¿Qué ola es esta?
La Dama Consejera
Y empezamos la tercera ola, ¿o es la cuarta? No, creo que es la quinta… bueno, la verdad es que ya no sé por qué ola vamos, solo sé que este año en vez de desear a mis seres queridos una feliz Navidad, simplemente les deseo que sobrevivan a estas navidades, porque según está la situación creo que nos vemos de nuevo confinados.
¿Y sabéis qué es lo más grave? Que, al saber los pasos a seguir por el gobierno, la gente, que parece faltarles un hervor, están como locos aprovechando antes de que nos encierren.
El otro día no podía creer que, ante la medida en algunos sitios de cerrar el ocio nocturno, se estuvieran celebrando fiestas de fin de año por adelantado, ¿así como no van a subir los contagios? Lo que aún me sigo preguntando es cómo no se ha extinguido aún la raza humana.
Y que conste que no digo que nos encerremos y no salgamos, se puede salir con precaución, tomando las medidas necesarias, intentando reunirte con pocos amigos, solo los más íntimos. Solo tenemos que cerrar el círculo un poco y dejar fuera las fiestas con demasiada gente, cumplir las normas, y, en caso de que nuestro gobierno priorice la economía del país por encima de la vida de las personas, seamos nosotros los que pongamos esa nota de coherencia y sensatez.
Siempre decimos que todo ha sido muy rápido, pero no es así, la variante Ómicron se detectó por primera vez el 11 de noviembre en Botsuana, y el 14 de noviembre en Sudáfrica. ¿Creéis que no hemos tenido suficiente tiempo como para tomar medidas?
Pienso que las vidas de los seres humanos son tomadas como daños colaterales, vidas que no tienen valor frente al dinero.
No entiendo de economía, pero es lógico que ahora que estábamos remontando, no se desee volver al hundimiento, pero también es obvio que si no hay vida no hay nada que salvar.
Claro que, como siempre he dicho, la exterminación de una parte de la población beneficia a todos los gobiernos; si mueren los jóvenes que han estado en los pubs bailando como locos sin mascarillas y sin mantener la distancia, estúpidos que se quitan, si mueren ancianos; jubilaciones que se ahorran, si morimos los de mediana edad; ayudas que no pagan y encima bajaría el paro, ya que al haber menos población los datos de parados serían más reducidos.
Bueno, quizás estoy siendo mal pensada, pero lo que no se puede hacer es dejar que la gente se mueva libremente por toda España sabiendo lo que se nos venía encima. Pero aquí no pasa nada, esto será un simple resfriado como se dijo cuando apareció el covid, porque aquí en España, mientras los bares sigan abiertos todo es normal.
Lo que me preocupa realmente es que nos hemos acostumbrado al virus, tenemos asumido que esto es como una ruleta rusa en la que cada día te juegas la vida. Y decían que la serie del Juego del calamar era demasiado dura, pero… ¿No creéis que se asemeja demasiado a la realidad? A ver si alcanzo el último nivel y me llevo el dinero, ah, no, que eso ya lo hacen los políticos.
Hoy he tenido un pensamiento que me ha preocupado; me he intentado poner una chaqueta preciosa que tenía de hace unos años y… o me ha encogido, o yo he engordado, pero mi pensamiento ha sido: bueno, ya me pondré a régimen en el confinamiento. Después de eso me he puesto a mirar pijamas como regalo de Navidad y ya tengo previsto para la semana que viene bajar a la biblioteca a descambiar los libros y sacarme unos cuantos para que me pille preparada.
Puede que bromee en mi artículo, pero realmente me preocupa el confinamiento, no por el hecho en si de perder la libertad, sino por el miedo al qué va a suceder, por el miedo al contagio y a encontrarme sola en el hospital sin poder estar acompañada de mis seres queridos, el miedo a que se contagien las personas a las que quiero, miedo a la incertidumbre, a ver las calles de nuevo vacías, a escuchar de nuevo el mundo en silencio.
Solo espero que no volvamos a aquellos días, así que, por favor, no dejéis de vivir, pero vivid en un círculo más pequeñito.
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