Partidocracia
Evolución
Parafraseando al político español Gonzalo Fernández de la Mora, diría que partidocracia es aquella forma de gobierno en que las oligarquías partidistas ejercen la soberanía efectiva. Y cuando digo soberanía, me refiero al término en su denotación precisa, es decir la totalidad del poder político, el cual en la práctica no está sujeto al Rule of Law, concepto que en nuestras latitudes no acabamos de entender. Y esa Partidocracia, de hecho, a la cual algunos apodan inmerecidamente de “república”, o que la mayoría suele llamar “democracia”, es precisamente lo que tenemos en Guatemala. Ello, gracias a un pésimo diseño de nuestro sistema electoral.
Un síntoma de este mal endémico se evidenció de nuevo recientemente en el partido Movimiento Semilla. En diciembre del año pasado este partido expulsó a uno de sus diputados porque éste no votó de acuerdo con las instrucciones impuestas desde la cúpula del partido, como es común en nuestro medio. La semana pasada se conoció que el diputado en mención renunció al comité ejecutivo del partido. Entre acusaciones y señalamientos que se produjeron en ambas vías, la sub-jefe de bloque del partido, en declaraciones a la prensa, dijo: que devuelva la curul, porque la curul es del partido, porque la gente vota por el partido. Y si bien su posición y la de su partido, como la de todos, totalitaria, ignominiosa políticamente hablando, es la realidad. De esa misma manera, por poner otro ejemplo, pretenden readecuar el presupuesto a su sabor y antojo, para sacar ventaja para sus partidos en las próximas elecciones.
Los diputados no son más que súbditos que, a menos que se alineen a lo que ordene el dueño del partido, no tienen la más mínima ni remota posibilidad de, si quiera, poder participar en política. Ningún candidato que no esté dispuesto a plegarse será incluido en una posición favorable en el listado. La función del votante se reduce a asignar la respectiva cuota de poder a cada facción dentro de la partidocracia imperante. El problema, como lo he dicho tantas veces, es el maldito sistema de listados. Y la solución, como he dicho tantas veces, es la creación de sub-distritos donde se elija a cada diputado uninominalmente. Ese es el único sistema que al menos le da la posibilidad al elector de tener cierta injerencia y fiscalización sobre su “representante”, puesto que lo conoce y elige por nombre y apellido, es decir directamente, por lo que se responsabiliza a cada diputado por su comportamiento y actuación individual, la cual el elector puede evaluar concretamente, castigar o premiar.
Por cierto, el Tribunal Supremo Electoral presentó esta semana una iniciativa para reformar la ley electoral en el sentido de ampliar el voto en el extranjero para las consultas populares. Y la reforma de fondo, para la creación de sub-distritos con votación uninominal, ¿para cuándo?
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