CARRUAJE DE LA MUERTE
Preludios Opinionistas
El padre de Ramiro le dejó a su hijo en herencia, el mejor bien que se pueda imaginar:” BUEN HUMOR”.
-Y, ¿quién era mi padre?, expresaba Ramiro a sus amigos. Claro. Que, nada tiene esto que ver con el humor. Era vivaracho y corpulento, gordo y rechoncho, y tanto su exterior como su interior estaban en total contradicción con su oficio.
-Y, ¿cuál era su oficio, su posición en la sociedad?, Uno de los amigos lo inquirió-.
– A lo mejor. Si esto tuviera que escribirse e imprimirse al principio de un libro, es probable que muchos lectores lo dejarán de lado, diciendo: Todo esto parece muy penoso, son temas de los que prefiero no oír hablar, empero, mi padre no fue verdugo ni ejecutor de la justicia, al contrario, su profesión lo situó a la cabeza de los personajes más conspicuos de la ciudad, y allí estaba en su pleno derecho, pues aquél era su verdadero puesto. Tenía que ir siempre delante del obispo y los de sangre, pues era cochero de las pompas fúnebres, ahora, pues ya lo saben. Y una cosa puedo decirles, continúo expresándoles Ramiro a sus amigos Adrián y Andrés, en toda verdad: “cuando veían a mi padre sentado allá arriba en el carruaje de la muerte, envuelto en su larga capa blanquinegra, cubierta la cabeza con el tricornio ribeteado de negro, por debajo del cual asomaba su cara rolliza, redonda y sonriente como aquella con la que representan al sol, no había manera de pensar en el luto ni en la tumba. Aquella cara decía: No se preocupen. A lo mejor no es tan malo como lo pintan”, terminó de expresarles Ramiro –
-Bueno, así es este mundo. Todo es interesante, no se puede descartar nada, porque algún día, nos sirve para bien, o para mal, eso depende de las personas y su levadura, los amigos dijeron a Ramiro.
*»INÚTIL OFICIO DE SENTIMIENTOS»*
El dolor es suave,
por eso se enamora
de ti exquisita vida,
aunque tus besos
sean las mejores
caricias para aplacar
el dolor de este mundo,
podrían no quererte;
tu realidad no
te responsabiliza
de ese inútil
sentimiento
que llevas en
tus entrañas.
Sigues las huellas,
como el perfume
sigue al viento,
y al racimo de uvas.
¡Que bella eres!
Tus ojos son
los intercomunicadores
de la delicia de
esas hermosas
palomas, de ojos
que vuelan
y ven lo silvestre
de esta realidad
fatídica que,
sentada a la sombra
su fruto es el
fiel paladar
que puso la insignia
del amor,
como aquella
manzana enferma,
no de amor,
sino de falta
de madurez
en el jardín más
cercano del amor,
para que hable
del pasado invierno
y sobre esta tierra
hayan aparecido
las flores que exhalan
el suspiro
del bello amanece
y que las grietas
dejen oír
su voz que cae como
aquella flor,
antes que la brisa
mensajera sople
el nuevo día y los días
y que la benevolencia
de su sombra huya
y como una columna
de humo
la vida no se vuelva
desértica al entrar
la pieza que ruega
en la litera
de la realidad,
para que no sorprenda
a la noche, ni al tiempo
y que el nuevo día
con sus afanes,
para que no sea
como la guarida
de fiera salvaje,
que huyen después
de hacer el mal.
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