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El fin del mundo vendrá del este

Sueños…

A principios del siglo, William Napier, inició la publicación de una saga histórica. Habla de los pueblos que sedientos de la riqueza y abundancia de Roma, se concentraron en conquistarla, saquearla y verla morir.

Aquellas novelas de ficción son una premonición de como están agotados, hoy, los viejos imperios, que todavía le dan orden y justificación al sistema económico y social bajo cuyo techo vivimos, y como surgen nuevas fuerzas que, con potencial de racionalidad para construir un nuevo mundo, o simplemente por azar tienen el poder de destruir los viejos imperios y construir nuevos regímenes para que conviva el ser humano.

Otro gurú de la actualidad, Paul Krugman, en una entrevista de junio 2020, indicaba que el mundo siempre necesita de un poder hegemónico que mantenga el orden y dicte las reglas de convivencia. Para no morir en medio del caos. Decía que Estados Unidos, hasta la crisis financiera del 2008, venía siendo el poder suave que mantenía el orden mundial, por ser reconocido como el líder de la competitividad económica, el cambio tecnológico y la lógica de la democracia liberal. Krugman consideró que la crisis financiera y la pérdida del encanto, al no perseguir el cumplir con los valores democráticos e imponer regímenes autoritarios en el mundo, finalmente alcanzaron el territorio yanqui. Predijo que con Trump Estados Unidos renunciaba al liderazgo mundial, y el no creía que los tres poderes alternativos, Comunidad Europea, Rusia y China tuvieran ni el poder ni la credibilidad para surgir ante el mundo como el nuevo liderazgo. Dos años después parece que el poder gringo se diluye, se agota. Europa es un fantasma de lo que pudo haber sido y ya no es. Rusia está empantanada en una guerra de conquista que terminará como su experiencia de Afganistán. China, agazapada, por los siglos de los siglos, parece preparada para dar el zarpazo, tiene tres límites: el imperio japonés debilitado, pero siempre aguerrido y luchador; su llegada tardía al capitalismo le enseñará del surgimiento de los conflictos de clase encabezados por el proletariado, así como las crisis económico-financieras de este dinámico sistema; y, que Taiwán no es Ucrania.

Siguiendo a Napier, decimos en el amanecer del siglo XXI, Estados Unidos y sus aliados se tambalean, están al borde del abismo, la impensable acción militar de Putin los dejó con la boca abierta y sin alternativas. Ha sido un ataque devastador y sin sentido. Que ha puesto al mundo capitalista (incluidas Rusia y China), al borde de la histeria.

Obviamente, el FMI afirma que “la guerra en Ucrania está causando una trágica pérdida de vidas y sufrimiento humano.” Todas las partes del conflicto, imperios de la alianza OTAN y la endeble alianza Rusia-China, no ven claro el panorama. Todo es incertidumbre, eso sí, las consecuencias para las colonias y semicolonias ya es palpable. La inflación internacional, la escasez de materias primas y energéticos, el estancamiento del comercio mundial y la parálisis de suministros amenazan la base del sistema.

Los imperios occidentales, que durante siglos dominaron el mundo se tambalean, vulnerables ante sus muy antiguos competidores. Rusia o China, presiente que su tiempo de control del mundo ha llegado. Pero no ofrecen una alternativa hacia el progreso. Miran hacia el pasado de esclavitud y control militar. Los rumores del poder que viene del Este no llenan al mundo de esperanza. Son imperios en que renacen las pesadillas más terribles, naciones de feroces guerreros armados hasta los dientes, con un libro sagrado bajo el brazo.

Estados Unidos y Europa occidental no parecen tener las fuerzas, ni la fe, ni las agallas para ser el centro del sueño de convivencia humana. China se agota en el sueño de mantener el control de su ya vasto imperio milenario, que con el avance del capitalismo se diluye entre los dedos de los miembros del comité central; Rusia sueña con reconstruir el imperio zarista, engullirse a Ucrania, Finlandia, Polonia, etc., etc. Putin sueña con ser el verdadero Azote del Dios europeo.

Nos toca motivar a las nuevas generaciones de humanos, para que construyan una sociedad nueva. Una sociedad basada en primer lugar en el respeto a la biodiversidad del planeta y sus bosques, ríos y praderas; una sociedad con inversión en educación primaria y secundaria para todos los humanos; con democracias populares sólidas en donde los derechos humanos y la convivencia pacífica sean un valor fundamental; y una sociedad que produzca en forma eficiente y competitiva para garantizar los bienes y servicios básicos para la vida de un humano sano y amigo de las condiciones de vida en el planeta.

Estamos conscientes que nuestras ideas van a naufragar en la dura noche de invierno que se avecina; pero, queremos dejar atrás las historias de horrores y atrocidades de nosotros, los humanos, esperamos el coraje y nobleza de jóvenes generaciones que vean mejor el futuro. Soy viejo, mis temblorosas manos y mis ojos cansados tal vez no vean con claridad las verdades del mundo, pero mi relato es de esperanza.

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Cristobal Pérez-Jerez

Economista, con maestría en política económica y relaciones internacionales. Académico de la Universidad Nacional de Costa Rica. Analista de problemas estratégicos, con una visión liberal democrática.

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