OpiniónColumnas

Pandemónium

Teorema

La invasión de Rusia a Ucrania (entiendo que invasión es el término más adecuado) y sus incesantes ataques han traído destrucción, muerte y dolor principalmente a las familias ucranianas. Todos hemos visto escenas tremendas por la televisión y en las redes sociales de lo que allí acontece. Desde luego que la pérdida de vidas humanas es la consecuencia más tremenda de lo que en la lejana Ucrania acontece. Pero también hay efectos económicos que trascienden sus fronteras y golpean a habitantes de lugares tan remotos como las poblaciones rurales de Guatemala.

Ucrania, que ha merecido ser calificada como el Granero de Europa produce y exporta maíz, trigo, cebada y otros productos agrícolas a los países de la Unión Europea. Bajo los bombardeos rusos, esa actividad se ha detenido creando escasez en sus mercados habituales. Los importadores han buscado otros productores, trasladando la escasez al mercado internacional. Esto afecta a economías que no pueden pagar los precios que ellos sí pueden cubrir. Nuestra maltrecha economía ha empezado a sentir las consecuencias de la invasión.

El mismo fenómeno ha ocurrido con la producción de platino, níquel, aluminio, paladio y cobre, metales que exporta Ucrania. Por su parte, Rusia exporta petróleo, gas natural y carbón, así como oro y otros metales preciosos. También es un gran proveedor de fertilizantes, abonos y otros agroquímicos. Exporta hierro y otros minerales, granos y forrajes.

En 2021 Guatemala importó, en total, 2,516 millones de US$. El costo de todas nuestras importaciones, sin importar cuál sea el país exportador, está por aumentar o ha aumentado ya. Algunos ciudadanos piensan que es una grosería, otros que son demasiado pobres y no pueden cubrir los aumentos… y así. El asunto es ¿ante quién van a protestar? ¿Ante Rusia, Ucrania, la UE, los EU, la OTAN, el gobierno de Guatemala? ¿Hay un culpable? Si lo hubiera, ciertamente no sería el gobierno. Sin embargo, es quien recibirá las protestas y será la figura central en las manifestaciones que habrá. Se le pedirá que haga “algo” y este habrá de responder que tomará “las medidas correspondientes” o algo así. Pero nada puede hacer, excepto complicarlo todo.

El petróleo impacta los combustibles, agroquímicos, plásticos y fertilizantes. Estos, a su vez, aumentan el precio del transporte con consecuencias sobre los vegetales y toda la producción agrícola e industrial. Por su parte, el aumento de los granos y cereales ya afectó el precio del pan y pronto este repercutirá sobre el de las tortillas. El alimento de las aves subirá el precio del pollo y los huevos.

Así, con los demás productos y servicios como el agua, la energía eléctrica, los electrodomésticos, la construcción, vehículos, repuestos… Se trata de un alza generalizada de todos los precios. Unos más, otros menos, pero difícilmente habrá alguno que permanezca indiferente a los acontecimientos en Ucrania. Aún si hoy hubiera un cese de hostilidades, no se puede predecir cuánto tiempo han de durar los precios altos.

Estamos frente a una época de aumento de precios, que se podrá generalizar y abarcar un período de tiempo extenso y de graves consecuencias para todos. Pero se trata de un fenómeno estacionario cuyas repercusiones quizá sólo podrían extenderse un par de años después de cesar las causas que le dieron origen. Su mayor o menor gravedad depende de las acciones que desarrolle el Gobierno. Entre menos trate de hacer, mejor.

Imagine que hace tres años el fenómeno del Niño hubiera afectado a los países productores de maíz causando que los precios aumentaran. La importación solo habría sido posible a precios altos. Las familias habrían empezado a comer más pan, papas y otros sustitutos, haciendo que los precios de estos productos también aumentaran y así la cadena podría ser un poco más larga.

Empero, si al año siguiente las condiciones de producción fueran favorables los precios pudieron estabilizarse en el nivel anterior o en uno nuevo, con tendencia a la baja. En caso de mantenerse altos, habría estímulo para que los agricultores sembraran nuevas áreas creando una abundancia que reduciría los precios. Esto es, se habría tratado de un fenómeno estacional de precios altos.

Una ley natural del mercado dice que cuando un producto abunda, los precios se reducen (como los mangos en abril y mayo) y cuando hay escasez los precios suben (como los limones a fines de año).

Con el petróleo sucede algo parecido excepto que, siendo este un producto con mayores ramificaciones económicas afecta a otros sectores clave como el transporte, la energía eléctrica, el gas propano, los agroquímicos, los plásticos y muchos más. Eventualmente la producción volverá a la normalidad anterior y el aumento de los precios de muchos productos, sino de todos, habrá cesado.

El verdadero peligro para la población proviene del Gobierno. Los partidos políticos especialmente en el año electoral que estamos por iniciar encontrarán un lado débil por medio del cual buscarán destruir al partido gobernante y fortalecer el propio. Las quejas permiten a la prensa titulares capaces de azuzar los ánimos de la población. También los sindicatos y otras organizaciones gremiales van a instar al Gobierno a tomar medidas populistas. Pero ni este Gobierno ni ningún otro, ni en Guatemala, ni en otro país, pueden detener el alza de los precios. Lo que sí pueden hacer es causar abandono de las actividades productivas, escasez y conseguir que el problema se vuelva permanente como en muchos países.

Ya sucedió antes, a principios de los años 70, como lo explicara con claridad Carlos Molina Mencos en los artículos publicados aquí la semana pasada. Volverá a suceder, pero los funcionarios de hoy no tienen el alto perfil de quienes integraron el gabinete de gobierno en 1970-74. Los de ahora fueron incapaces de desarrollar la logística de un programa de vacunación eficiente, lo que resultó en la pérdida de millones de dosis. Entonces, ¿cómo esperar que pueda hacer frente a un problema cuyas causas se encuentran demasiado lejos, no se tiene cómo enmendarlas y no comprenden las consecuencias de sus actos como sucedió con el manejo de la pandemia?

No se trata sólo del gobierno guatemalteco sino de todos los gobiernos a lo largo y ancho del planeta. El fenómeno se va a repetir por doquier. En todas partes los gobiernos “tomarán medidas” para hacer creer a la gente que están haciendo algo. Pronto los organismos de crédito internacional vendrán a ofrecer “ayuda crediticia” y la deuda seguirá creciendo a costa de generaciones futuras.

Los gobiernos podrían, por ejemplo, subsidiar el gas propano y los combustibles. Pero no se detendrían allí. También querrían fijar los precios para evitar que los expendedores “abusen”. El control de precios no solo es complejo sino abre la puerta a actos de corrupción. Además, muy pronto algún funcionario buscará vender combustibles subsidiados en países vecinos sin subsidio. Para evitarlo, el gobierno racionará la venta y exigirá que el comprador llene formularios y declaraciones para comprar. Lo complicará todo.

Si con el gas y los combustibles se complica tanto la comercialización, con otros productos como el maíz, el frijol, la carne, los huevos y todos los productos, el gobierno requerirá de más funcionarios que harán todo aún más complejo. Ante la obvia imposibilidad de control, surgirá un “mercado negro”. Este también será alimentado con los productos que el gobierno decida dar a los grupos más necesitados. Muchas familias los venderán regalados para comprar otras cosas y se crearán dos precios, el de mercado negro y el de los comerciantes que compran a proveedores no subsidiados. Algunos tenderos abandonarán su negocio y habrá desabastecimiento.

La parte más compleja tiene que ver con el origen de los fondos para cubrir los subsidios. Además del endeudamiento se recurre a la emisión monetaria inorgánica. El gobierno utiliza cualquier “agujero” en la legislación para presionar al ente que regula la emisión monetaria forzándolo a abandonar políticas de austeridad. La Teoría Monetaria llama Inflación a la escalada de precios originada en la emisión inorgánica de dinero. Al tiempo, niega tal designación al fenómeno que vivimos ahora. A este le llama simplemente “aumento de precios” (originado en causas externas a la economía nacional).

Bajo ese criterio, la inflación sólo la puede causar el Gobierno. La política monetaria en la mayoría de los países desarrollados suele procurar que haya estabilidad en los precios, es decir, que no aumenten ni disminuyan. Cuando el ente que regula la emisión monetaria aumenta la cantidad de billetes y monedas en circulación, más allá de eventuales aumentos en la producción de bienes y servicios, hay más dinero en la población para pagar la misma cantidad de panes, frijoles o tortillas que antes y los precios se ajustan hacia arriba.

Posiblemente usted esté pensando que lo anterior no es sino una serie de exageraciones ¡Cuidado! Algo parecido pudo pensar un argentino a principios de 1989. Empero, al finalizar ese año los precios habían subido 3,079%. Estuve en Buenos Aires en 1980, antes de la guerra de las Malvinas. Para los extranjeros de paso los precios eran maravillosamente bajos. Para los argentinos no, ellos pasaban penurias para cubrir su costo de vida. A mi regreso, el taxista me dio como vuelto un billete de ¡Un millón de pesos argentinos!, que aún conservo.

Area de Opinión
Libre expresión de pensamiento.

Lea más del autor:

José Fernando García Molina

Guatemalteco, 67 años, casado, dos hijos, ingeniero, economista.Tiene una licenciatura en ingeniería eléctrica de la Universidad de San Carlos, una licenciatura en ingeniería industrial de la Universidad Rafael Landívar –URL–, una maestría en economía en la Universidad Francisco Marroquín –UFM–-, estudios de especialización en ingeniería pentaconta en la ITTLS de España.

Avatar de José Fernando García Molina