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Los sumisos

Teorema

En una conferencia convocada por la Cámara de la Libre Empresa a principios de marzo de 1985, siendo presidente del CIEN, expuse: “El Gobierno es causa y no solución de la pobreza y sus efectos en la sociedad”. Razoné que si estuviera en sus manos la potestad de resolver las penurias que causa la escasez lo habría hecho, pero nunca pudo lograrlo. La prensa estuvo de acuerdo y reprodujo aquel discurso apoyando lo expresado.  Hasta la fecha el problema subsiste, y su fracaso proviene de su esencia como gobierno, cuyas funciones legítimas están relacionadas con la seguridad y no con la economía. La prensa estuvo de acuerdo y reprodujo aquel discurso apoyando lo expresado.

Creo que fue esa la primera vez que alguien ponía el dedo en la llaga con tal afirmación. El tiempo me ha dado la razón. Han pasado más de 36 años y 12 presidencias de la República desde entonces, cuando gobernaba Mejía Víctores quien tuvo como sucesor a Cerezo Arévalo. Contrario a entenderlo y actuar en consecuencia, el gobierno de la DC aumentó el gasto público que, en vez de producir, sustrae recursos a la producción. Desde entonces, el Estado ha aumentado incesante su presupuesto, a pesar de ello la actividad empresarial se ha mantenido vigorosa, evitando que la pobreza del país se haya acentuado.

Los nacidos antes de 1980 somos responsables por nuestro presente.  Por lo bueno y por lo malo. Entre los logros está haber conseguido multiplicar el consumo de electricidad, la calidad de la vivienda y la alimentación de las personas. Se amplió en cerca de diez años el promedio de vida de la población. Conseguimos que la televisión, la internet y la telefonía estuvieran al alcance de todos. Logramos que los jóvenes del interior, en forma masiva, tuvieran acceso a estudios universitarios. La libertad de expresión ahora permite que la prensa y los blogueros insulten impunemente al mandatario. Alcanzamos una inclusión real, basada solo en conocimiento y experiencia de la mujer y del indígena en la actividad económica.

Pero somos responsables por haber elegido mal a los gobernantes. Debimos asegurar que los candidatos a cargos por elección llenaran condiciones de capacidad, idoneidad, preparación, honradez y que su honorabilidad fuera reconocida en su comunidad o agrupaciones. Que esos atributos en vez de ser la letra muerta que es hoy, fueran requisitos ineludibles. Evidencia tal fracaso que diez de los últimos doce presidentes hayan enriquecido al dejar el cargo, así como muchos de sus allegados. Debimos conseguir que prevaleciera un régimen de justicia en Guatemala y no perseveramos en conseguirlo. Tenemos culpas y méritos en la vida presente, pero el futuro ya no es cosa nuestra. Es responsabilidad, principalmente, de quienes nacieron poco antes y después de 1980. A ellos corresponde conservar y promover lo que salió bien, así como enmendar lo que está mal. A nosotros aconsejar, si es que nos lo permiten.

En el tema económico, pese a lo mucho que el gobierno estorba la actividad productiva, hemos salido razonablemente bien. Guatemala cuenta con una altísima calidad empresarial que además es numerosa. Principalmente entre los pequeños empresarios, como los de Almolonga, pequeña comunidad que produce para todos y exporta. Que tres de cada cuatro personas tengan actividades informales refleja la presencia de un número enorme de pequeños empresarios a quienes solo hace falta determinados recursos para crecer. El espíritu empresarial ya lo tienen. Los migrantes suelen ser exitosos en otros países y siguen siendo una esperanza para cuando regresen. Tenemos muy pocas empresas grandes, lo que se debe, quizá, a que están sobre reguladas. El gobierno castiga su crecimiento.

Las cifras oficiales y las internacionales (que se basan en las primeras) sobre pobreza y pobreza extrema, son cuestionables. Parecen no incluir las remesas cuyo elevado monto llega a más que un millón de familias en el área rural. Muchas personas nacidas en otros países se han instalado en Guatemala, fundaron aquí su familia y contribuyen poderosamente a la producción nacional o a nuestra formación cultural y académica.

También en el área política hemos conseguido importantes cambios que la historia reporta como hechos concretos y puntuales. Pero trae, como la espuma contaminada que flota sobre aguas limpias, interpretaciones que, sin mayor fundamento de veracidad, son aceptadas por muchos quienes creen en ellas. No se dan cuenta de que al hacerlo nos condenan a creer que formamos una ciudadanía indolente, apática, sin valores patrios e incapaz de fortalecer y honrar nuestra soberanía. Piensan que es la Embajada que está sobre La Reforma, quien ha conducido nuestra vida política por décadas. Son sumisos a esa tesis.

Es imposible negar la injerencia de Estados Unidos en nuestra Política Interna. Siempre tuvimos la opción de rebelarnos de manera consistente y permanente pero no lo hicimos. Una de nuestras más graves fallas generacionales fue no haber permitido la intrusión de ese país en lo nuestro. No lo hicimos y esa es nuestra responsabilidad.

Quizá por eso resulta infamante que se reste mérito a acciones que enderezaron el rumbo de los acontecimientos y que fueron obra nuestra. Algunos ciudadanos, quizá ingenuos, abrazan la tesis de la Embajada. No siempre fue así. El derrocamiento de Estrada Cabrera en 1920, la solicitada renuncia a Ubico Castañeda y la revolución contra Ponce Vaides en 1944 fueron asunto nuestro y ese mérito nunca fue ninguneado.

En cambio, mucha sigue creyendo que fue el gobierno de EU a través de la CIA quien derrocó al gobierno de Árbenz Guzmán en junio de 1954.  Aquella gran derrota sufrida por la izquierda nacional e internacional aún no ha sido reconocida por los ideólogos más avezados de izquierda.  Por lo contrario, crearon una historia que les favorecía y fueron exitosos en difundirla a través del tiempo y la distancia. Wikipedia contiene una versión resumida que escamotea cualquier mérito a los “liberacionistas” y al pueblo de Guatemala, los grandes actores de esa gesta.  Incluso un autor insigne escribe una novela sobre ese tema, quizá valiosa como literatura, pero muy pobre en cuanto a historia y recreación de la época.

Leí una carta que Leonel Sisniega Otero dirigió a Jorge Palmieri García donde refuta con vehemencia un artículo escrito por el segundo. Se trata de una pieza vibrante de quien fuera ícono de aquel movimiento. Hubiera querido incluirla en este artículo, pero no conseguí encontrarla en la internet. Muchas otras referencias refutan la versión de la izquierda que se afana en proteger los discutibles logros del Segundo gobierno de la Revolución. Quizá el más serio y veraz es el libro escrito por Guillermo Putzeys Rojas “Así se hizo la liberación”.El lector no puede sino otorgar plena confianza de veracidad a Putzeys, quien relata día por día lo sucedido y las penurias que debieron enfrentar.

En 1963 estudiantes universitarios apoyados por otros de secundaria, obreros y sindicalistas, crearon el clima de protesta ciudadana que condujo al derrocamiento de Ydígoras Fuente mediante un Golpe de Estado. Después, quienes prefieren la tesis de la Embajada negaron el mérito de sus autores. Dijeron que EU había culpado a Ydígoras por su fracaso en Bahía de Cochinos al intentar invadir Cuba y que por eso lo habían sacado del poder. ¡Falso!

También se dijo que Frederick Chapin había fraguado el golpe de Estado contra Lucas García desde su despacho en La Embajada. Que los militares jóvenes que lideraron aquel movimiento habrían sido dirigidos por la CIA. La manifestación y los disturbios que siguieron a las elecciones del 7 de marzo de 1982 y que crearon un clima de zozobra durante dos semanas no habrían servido de nada. ¡Mentira!

Las acciones de 1993 que privaron a Jorge Serrano de la Presidencia tampoco fueron obra de la Embajada. El mismo expresidente declara en uno de sus libros ―aunque no llega a reconocer que la causa fue su propia torpeza― que fueron los militares y el CACIF quienes incitaron a su derrocamiento. Incluso, identifica por nombre y apellido a los instigadores.

También, cuando sucedieron las manifestaciones de 2015 que terminaron con el Gobierno de Otto Pérez y Roxana Baldetti, los sumisos a la tesis de la Embajada dijeron que la decisión había sido tomada en Washington. Que Todd Robinson, desde La Reforma, había dirigido las acciones de castigo a Pérez por querer liberar el consumo de mariguana. ¡Falsificación de la historia!

Maliciosamente olvidan que el 25 de abril de 2015 la Plaza de la Constitución se vio colmada por una multitud nunca vista y jamás repetida. Hombres, mujeres, ancianos e incluso niños solicitaron la destitución inmediata de la vicepresidente Baldetti. La concentración de las élites culturales del país, desarrollada con orden y educación ejemplar (incluso dejaron barrido el parque) al tiempo que, con firmeza y tenacidad, exigieron la renuncia de la vicepresidente Baldetti quien lo hizo solo dos semanas después.

Desde luego, para Ydígoras, Lucas, Serrano y Pérez resulta más cómodo reforzar la tesis de la Embajada que aceptar que el pueblo había apoyado abiertamente las acciones que condujeron a su destitución. En cuanto a Árbenz el rechazo, que fue mayoritario, también significó que la inmensa mayoría de guatemaltecos aman la libertad y rechazan la opresión proveniente del comunismo.

Quienes ven en los ciudadanos una masa amorfa y anodina de individuos superfluos y piensan que el centro de poder político nacional está en la maquiavélica Embajada: se equivocan.

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José Fernando García Molina

Guatemalteco, 67 años, casado, dos hijos, ingeniero, economista.Tiene una licenciatura en ingeniería eléctrica de la Universidad de San Carlos, una licenciatura en ingeniería industrial de la Universidad Rafael Landívar –URL–, una maestría en economía en la Universidad Francisco Marroquín –UFM–-, estudios de especialización en ingeniería pentaconta en la ITTLS de España.

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