probable ganador, Francisco Javier Arana Castro. Y se impuso un despótico monopolio gubernamental de la seguridad social, y se eliminó la libertad del trabajador para celebrar contratos laborales. 

Empero, la revolución no había sido revolución para convertir a los guatemaltecos en animales experimentales; o para reprimir la libre expresión pública de opiniones; o para asesinar a futuros y probablemente ganadores candidatos presidenciales; o para crear servicios monopolísticos de seguridad social e imponer contratos laborales. Y no hubo “efectiva separación de los poderes del Estado.”

El gobierno de Árbenz Guzmán instituyó un régimen de expropiación de la tierra agrícola que, de hecho, era un régimen de confiscación de tierra privada. Y la asamblea legislativa, sometida al mandato de Árbenz Guzmán, destituía a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia que otorgaran amparo a quienes eran víctimas de la confiscación de tierra. Y los jefes policiales perseguían, torturaban y asesinaban a enemigos políticos. Empero, la revolución no había sido revolución para aniquilar el derecho de propiedad privada, corromper la administración oficial de justicia y sepultar a quienes lícitamente impugnaban la imposición del socialismo. Y no hubo “efectiva separación de los poderes del Estado.”

Post scriptum. La revolución duró solamente cinco meses: desde el 20 de octubre del año 1944 hasta el 11 de marzo del año 1945. Y no hubo un primer gobierno y un segundo gobierno de la revolución. Hubo una primera y una segunda degeneración de la revolución.

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