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El juego del calamar o la historia de Guatemala

Sueños…

El traslado de los costos de la crisis a la población mundial están agotando a los pueblos del mundo.

Como un fantasma espantoso, las noticias nos estremecen. Unicef anuncia el estado de calamidad de Guatemala debido al empeoramiento en la situación de seguridad nutricional y alimentaria en este del país[1]. Sin parar en sentimentalismos, el FMI, añade “…la incertidumbre se apodera de los mercados mientras el optimismo se desvanece”[2].

¿Cómo es posible que un país tan fértil?, con abundancia de tierras y recursos naturales sufra una pandemia especial. Los organismos internacionales se espantan de los datos de desnutrición tan alarmantes que abarca de este a oeste esa famélica nación. Unicef afirma que más de 300.000 hogares sufren el flagelo del hambre, con familias de hasta 6 y ocho miembros, uno de cada cinco guatemaltecos sufre desnutrición y hambre. Las pérdidas de las cosechas alcanzan más del 50% de las cosechas de maíz y alubias. ¿Cómo es posible que los grupos políticos, sindicales, funcionarios públicos, oligarquía terrateniente, etc., no se apiaden de sus compatriotas?

Cerca de 4 millones de personas viven con escasez de ingresos, la falta de recursos, la baja productividad agrícola, elevado desempleo, que junto con el incremento del precio de los combustibles y alimentos han contribuido a empeorar la situación. Será que 300 años como colonia y 200 años como capitalismo feudal nos acostumbró a vivir en la pobreza, en la indigencia, en el alcoholismo de los desheredados, en la indigencia. Los organismos internacionales, únicos destellos de consciencia en nuestra realidad advierten que aún no hemos conocido la verdadera miseria.

Que la miseria aún está por pasar frente a nuestras ventanas. Las clases medias acomodadas, intelectualizadas, derrapamos en una lucha estéril de izquierdas y derechas que no existen. Solo existen lo que viven cómodos cerca de los bancos, instituciones públicas, militares o académicas. Lo más que hacemos es generar sueños de delirio y pasión para diagnosticar los males, pero nos escondemos tras la retórica para no ver las soluciones reales de construir un país generoso, solidario, inclusivo, pluralista. En todo momento como a través de una persiana, oímos andar, ir y venir, hablar a la pobreza, la desnutrición, el analfabetismo la discriminación racial y no los escuchamos.

Qué podemos hacer por esas criaturas, humanos y la biodiversidad, nuestros hermanos en la Tierra, que agonizan lentamente, por siglos, sin que hagamos nada.

Además, ¿no es cuando la caída es más profunda que la fuerza de la inteligencia, la solidaridad, el amor tienen que ser mayores?

Mientras tanto, otros dos fantasmas se presentan ante nosotros, una pandemia larga y dolorosa y los riesgos de profundizar la inestabilidad del empleo, la producción y el comercio aparecen frente a nosotros. En forma increíble el Voldemort del sistema financiero está creciendo, la inflación. Los bancos centrales del mundo, el sistema financiero mundial está crujiendo por todas partes. El banco central del mundo, el FMI se estremece: “…el desvanecimiento del optimismo económico y la intensificación de las vulnerabilidades financieras hacen que sea el momento de calibrar minuciosamente las políticas”. Bancos centrales del mundo, ministerios de hacienda o finanzas del planeta, la fiesta está a punto de terminar. Las dos políticas “expansivas” muestran su verdadera esencia, el traslado de los costos de la crisis a la población mundial están agotando a los pueblos del mundo. “Durante año y medio, bancos centrales, ministerios de Hacienda e instituciones financieras internacionales han brindado en todo el mundo un apoyo sin precedentes al crecimiento económico, a través de sus políticas”. No se dejen engañar por esta frase. Sus políticas son endeudar al Estado, emitir dinero sin respaldo y financiar la concentración de la riqueza en financieros, exportadores/importadores, funcionarios públicos y políticos.

Amigos de las cábalas, los del FMI hablan de que la incertidumbre del sistema se intensifica por la persistencia de un virus imbatible. Proponen entonces prepararse para enfrentar las 3-C: 

COVID-19, las criptofinanzas y el cambio climático. Por medio de una metáfora nos dicen que el peligro de un final catastrófico es posible. El Covid sigue su proceso de acorralar al humano en sus pecados de extinguir especies de animales y plantas; las criptomonedas amenazan el monopolio de los bancos centrales y el poder de los gobiernos de endeuda a los pueblos en beneficios de las minorías mencionadas; y el cambio climático es el aviso de que nuestras tonteras tienen un límite, no se puede destruir la vida en la Tierra y aspirar a que el humano sobreviva.

La curiosidad por el saber no es ajena a la conmiseración por los pobres y las especies en peligro de extinción. Observemos, estudiemos el infortunio pero para socorrer a las víctimas. Abandonemos luchas fratricidas de locura. 

Podremos vivir en la pobreza, la sociedad en su conjunto. No es una mala conjetura. La pobreza puede ser noble y limpia, con perspectivas de mejora. Pero, los tugurios que nos rodean son abyectos, sucios, fétidos, infectos, tenebroso y sórdido. La pobreza abyecta rodeada de hambre y desnutrición es la cara de un fantasma. Ser patriota significa tener acuerdos para sacar a su país de esas listas y levantar el vuelo hacia una clasificación más decorosa.

Un país solidario se construye en el momento en que compartamos nuestra suerte con los compatriotas. Que los escritorios con sus plumas, tinta y papel, y computadoras, para estudio, negocios o profesiones no encuentren ante sí bribones repelentes. Sino humanos llenos de compasión y energía.


[1] https://www.unicef.es/noticia/desnutricion-en-guatemala

[2] https://blog-dialogoafondo.imf.org/?p=16395 

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Cristobal Pérez-Jerez

Economista, con maestría en política económica y relaciones internacionales. Académico de la Universidad Nacional de Costa Rica. Analista de problemas estratégicos, con una visión liberal democrática.

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