Puente en la niebla…
Soliloquios de José Franco
Todo ocurrió en Nueva York, aunque nació en tierras castellanas en la villa de Madrid.
Te quiero dulcemente entre las palabras y la música de esas falsas ilusiones. Te quiero tanto como para amarte cada noche a la luz de la luna.
Lo mismo que ese libro de mesilla de noche quiero leerte, palabra tras palabra, coma a coma.
Te quiero para asir tu mano bajo las estrellas y regalarte los te quiero entre universos de galaxias. Te quiero en los rosales de un patio de verano hablando de tanto entre silencios y en ese arranque de locura saborear tus besos mientras me pierdo en tu mirada.
Te quiero para crearte entre las palabras que pronunciaré entre pensamientos perdidos, entre formas caprichosas de la vida y no abandonarte.
Te quiero para caminar por los caminos favoritos y susurrarte que es allí en donde te encuentro. Perderme en la niebla de tu mirada que no es tuya sino del universo y aun así se mantiene mi anhelo embriagado de deseo.
Te quiero para que la risa sea nuestro himno, ebrios en la locura y pasear por las calles silenciosas, corazón con corazón.
Te quiero para sanarte y curarme de esas, mis heridas, tus magulladas. Reemplacemos lesiones y laceraciones con la sonrisa y el dolor por la ternura.
Te quiero para escuchar tus silencios en la noche cerrada y dormir en la encendida oscuridad eterna.
Te quiero como se quiere a esos amores de juventud, con el alma.
Un viaje que comienza en la iluminada New York y que retoma sus orígenes en ese castizo Madrid de picnics en el Retiro, domingos de rastro, de terrazas en Malasaña o en la Latina para retornar a la bulliciosa New York y desde allí ascender a los cielos…
Complaciente en la displicencia, caos en el orden y locura en la cotidianidad y todo porque apareciste en mi vida y como rosa germinaste en mi corazón creciendo hasta convertirte en el único rosal del más florido jardín de este mundo.
Puente en la niebla, en tiempos oscuros en los que el amor es luz entre tinieblas, entre tambores de guerra los silencios del amor despejan esa espesa niebla que nos impide ver el brillo de la esperanza.
Retumbar y rechinar de lágrimas entre metal hiriente que avanza entre fogonazos de muerte, injurias al ser humano repartidos y repatriados por el mundo.
¿Acaso el mundo en un extremo del puente en la niebla ni tiene la esperanza de un abrazo, de la caricia de un beso y de la fragancia de una rosa frente al teñir de un disparo, la violencia del metal acelerado y al olor del azufre de la muerte?
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