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El papel de la deuda del Estado

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El sistema financiero internacional nos anuncia que la deuda de los gobiernos del mundo aumenta más rápido que la pandemia del Covid. No olvidemos que el sistema económico dominante de nuestro tiempo es el capitalismo. Un sistema que tiene la increíble capacidad de convertir sus crisis en renacimientos poderosos, que puede convertir en mercancía rentable a sus más duros críticos, que ha sido condenado a muerte por más de 300 años y que tiende a promover aumentos en la productividad, el cuidado de la salud y la destrucción del ambiente en forma sofocante.

¿Qué papel juega de deuda del gobierno en el desarrollo?, ¿cuál es la función del déficit fiscal en el mantenimiento competitivo del sistema?, ¿qué relación existe entre la deuda pública, el sistema financiero y la producción nacional?, son preguntas claves para entender los diferentes ritmos de crecimiento que tienen los distintos países del mundo, todos ellos adscritos a la lógica del capitalismo.

Uno de los instrumentos más importantes de las finanzas públicas es el manejo adecuado del financiamiento del déficit fiscal. En la búsqueda del fortalecimiento del Estado nacional, como fundamento de una estrategia nacional de desarrollo que permite elevar el bienestar de la mayoría de la población, el gobierno diseña su política fiscal. La deuda pública es una forma de financiamiento para alcanzar los objetivos nacionales. Los países del tercer mundo no se hubieran electrificado, ni tuvieran un amplio sistema de carreteras, si no hubieran incurrido en el endeudamiento amplio de los gobiernos desde los años 60 del siglo pasado. Su delito fue no endeudarse para la educación y la salud de las mayorías.

Como todo instrumento económico, el déficit fiscal señala ventajas y desventajas, soluciones y problemas, oportunidades y riesgos. El déficit puede fortalecer la inversión en infraestructura real para promover el desarrollo económico y social; y por otra parte, puede convertirse en un obstáculo para el desempeño de una sociedad al generar un uso ineficiente de los recursos escasos de la sociedad.

Pero no todo lo que relumbra sirve para algo. En el marco de la crisis actual, los gobiernos apostaron por un amplio endeudamiento público para financiar a los bancos comerciales y mantenerlos en liderazgo, así como para mantener el poder adquisitivo de funcionarios estatales y algunos sectores empobrecidos. El uso de la deuda para el consumo y no para la producción genera presiones tormentosas a lo largo de las cadenas productivas y profundiza las crisis económicas.

Los analistas del FMI Vitor Gaspar, Paulo Medas y Roberto Perrelli, comentan que los gobiernos tienen que encontrar, con urgencia, el equilibrio entre el tormentoso endeudamiento y la amenazante subida de la inflación.

Dicen nuestros expertos del FMI que en el encajonado 2020 “se produjo el mayor aumento de la deuda en un año desde la Segunda Guerra Mundial: la crisis financiera mundial y la profunda recesión hicieron que la deuda mundial aumentara a USD 226 billones.” La producción de 50 Costa Ricas o Guatemalas. Ni en la Odisea nos encontramos tantos monstruos juntos. Niveles inusitadamente altos de deuda pública, nuevas mutaciones del virus y creciente inflación; junto con la confrontación de la crisis migratorio insostenible e imparable de la migración centroamericana y mundial, así como los amagos de confrontación militar USA-aliados frente al inusual binomio Rusia-China. “La deuda mundial aumentó 28 puntos porcentuales, a 256% del PIB, en 2020”, nos dicen los inermes analistas. Es decir, para pagar la deuda de todos los gobiernos y ciudadanos del mundo tendríamos que ofrecerles a los inversionistas que encontremos en Marte, que compren la Tierra dos veces y media.

Lo que nos muestran estos números es que los grupos dominantes del capitalismo mundial son primero, los grandes bancos con apoyo de sus aliados los bancos centrales; segundo, las grandes transnacionales, exportadoras e importadoras, financiadas por ese sistema financiero mundial; y, tercero, las burocracias estatales.

Estamos ante un sistema voraz, que por alcanzar el celestial objetivo de magnificar las ganancias, es capaz de arrasar el planeta. Se nos informa desde el FMI que “…los aumentos de la deuda fueron especialmente notables en las economías avanzadas, donde la deuda pública subió de alrededor de 70% del PIB, en 2007, a 124% del PIB en 2020.” En Centroamérica la deuda pública como % del PIB oscila entre el 70 al 90% entre Costa Rica, Panamá y El Salvador. Nicaragua y Honduras, tienen deudas cercanas al 50%, Guatemala tiene la menor deuda un poco menos del 40% del PIB, es que este país no hace gastos públicos innecesarios, no gasta en educación, salud ni seguridad de las personas.

Las causas de la crisis se ubican superficialmente en el financiamiento de la crisis financiera 2007-08,y su némesis, el covid-19. Pero, tratando de entender la realidad nos encontramos en que el déficit fiscal se convierte en una fuente de saqueo de las riquezas humanas y de la naturaleza. Los gobiernos se endeudan para fomentar la corrupción y el enriquecimiento fácil de autoridades, funcionarios e intelectuales funcionales. También, para generar recursos para financiar la irracionalidad de una producción concentrada en el consumo masivo sin fundamentos de bienestar moral, intelectual o cultural de la población. Es una salida fácil y sin contratiempos, hasta que llega el freno, la cruel inflación y su compañero el desempleo, que provocan la entrada en crisis del sistema.

¿Qué hicieron los gobiernos y sus bancos centrales?, ante el inicio de la crisis sanitaria y la resaca de la crisis financiera internacional, tenían que realizar una reforma del Estado para responder con la construcción de un Estado democrático-popular, aún en los marcos del capitalismo. Y realizar un cambio de sistemas educativos que respondieran a un nuevo paradigma de respeto a la biodiversidad del planeta y un consumo mínimo de la población humana. En lugar de eso se dedicaron a incrementar la deuda pública y financiar bancos comerciales e inversionistas de papeles, incrementado sus ganancias abusivas. Para ello bajaron las tasas de interés, la emisión masiva de dinero por medio de compras de acciones comerciales y bonos del gobierno.

La crisis se acerca, pero no pasará nada. Solamente no miren al cielo, miren las fantasías de las tasas de crecimiento del PIB y los indicadores de Wall Street, y no pasará nada.

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Cristobal Pérez-Jerez

Economista, con maestría en política económica y relaciones internacionales. Académico de la Universidad Nacional de Costa Rica. Analista de problemas estratégicos, con una visión liberal democrática.

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