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La votación

Teorema

En su primera fase, el procedimiento electoral en Guatemala es claro y transparente. No deja lugar a dudas. El modelo que se emplea en esa primera parte, que es ejemplar, precisa de la participación ciudadana. La “fiesta cívica” se engalana con más de 60 mil voluntarios que donan su valioso tiempo de manera gratuita para desarrollar el evento.

El presidente, el secretario y el vocal de cada una de las mesas electorales son ciudadanos que, ese único día, trabajando con independencia del Tribunal Supremo Electoral –TSE— realizan la tarea. Además, en cada mesa participan representantes de los partidos políticos (y de los Comités Cívicos que proponen candidatos a Alcalde cuando los hay) que compiten para obtener los cargos. En 2019 se habilitaron 21 mil mesas para atender a 8.1 millones de electores inscritos. Ignoro quién haya creado ese modelo, pero quien fuera, merece el elogio ciudadano.

El elector llega al centro de votación asignado, hace una cola, se identifica con el presidente de la mesa, firma un libro de registro, recibe cuatro papeletas, se dirige a una suerte de escritorio donde marca a los candidatos de su preferencia, dobla los papeles, regresa a la mesa y los deposita en las urnas correspondientes.

Antaño hubo fraude llevando a electores de una población a votar en otra. Ahora el moderno DPI, que es único y universal, parece haber reducido esa posibilidad. También sucedió el pago por sufragio a favor de determinado candidato. El número de electores y mejoras para asegurar que el voto sea secreto dificulta la compra de voluntades.

Al final de la jornada electoral, solo queda en cada mesa el presidente, el secretario, el vocal y los representantes de los partidos. La presencia de cualquier otra persona está prohibida. A ellos corresponde hacer el conteo de los votos. En promedio, en 2019 hubo 386 electores por mesa. En primera vuelta la participación nacional fue de 61.8% y en balotaje de 42.7%. Así que, siempre en promedio, en cada mesa se contaron 239 y 165 votos, respectivamente.

Hecho el escrutinio el secretario levanta un acta donde se registran los resultados. Cada una de las personas en la mesa firma el acta dando fe de que esta registra exactamente la voluntad de los electores que a esa mesa concurrieron. Cada quien tiene derecho a recibir una copia del acta. En ausencia de una fotocopiadora, puede tomar una foto de ese documento con su teléfono celular.

Esa acta es el mejor dato qué se puede tener. Las actas reflejan con exactitud el acuerdo entre los miembros de la mesa sobre los votos anulados, en blanco y válidos, señalando cómo se distribuyeron estos últimos entre los diferentes candidatos. El presidente de la mesa media en las discusiones que podrían haber sucedido por uno o más votos entre los representantes de los partidos. Aun así, se conservan las papeletas como resguardo ante posibles impugnaciones por parte de los perdedores.

Cada acta identifica el departamento, el municipio, el centro de votación y el número de la mesa donde se llevaron a cabo los sufragios que refiere. En cada mesa hay cuatro votaciones (presidente y vicepresidente, diputados al congreso nacional, diputados al Parlamento Centroamericano y para Alcalde municipal) cuyos resultados quedan consignados en cuatro actas separadas. Concluido el escrutinio, se llevan las actas al centro de cómputo donde el presidente de la mesa ve que los datos ingresados coincidan con lo consignado en las actas. Los demás miembros de la mesa hacen lo propio. Hasta aquí, repito, todo sucede con absoluta claridad y transparencia.

La segunda fase está a cargo de los funcionarios del TSE. Aunque algunos magistrados, en conjunto, han merecido felicitaciones, otros han recibido graves señalamientos de irrespeto a la voluntad de los ciudadanos. Este debería ser considerado un delito tan grave como el secuestro o asesinato de personas. Si no se tienen elecciones libres cuyo resultado sea respetado íntegra y absolutamente, no se puede decir que se trate de un país que vive en democracia, sino de otro que ha convertido a sus ciudadanos en siervos.

Debo reconocer que algunos partidos, aún aquellos que sólo alcanzaron posiciones lejanas, carentes de madurez cívica, protestan los resultados con el solo propósito de desgastar a las autoridades electas popularmente antes de que asuman en sus cargos. Buscan hacerlos llegar manchados de ilegitimidad.

Pero también es innegable que hubo fraude electoral o la intención de cometerlo. En este siglo, tal crimen habría sucedido, con mayor probabilidad, dentro del proceso electrónico de los datos. No sólo en Guatemala; en muchos países, incluyendo aquellos con mayor desarrollo cívico, este milenio abundó en denuncias públicas de “fraude informático”. Curiosamente, los señalamientos no se centraron sobre los partidos o candidatos sino sobre las empresas contratadas para prestar ese servicio.

Smartmatic en Venezuela, Servel en Chile, Cambridge Analitica en Inglaterra, Dominion Voting System, en Estados Unidos y muchas más, en casi todos los demás países. En nuestra Guatemala hubo ese tipo de señalamientos en la elección anterior, la que le precedió y también en otras anteriores. Verdad, conjetura, creencia o solo errónea sospecha, lo cierto es que el conteo consiguió cubrir con grueso manto de duda la legitimidad de los resultados electorales.

Me propongo esbozar un procedimiento sencillo, simple, económico, rápido y principalmente ―esto es lo más importante― transparente. Este sería como sigue:

Los datos consignados en el acta de cada mesa se deben trasladar a una página en la internet a la cual todos tengamos acceso todo el tiempo. Los miembros de cada mesa deberán corroborar que los datos ingresados sean idénticos a los que figuran en su copia personal. Si hubiera alguna diferencia, en ese mismo momento se puede y debe corregir. Cuando todo esté correcto, se trasladan a un totalizador que permanece a la vista, ahora no solo de los miembros de la mesa sino también del público en general.

Los resultados de esa mesa forman parte de un totalizador para el centro de votación a la que pertenece. Cuando todas las mesas de tal centro han registrado sus datos, estos son automáticamente pasados, a un totalizador que integre a todos los centros de votación que haya en esa particular población. Al tener completos los datos de todos los centros de votación en esa población, sus resultados se trasladan, también automáticamente, a un totalizador general para el Municipio al que pertenece esa población y así, luego a otro para el departamento y uno final para todo el país.

El sistema debe permitir que cualquier ciudadano pueda acceder a cualquiera de las páginas de datos, tanto a nivel de mesa como de centro de votación, de municipio, de departamento y general de la república, en cualquiera de las cuatro elecciones. Al mismo tiempo, debe impedir el ingreso de cualquier persona, ya sea particular, oficial o técnico al conteo. Nadie debe tener oportunidad de alterar las cifras.

Los miembros de cada mesa recibirán instrucciones para monitoreo permanente, tantas veces como quieran, pero obligadamente al fin del conteo, que los datos de su mesa no hayan sido adulterados. Además, vigilarán que no haya alguna “mesa fantasma”. De encontrar alteración, quien lo haya detectado se comunicará con el presidente de la mesa, el secretario o el vocal para hacer la denuncia. El ingeniero jefe (de preferencia un experto voluntario, ajeno al TSE) sustituirá la página alterada con la última copia de resguardo que se habrá guardado de la página completa (con ese propósito se haría una nueva copia minuto a minuto).

La codificación para identificar la totalidad de mesas debe ser puesta en conocimiento de los miembros de la mesa con instrucciones muy precisas de cómo tener acceso a ella. Esa información también estará en línea para que todos los ciudadanos podamos ver los resultados parciales en cualquiera de las diferentes páginas.

Si alguien piensa que se requiere gran capacidad de cómputo, me permito recordar que el conocido (y ya un tanto anticuado) Excel 2010, con el que operan las modestas laptops domésticas, puede manejar hojas de cálculo con un millón de filas y 16 mil columnas. Ninguna de las hojas propuestas tendrá la décima parte de esas dimensiones. Sé poco de programación de computadoras, pero entiendo que un programa como el sugerido puede ser desarrollado por un estudiante de esa disciplina. La protección para evitar el ingreso de un hacker sí puede ser muy compleja –si no imposible. Empero la permanente supervisión de más de 60 mil voluntarios garantiza el resultado.

Habrá dificultad en poblaciones remotas dónde no se tenga un servicio de internet adecuado. Empero, el número de electores allí suele ser reducido y no incide significativamente en los resultados nacionales. Su importancia radica en la elección de sus propios gobiernos municipales donde el conteo manual no debiera ofrecer mayor problema.

Es muy importante, para la transparencia y ulterior credibilidad, que todos los electores podamos ver en tiempo real los resultados. Que si un ciudadano oriundo de Quiché, por ejemplo, quiere conocer cómo le está yendo a su compadre candidato, pueda ir a la página de Joyabaj y observar los resultados de la mesa donde votó su lejana familia.

Lea más del autor Carta al presidente Giammattei

José Fernando García Molina

Guatemalteco, 67 años, casado, dos hijos, ingeniero, economista.Tiene una licenciatura en ingeniería eléctrica de la Universidad de San Carlos, una licenciatura en ingeniería industrial de la Universidad Rafael Landívar –URL–, una maestría en economía en la Universidad Francisco Marroquín –UFM–-, estudios de especialización en ingeniería pentaconta en la ITTLS de España.

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