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Escolaridad y el deber ciudadano

Tanmi Tnam

La población analfabeta y la que cuenta con dos o tres años de educación reconocen las limitaciones que tienen para su desenvolvimiento adecuado en las múltiples relaciones que el ejercicio ciudadano exige tanto en su comunidad como fuera de ella. Abundan las condiciones difíciles de resolver cuando buscan trabajo, al momento de realizar trámites en las instituciones del Estado, cuando corresponde exigir el cumplimiento de los derechos políticos, cívicos y económicos y al momento de defender intereses ante otros actores con funciones para resolver las condiciones que provoca la marginación. Pocos años de escolaridad abre la puerta a la poca o nula oportunidad de gozar de buena salud, no hay dinero para que estudien los miembros de la familia y faltan argumentos para defender todos los derechos humanos. Con pocos años de formación escolar, el uso de la tecnología queda distante y limita oportunidades de acceso a información especializada.

El caso de Guatemala, la mayoría de la población cuenta con pocos años de formación escolar. Esta población la mayoría de veces cree en el discurso de los politiqueros, no cuestiona a los partidos políticos y no exige a sus autoridades de todos los niveles las respuestas concretas a sus problemas económicos, problemas de participación y representación en los poderes del Estado. Esta población poco o nada cuestiona la desigualdad en que se encuentra y se conforma con ser parte de los más empobrecidos.

Ahora que ya se escuchan en el ambiente las actividades de los partidos políticos, solamente se espera la llegada o el aparecimiento de personajes que se autonombran candidatos, otros son impuestos, algunos vienen de otros departamentos y la mayoría realmente no se conoce.  En estas condiciones salen a relucir las prácticas de engaño, promesas difíciles de cumplir, acciones fuera de la ley, pero nadie propone cambiar las condiciones de desigualdad, discriminación y racismo que imperan en el país. Los mecanismos que inclinan hacia los partidos políticos son los de siempre como una taza de café y pan, licor, obras que se ofrecen y la promesa de un mundo que ilusiona al electorado, pero sin que nada cambie. Con pocos años de escolaridad no es fácil opinar, cuestionar para luego decidir el uso responsable del voto. Por el momento, se mencionan nombres de posibles candidatos que luchan porque nada cambie, que sigan las oportunidades de saqueo del dinero público, que continúe la acumulación de la riqueza en pocas manos y que la mayoría de guatemaltecos viva en pobreza e ignorancia. Además, en un pueblo donde la población cuenta con pocos años de formación escolar cualquiera ocupa puestos de elección popular para su propio beneficio.

En un contexto donde la mayoría de la población cuenta con poco dominio de lectura, limita el acceso a la información acerca de los partidos políticos, cómo nacen, cuál es el origen del financiamiento y por qué desaparecen rápido, qué intereses representan y cuáles son los motivos que tienen al no reconocer los derechos colectivos de los pueblos originarios. Tantos años de contar con partidos políticos cuyas acciones representan injusticia, desigualdad, violencia y exclusión y que cuentan con el apoyo de una educación escolar alejada de la realidad perpetuando la formación de ciudadanos sumisos que viven en condiciones deplorables. No hay debate, no hay posibilidades de intercambiar opiniones y en estas condiciones es imposible hablar y construir justicia y democracia, especialmente cuando se reconoce que Guatemala es multilingüe y multiétnico.

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