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Violencia y poder

Tanmi Tanm

Los pueblos del mundo eligen a sus autoridades para conducir el destino de los mismos a través de la concreción de políticas y acciones que tienen por objetivo alcanzar mejores condiciones de vida para todas las personas que forman parte del país que corresponde. Se entiende que el poder se encomienda a los organismos del Estado para el bienestar de todos. Los poderes ejecutivo, legislativo y judicial deben tener en cuenta la vida y el bien común. Cada uno de estos poderes tiene por ley las funciones específicas que le corresponde, por ejemplo, la planificación y ejecución de los servicios públicos, la elaboración de leyes y la aplicación de la justicia. No se elige la autoridad para eliminar la vida de otras personas.

Desde la condición de ciudadano, sin oportunidades de acceso a todos los servicios públicos, viviendo en condiciones de pobreza, sin los vínculos con actores para ejercer influencias para el bienestar de la población desposeída de todos los servicios públicos, hay momentos de reflexión acerca de hechos económicos y políticos cuando alguno de los poderes del Estado utiliza la violencia para entenderse con su propia población, con otros pueblos o países. En muchos casos, esta violencia llega a extremos y elimina vidas por conseguir los resultados deseados.

Abundan los ejemplos en nuestro país, cuando se autoriza el uso de la violencia a través de las fuerzas del orden para infundir miedo a la población de manera que no luche por la defensa de algún elemento natural que por muchos años le sirve para su sobrevivencia. El poder en pocas manos, la injusticia y la desigualdad son fuentes de conflictos. El Estado debe ser la organización cuya obligación debe tener en cuenta la vida y el bienestar de todos. A gran escala, cómo es posible que los pueblos del mundo permiten que las diferencias se resuelvan por medio de la violencia extrema como las guerras entre pueblos, cómo comprender la eliminación de miles de vidas de personas por resolver un asunto que en muchos casos se debe a la aprobación desmedida de recursos a costa del sufrimiento de otros.

Para evitar los extremos, la población de cualquier país debe mantener los valores que tienen que ver con la vida, el bienestar de todos y la salud del ambiente. El mandato que los pueblos deben encomendar a sus autoridades debería ser el uso de mecanismos de control para mantener la paz y evitar las guerras que terminan con miles de vidas de personas que solamente desean vivir en paz. Debe ser inaceptable que la autoridad en nombre de su pueblo asuma la violencia para hacer sufrir a otros pueblos, o que haga uso de mecanismos para evitar que otros pueblos tengan comida o que utilice la guerra para matar a muchas personas.

Es necesario que los pueblos del mundo y sus respectivas autoridades reflexionen sobre los usos del poder que se aplican para hacer sufrir o matar a las personas y el mal uso de los recursos naturales. Es obligación de todas las personas y autoridades velar por la vida y la paz.  Es conveniente utilizar todos los recursos con que cuentan los gobiernos para programas que tienen por objetivo alcanzar mejores condiciones de vida para todos los pueblos. La paz es posible con justicia, igualdad y democracia.  El poder contra la vida y el bienestar de todos debe ser eliminado.

En estos tiempos en que abundan los conflictos y las guerras en el mundo, la educación para y por la paz debe ser una acción que se debe vivir en las familias, en cada pueblo y en los servicios públicos. No más poder para la corrupción, la discriminación, el hambre y la desnutrición.

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