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COP26, parole, parole, parole

El encuentro para luchar contra el cambio climático, la Cop26 ha terminado en Glasgow. Como siempre los resultados reales del encuentro han quedado muy debajo de las expectativas.

La realidad es que la mayoría de personas que pueden influir en un cambio en el consumo, la producción, el intercambio mundial y el uso de recursos, viven en unas condiciones de vida tan cómodas, en que las datos apocalípticos sobre las cercanías del fin parecen muy lejanos y sin importancia.

Las capas empresariales y financieras, las burocracias estatales y los intelectuales, aunque críticos e informados no ven en su entorno un peligro real. Es la paradoja, los que comprenden los datos terribles del cambio climático son los que menos sufren su impacto negativo. Las masas de la población, por ejemplo, países de África, medio oriente y América que podrían verse afectados por el incremento de las desigualdades, el hacinamiento poblacional, la caída del precio de materias primas y combustibles fósiles, que tienen que afrontar olas de calor y sequías cada vez peores, están lejos de comprender las cifras que esconden la tragedia por venir. Los datos indican que ya se sufre la escasez de alimentos, lo cual provoca agitación social, que deriva en luchas de muchedumbres sin información ni norte, contra grupos armados y burocracias estatales que defienden privilegios.

Jorge Luis Borges lo anticipó. Los humanos somos capaces de derribar los bosques, aplastar las selvas, exterminar las condiciones de vida y condenar a la extinción a las especies en forma masiva. Hemos alcanzado el poder de derribar «una fraternidad de árboles venerables», y aparentamos pues creemos que nuestro bienestar, al causar dolor no importa. Decía Borges, a veces nosotros nos dolemos de males que a la naturaleza misma no le importan, ya que en algunos lugares aún existen bosques y selvas no explorados, los ríos aparecen en fotos y documentales como en su estado original, las verdes praderas y las colinas y las montañas continúan como en el primer día.

Vivimos en un limbo imaginario de perversidad. Creemos que con reuniones anuales y discursos de bondad podremos lograr un efecto de verdad. El gran poeta decía “…diciendo la verdad, nos duele que hayan talado esos hermosos árboles, pero a la naturaleza nada le importa. La naturaleza sabe que puede renovarlos y el río sigue corriendo.” Sin embargo, la verdad es otra, dañamos cada día el planeta. Y pareciera que este tiene que ser el curso natural del desarrollo. Todo planeta que albergue vida tiene que terminar igual. Al inicio la vida emerge de pequeñas células y proteínas, luego evoluciona y crea animales y vegetales. Para que al final uno de los animales alcance la suprema inteligencia, el poder de conocer y dominar la ciencia. Para hundir el planeta viviente en un mar de destrucción tecnológica y al explotar en forma racional los recursos de la naturaleza exterminarlos y destruir las condiciones de vida. Es decir, nunca se conocerá una inteligencia extraterrestre, pues donde esta surja finalizará autodestruyéndose y eliminando la vida en su totalidad.

Algunas agencias de seguridad de Estados Unidos confirman los riesgos futuros[1]. Algunos temas que generaran conflictos de envergadura son: uno, la consciencia de los problemas climáticos no reducirá, sino al contrario aumentarán las tensiones globales, pues al discutir sobre como acelerar las reducciones de emisiones de gases de efecto invernadero, se enfrentarán al dilema del prisionero, unos a otros tratarán de engañarse afirmando su compromiso de cumplir con las reducciones, cuando en realidad su objetivo es lograr ventajas sobre sus adversarios imperialistas. Dos, el cambio climático exacerbará los puntos de conflicto transfronterizos y amplificará la competencia estratégica hacia los polos. Tanto el Antártico como principalmente el Ártico se convertirán en centros de inversión para extraer recursos, con los confrontamientos militares por establecer las fronteras de poder en medio del epicentro del planeta, que ante la competencia elevará la destrucción de recursos, la extinción de plantas y animales, como parte de la racionalidad económica del ser humano, la imagen y semejanza de dios.

Tres, los países subdesarrollados tendrán nuevas fracturas y retrocesos. Por ser poblaciones sin mecanismos de competencia por la eficiencia y productividad, con bajos niveles de educación y nutrición, no podrán adaptarse al cambio. Sin olvidar que ya existen planes para contener su reproducción poblacional y destruir sus escasos logros en la construcción de Estados.

El fin del encuentro Cop26, sin pena ni gloria, es un indicativo de que los países líderes del mundo no tienen opción para cumplir los compromisos del “acuerdo de Paris-2015”. La aguda competencia por mantener zonas de influencia y de hegemonía, harán que las 8 potencias claves, sigan una línea de confrontación, que tiene que llevar a choques militares.

Mantener el compromiso de mantener el aumento promedio de la temperatura del mundo por debajo de los 2 grados Celsius en comparación con los niveles preindustriales, es una utopía, mientras el mundo tripolar aumenta sus tensiones. Aumentar la temperatura arriba de los 2 grados Celsius es un sueño. De no lograrse, el planeta experimentará, cada vez más, inundaciones, incendios y tormentas mortales, así como el colapso de ecosistemas.

En el informe de inteligencia estudiado se nombran 11 países como los más vulnerables. Guatemala y Haití son dos de ellos.

¡Goodby Glasgow! Como le diría Dalida a su exuberante Alain Delon: Parole, parole, parole…


[1] https://www.dni.gov/files/ODNI/documents/assessments/NIE_Climate_Change_and_National_Security.pdf

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Cristobal Pérez-Jerez

Economista, con maestría en política económica y relaciones internacionales. Académico de la Universidad Nacional de Costa Rica. Analista de problemas estratégicos, con una visión liberal democrática.

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