Vigencia de las ideas de Juan José Arévalo Bermejo

Antropos

Juan José Arévalo Bermejo, uno de los personajes más importes de la historia guatemalteca, nació el 10 de septiembre de 1904, en Taxisco, Santa Rosa y murió el 7 de octubre de 1990. De sus orígenes está su libro: MEMORIAS DE ALDEA. Es recordado porque promovió un movimiento educativo sin precedentes hasta hoy día, en la construcción de escuelas, en el fortalecimiento de la educación popular, hasta los ámbitos de la universidad. Se gradúo de Maestro de Educación Primaria, en la Escuela Normal Central para Varones, de donde se inspira para escribir el libro LA INQUIETUD NORMALISTA.

Ingresa a la Facultad de Derecho, pero al final se retira para optar por la docencia. Viaja por Europa, Cuba y México y logra ser becado para estudiar pedagogía en Argentina, en donde se gradúa de Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación. De estos años, está su libro: DE LA ARGENTINA QUE YO VIVI, así como su tesis doctoral: LA PEDAGOGIA DE LA PERSOALIDAD. Retorna a Guatemala en el período del general Jorge Ubico, una época de amenazas y de miedos. A raíz de estos hechos escribe su trabajo: LAS CUATRO RAICES DEL SERVILISMO y toma el camino del exilio voluntario de nuevo al país que lo acogió para estudiar.

Siendo profesor en una de las universidades argentinas, publica: LA FILOSOFIA DE LOS VALORES EN LA PEDAGOGIA y presenta la propuesta de la creación de un Instituto Pedagógico. Su nombre crece en prestigio académico, en tanto en Guatemala surge un movimiento social para derrocar la dictadura de los catorce años y ven en el nombre de Arévalo, un ideal para reconquistar la decencia y la honorabilidad del humillado, después que Guatemala ha sufrido la afrenta de setenta y cinco años de dictaduras, desde Rafael Carrera, Justo Rufino Barrios, Manuel Estrada Cabrera y Jorge Ubico, quien osaba decir: “yo no tengo amigos, sino enemigos domesticados”. Ante estas palabras soeces, Arévalo en uno de sus párrafos de Discursos en la Presidencia, sentenció: “La dictadura es la más cómoda de las formas de gobernar, no se necesita talento, cultura ni experiencia; basta con cerrar el puño del acial para hacer caminar a los gobernados en forma de rebaño sumiso”,precisamente porque en el marco de la dictadura, existía inmadurez política, deshonestidad administrativa, arcaicas estructuras sociales y pauperismo económico.

En uno de los párrafos de su discurso el 15 de marzo de 1945 en la toma de posesión dijo: “Vamos a agregar la justicia y la felicidad al orden, porque de nada sirve el orden a base de injusticia y humillación. Vamos a revalorar cívica y legalmente todos los hombres que habitan la República. Y lo vamos a lograr de común acuerdo, sin violencias, sin exigencias torpes, sin mezquindades ni usuras”. Esto, no sólo eran palabras de un discurso, sino que iban paralelas con su manera de actuar, porque su lucha fue por la depuración, sinceridad, energía y organización. Es en ese sentido que Fernando Berrocal afirma que “Arévalo no defraudó a la aplastante mayoría que lo llevó a la presidencia; por el contrario, fue el presidente honesto que supo cumplir a cabalidad con la palabra empeñada” y de esa suerte, fue el inspirador de la “revolución con libertad”.

Arévalo fue un presidente con orientación social y por ello se atrevió a proponer el Socialismo Espiritualista, que en sus palabras afirma: “No tenemos, dice en sus Escritos Políticos, simplemente un programa de gobierno, calculado para tres o cuatro presidentes sucesivos, sino que tenemos una propia doctrina filosófica, social y política que hemos llamado socialismo espiritualista, y que significa una verdadera innovación doctrinaria para nuestra América Latina, hasta ahora debatiéndose entre el conservatismo, el liberalismo y el marxismo”. Las fuentes de este pensamiento están en el justicialismo argentino, el aprismo peruano y los ideales de la juventud. Obvio que no se convierte en una doctrina, pero si en una aspiración que él llamo: “justa y necesaria de transformación social y cambio en las estructuras y valores de nuestra sociedad clasista”. O sea, se podría interpretar como una tendencia social con aspiraciones de construir un mejor futuro con igualdad y seguridad. “Mis ideas, dice, son las de un socialista democrático” Y nacen porque “el programa me lo sugerirá el pueblo guatemalteco que está todavía en la calle, en una revolución que corre peligro de perderse. Yo quiero ser portavoz de ese pueblo, su megáfono, su interprete. Las ideas del líder no deben imponerse: debe prevalecer una consulta a la masa con pie en las necesidades del momento histórico…líder es el que mira, estudia y aprende”. 

El socialismo espiritualista de Arévalo se fundamentó a partir de su preocupación de lograr despertar confianza de los ciudadanos en sus instituciones y, sobre todo, crear ciudadanía para el emprendimiento de la democracia. Ciertamente está bañado de influencias teóricas, enmarcadas en una época en la que se debatían el monopolio capitalista y el socialismo encabezado por la URSS.  Esto lo orientó a pensar en una tercera opción política y de ahí la importancia de insistir en la democracia y la educación. Obvio que esto al concretarlo en su  período de gobierno, sufrió veinticinco intentos de golpe de estado de los sectores conservadores del poder económico de Guatemala, sin embargo fue muy enfático al decir con un tono pleno de convicción  “En una palabra: vamos en línea recta con una transformación de la vida espiritual, cultural y económica de la República… porque, afirma, se trata de crear un clima democrático, devolver al pueblo la fe en sus instituciones y en sus hombres, convencerlo de su capacidad cívica y hacerlo vivir en la plenitud de su dignidad, es algo más valioso y más fecundo que levantar pirámides con sudor y sangre de esclavos”.

En otro apartado de sus Escritos Políticos, afirma: “Nuestra revolución, en una palabra, es una revolución llamada a lavar, a purificar, nuestro sistema de vida pública, para tranquilidad de todos y para el honor de Guatemala”. De ahí que se conceptúe esta manera de pensar en el sentido que el arevalismo es un esfuerzo por la liberación moral y económica, en tanto que, indica “nuestra liberación será de grupos y no liberación de individuos”. Para hacer efectivo estas palabras atendió la solución de problemas como la desnutrición y pauperismo económico.

Es en esta línea de ideas, qué en el Discurso Palabras al Pueblo, pronunciado el primero de septiembre de 1945, dijo: “Y después, meses después que hayamos puesto en marcha el Código de Trabajo, mientras se construyen en los departamentos los hospitales, los mercados y las escuelas, empezaremos la última etapa de la Revolución: la revolución cultural que consistirá en la difusión del alfabeto por todos los rincones de Guatemala. La cultura no es lo último. Pero no podemos acentuar nuestro trabajo espiritual mientras haya miseria en los hogares humildes”.

Pienso que la manera de concebir la educación y la democracia de Juan José Arévalo, lo condujo en su praxis política, a promover y hacer todos los esfuerzos para el logro de una mejor sociedad. De ahí que, entre aspectos relevantes, además del Código de Trabajo, la Ley de Escalafón del Magisterio, la creación del Instituto de Seguridad Social, el Banco de Guatemala, el Departamento de Fomento Cooperativo, la creación de la Facultad de Humanidades como reservorio de las ideas y formación de maestros. Destaca la reforma educativa que se centró, dice Mario Monteforte Toledo, “en despertar la conciencia de nacionalidad, el sentido de la dignidad y la libertad de aprovechamiento vocacional de las capacidades del individuo”.

En fin, el pensamiento acerca de la educación, la democracia y la política de Arévalo, agregamos el ejemplo de su vida, sobre todo las acciones que se llevaron a cabo en su período presidencial y el seguimiento que dio a las mismas el presidente Jacobo Arbenz, veremos que, como país, nos hace falta un nuevo remezón para articular una sociedad en la que exista ciudadanía política, económica, social, cultural, ambiental y una comprensión de las complejidades del mundo. Esa es entonces la importancia de estudiar estas ideas arevalistas para alimentar la construcción de un país profundamente multicultural en donde se privilegie la dignidad humana.

Arévalo fue por vocación, un educador. Más que un político, fue un filósofo de la educación que gobernó a Guatemala como su primer presidente, en la década de la revolución de 1944.

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