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Por todos los caídos de las guerras

Compartiendo diálogos conmigo mismo

Por todos los caídos de las guerras

“No más destrucción de uno mismo. Conciliemos abecedarios y reconciliemos corazones. Démonos savia mutuamente. Salgamos dispuestos, con el despertar del día, a cultivar el abrazo entre sí. La fuerza del Creador nos espera, en un gran acto de amor, para secarnos las lágrimas y empaparnos de quietud”.

I  No volver a ceder jamás;

    a la tentación del combate

Que el recuerdo de los tristes hechos,

nos hagan repensar sobre lo vivido.

Sea aviso para no volver a la caída,

para no retornar a ceder al desamor,

que solo el amor con amor se aúna.

Debemos huir de todas las batallas,

nadie vence en ninguna contienda;

hay que contener nuestras miserias,

abandonar la lucha entre análogos,

pues avenirse es lo que da vitalidad.

Andamos necesitados de concordia,

nos falta coraje para surcar el bien,

para rehacernos en cada despertar;

pues la paz se construye cada día,

con el alma dispuesta y sin armas.

II  No retroceder nunca más;

     al estímulo del conflicto

Activemos el ser que hemos de ser,

bondad y verdad en movimiento,

luminaria y horizonte en cercanía,

pulsación y paciencia en itinerario,

verbo y verso en vínculo de latidos.

Démonos al empuje de la palabra,

al impulso del diálogo verdadero,

al cruce de las apacibles miradas,

al incentivo de la afable escucha; 

que oír y dejarse oír es sosegarse.

La violencia nunca resuelve nada,   

ni siquiera disminuye sus efectos,

ni sus consecuencias dramáticas;

es una fuerte derrota de la razón,

que no sabe respetar ni respetarse.

III No guardar ofensa alguna;

      morir absolviendo siempre

Liberémonos de toda hostilidad,

pongamos orden en vez de caos,

asentemos dignidad en la bajeza;

para que crezca el pan de vida,

por la gracia de Dios en nosotros.

Caminemos a corazón abierto,

por grande que sea el martirio.

Tomemos las riquezas interiores,

y ofrezcámonos a perdonarnos,

para que resplandezca el mundo.

Antes hay que mudar de aires,

hallarnos con la cruz de Cristo,

y descubrimos entre sus pasos;

para ser capaces de querernos,

como Él nos quiere a cada uno.

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Víctor Corcoba Herrero

Escritor Español

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