La Universidad Francisco Marroquín
Teorema
Hace medio siglo
En 1971, la Universidad Francisco Marroquín UFM obtuvo, de la USAC, entonces rectora de la educación superior en Guatemala, la autorización para operar. En enero de 1972 abrió sus puertas con las facultades de Economía, Administración de Empresas, Derecho y Teología. Inicialmente se estableció en una casa ubicada sobre la 6ª. avenida frente al actual Play Land Park (Campo de Marte). La propiedad tenía un amplio jardín alrededor del cual construyeron las aulas. La casa albergaba las pocas oficinas y la biblioteca.
Al año siguiente, en enero de 1973, la UFM abrió La Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas ―ESEADE― ofreciendo el grado académico de Magister Artium (máster en inglés) en esas especialidades. Entonces, había pocas opciones para que los graduados de licenciatura en carreras técnicas pudiéramos seguir estudiando. Hubo mucho entusiasmo receptivo (principalmente de exalumnos de la USAC o de la URL. Nos inscribimos cerca de cien estudiantes en el primer trimestre.
El inicio de una Universidad abre oportunidades enormes para involucrarse en su desarrollo ya que las estructuras formales son tentativas e imprecisas. Algunos aprovechamos esa condición y nos metimos de cabeza en el proyecto UFM. Tuvimos oportunidad de incidir en los nuevos cursos o proponer a nuestros catedráticos.
Los egresados de la Facultad de ingeniería de la USAC solo conocíamos de estructuras rígidas e inalterables. La mayoría de los profesores guardaba su distancia con los alumnos. El Decano interactuaba con los profesores, pero se mantenía alejado de los alumnos, más al estilo colonial que al moderno de las universidades europeas y norteamericanas.
Uno podía graduarse después de 5 o 6 años y nunca haber conocido al Rector Magnífico. En la Facultad de Ingeniería de la URL, recién fundada por Dagoberto Flores Calderón, el ambiente que conocí era más distendido. Como fuera, quienes nos inscribimos en el postgrado de la UFM encontramos un cambio enorme. Los profesores, el Decano y el Rector, conocían a cada estudiante por su nombre.
Todo nos resultaba diferente. El acceso a los catedráticos y a las autoridades era cotidiano, ya en el edificio central, ya en los pasillos o en el estacionamiento, aunque con mayor frecuencia en la única cafetería existente.
Aunque en aquel postgrado, la mayoría de los estudiantes teníamos menos de 30 años, otros ya contaban con amplia experiencia profesional adquirida en importantes empresas. Las preguntas, comentarios e inquietudes producto de las vivencias empresariales de ellos, enriquecieron la comprensión, para nosotros los novatos, de las materias que cursábamos juntos. Otras veces entraban en abierta e instructiva discusión con nuestros profesores.
En la UFM disfrutábamos de una ausencia casi total de burocracia. No había apenas trámites que seguir. Y si un profesor, por ejemplo, necesitaba fotocopias, las pedía a Coralú, la única secretaria. Y cuando ella estaba en exceso atareada, el profesor por su cuenta acudía a la fotocopiadora y las hacía él mismo. Si necesitaba un retroproyector (entonces se usaban filminas) le pedía directamente a Julio, el único encargado, que llevara uno a su salón de clase.
Profesores y estudiantes estábamos empeñados en que las cosas salieran bien. Había un clima de libertad, colaboración y respeto que abarcaba a todos. Pero esto no constituía el distintivo más relevante de la UFM de entonces.
Lo primordial, me parece, era su procedencia. La USAC era estatal, la URL religiosa, la UVG una creación conjunta de USAID, el Colegio Americano y los azucareros.
Algunas de las Universidades inauguradas después fueron de carácter religioso o buscaban beneficios económicos legítimos. No pretendo demeritar tales iniciativas, que considero valiosas. Busco señalar que la UFM era diferente.
Un grupo de personas destacadas del sector empresarial de la sociedad, principalmente emprendedores competitivos en el mercado abierto, liderados por Manuel Ayau Cordón ―Muso― se habían propuesto transformar el país por medio de la educación superior. Todos estaban dispuestos a sacrificar parte de su importante tiempo productivo diario y dedicarlo a obtener donaciones para financiar tal iniciativa. Frecuentemente aportaron fondos de su propio bolsillo.
Al inicio, muchos de aquellos hombres tan íntegros, tan altruistas y desinteresados, adicionalmente poseedores de un profundo sentido patriótico, carecían de conocimientos de la economía de mercado y de la ética de la libertad. Los nombres de Mises, Hayek o Friedman no significaban mucho para la mayoría de ellos. Pero estaban dispuestos, y hasta ansiosos por aprender. Y por ello asistieron gustosamente a cursillos, seminarios, conferencias, mesas redondas… en diversos lugares, principalmente en la ciudad de Nueva York. A su regreso, quienes habían viajado, traían consigo libros, folletos, ensayos múltiples que compartían con el resto del grupo. Los analizaban y discutían en Guatemala.
Cuando crearon la UFM, constituyeron un Comité de Fiduciarios, desde el cual vigilarían que la Universidad marchara en la dirección prevista por ellos. Nombraron Rector a Muso, quien hizo cuanto esfuerzo académico y empresarial fue necesario para alcanzar los elevados objetivos planteados dentro del “Ideario de la UFM” cuyo primer borrador fue encargado al filósofo Rigoberto Juárez Paz.
Muso dedicó enormes esfuerzos en un proceso muy sacrificado e importante: dar a conocer la UFM en otros países. Utilizó sus contactos previos en Estados Unidos y más tarde su membresía en La Sociedad Mont Pelerin, que agrupaba a las mentes neoliberales de la Europa de la posguerra y a cuya cabeza figuraba su fundador (en 1947), el economista austriaco Friedrich von Hayek.
Hay dos graduaciones cada año. En ellas, además, se honra a personajes tanto nacionales como extranjeros, otorgándoles la distinción de Doctor Honoris Causa. En Economía galardonó a Buchanan, Friedman y Hayek, quienes habían ganado un premio Nobel en Economía.
Asimismo recibieron el máximo honor que otorga la UFM: Víctor Frankl, Václav Havel, Jane Kirpatrick, JMaría Aznar, Armando Valladares, Francois Revel e Israel Kirzner. También personalidades locales como Aldo Castañeda, Rafael Espada y Julio Lowenthal fueron galardonados.
Similarmente profesores cuya excelencia no deja lugar a dudas como Salvador Aguado, Armando de la Torre, Francisco Pérez de Antón, Rodolfo Herrera Llerandi, Jesús Amurrio, Joseph Keckeissen y Ángel Roncero fueron honrados. Y así, otros 113 personajes más, tan distinguidos y relevantes como los antes citados han recibido tal distinción.
Los estudiantes del postgrado tuvimos la oportunidad de conocer personalmente a muchos de ellos.
Continuará…

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