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Los Atlantes del Hermitage

Editado para la Historia

Debemos rendirnos a la evidencia. La mayoría de las antiguas civilizaciones nos hablan de gigantes que convivieron en algún momento con los humanos. Civilizaciones de América, de Europa y de África, a pesar de no haber tenido contacto entre ellas, nos hablan de los gigantes. Un arqueólogo sensato diría con toda autoridad que, de haber existido, habríamos encontrado sus restos en algún lugar.

La mitología griega no es una excepción en cuanto a los gigantes. Para los griegos, los Atlantes entablaron una guerra contra Zeus, en la que el Dios supremo salió vencedor. A los vencidos se les condenó a varias tareas y, en el caso de Atlas, el castigo fue soportar sobre sus espaldas el peso del universo. De ahí a que para que esta imagen del coloso soportando un gran peso sobre sus espaldas pasara a la escultura y a la arquitectura sólo había un paso.

Un ejemplo muy conocido de Atlas soportando el peso del universo en forma de escultura es la que se puede apreciar en Nueva York en la Quinta Avenida delante del famoso Rockefeller Center. Para que no sean catalogados de misóginos, los Atlantes que soportan pesos en arquitectura tienen su equivalente mujer, son las Cariátides y en numerosos antiguos edificios griegos encontramos representaciones de hermosas mujeres gigantes que hacen las veces de columnas para soportar el peso de algún techo o de algún balcón.

Toda esta reflexión me lleva a pensar no en uno, sino en 10 Atlantes que se han convertido en uno de los más importantes íconos representativos de la ciudad donde se encuentran: la hermosa ciudad del Norte de Rusia, San Petersburgo. La ciudad de San Petersburgo fue fundada por el emperador Pedro I en 1703, a golpe de miles de vidas sacrificadas luchando contra las ciénagas y humedales sobre los que se construyó. Fue Pedro el que, al fundar esta ciudad, exclamó que San Petersburgo era una ventana de Rusia abierta hacia Europa.

Pedro fue el primer zar en llevar el título de emperador (imperator en ruso, como en latín). Él comenzó un gran esfuerzo para sacar a su país de un profundo sopor feudal intentando convertirlo en una gran nación. Entre los edificios que construyó Pedro en su nueva ciudad está el Hermitage. Es necesario decir que fue su hija, Isabel I, la que realmente le dio auge a este Palacio y más adelante la emperatriz Catalina II, conocida como Catalina la Grande quien, en su fiebre de construcción, llenó de hermosos Palacios, construcciones y edificios de toda naturaleza la nueva capital rusa. De hecho, fue Catalina la que le dio el nombre de Hermitage, lugar de refugio de un ermitaño.

Si bien ya lo zares anteriores a Catalina II habían comenzado una incipiente colección de pintura y escultura, fue Catalina la que encargó a sus embajadores en Europa comprar cuanta obra de arte estuviera a la venta. Fue de esta forma que en el hermoso Palacio, a orillas del caudaloso río Neva, se fundó el museo en el año 1764, para que el público pudiera venir a ver las colecciones imperiales. El afán de enriquecer a Rusia con obras de arte de todo el mundo no fue exclusivo de Catalina y los emperadores que la sucedieron continuaron en esta tónica enriqueciendo cada vez más las colecciones.

Para mediados del siglo XIX, ya era evidente que todo lo comprado no se podía exponer en el edificio existente. Esa fue la razón por la que, a finales de los años 1840, se decidió crear un nuevo edificio, siguiendo el borde del Neva, en dirección noroeste. Después de un concurso internacional, este nuevo edificio se le encargó al arquitecto Leo Klenze de Munich. El edificio en sí no tiene nada de espectacular ya que, desde el principio, se quiso que el punto donde recayeran todas las miradas en esta nueva sede de las colecciones imperiales de arte fueran unos gigantes para recibir a los visitantes. En un principio se pensó en gigantes egipcios, representación de faraones, pero más adelante surgió la idea de que fueran jóvenes Atlantes.

El trabajo se le encargó al escultor ruso Alexander Terebénev después de presentar una obra en yeso. A diferencia de los Atlantes conocidos, hombres mayores, estos serían jóvenes varoniles que, haciendo un guiño a la tradición rusa, traerían un pequeño pedazo de piel de oso para ocultar sus virilidades. Como material para la obra se escogió un granito gris oscuro procedente de una cantera de las islas del lago Ladoga, al norte de la ciudad.

Durante 4 años, 150 orfebres trabajaron sobre la dura piedra para darle vida a 10 colosos, todos iguales. Fueron necesarios tres años más de trabajo para pulir y hacer brillar el granito y llevarlo al estado que le conocemos hoy. Cuando el zar del momento, Nicolás I, vio el resultado, le otorgó al escultor el título de miembro de la Academia Imperial de Artes y le regaló un anillo con un gran brillante. Estos Atlantes representan hermosos jóvenes con físico y belleza que recuerdan a los conocidos héroes helénicos. Las venas que afloran tras su piel se muestran hinchadas por la tensión debida al enorme esfuerzo que realizan. El nuevo Hermitage, que es el nombre que se le dio al nuevo edificio, finalmente fue inaugurado en el año 1852 y desde entonces sus 10 Atlantes que protegen su puerta principal han sido uno de los elementos icónicos que representan la antigua capital rusa.

Cuando llegó la Segunda Guerra Mundial, en momentos en que la ciudad había sido rebautizada con el nombre de Leningrado, las tropas nazis desde las afueras bombardeaban la ciudad y el Atlante que mira hacia el noreste, hacia el Campo de Marte, fue dañado por un obús. Pero ni siquiera un obús del horrible bloqueo al que los alemanes sometieron a la ciudad logró doblegar al Atlante. Casi por milagro apenas sufrió daños y, desde entonces, los peterburgueses consideran que ese Atlante tiene un poder especial, como protector. A él vienen los artistas en busca de inspiración, a él vienen los abuelos para contarles a sus nietos la historia de la ciudad. Se dice que tocarle el dedo gordo trae buena suerte. De hecho, los novios que van a contraer matrimonio en San Petersburgo tienen la tradición de venir la víspera de la boda a ver a uno de estos 10 Atlantes. Cada uno de los futuros esposos, tocando un dedo gordo con su mano y con la otra estrechando la de su pareja, cerrando un círculo con el fin de obtener un matrimonio feliz y saludables hijos.

El Hermitage no ha dejado de enriquecer sus colecciones, siendo hoy en día el museo que más piezas aloja en sus recintos en todo el mundo sin que por ello pueda exponerlas todas. Se calcula que más de tres millones de piezas de toda naturaleza forman parte del fondo de este maravilloso museo. Desde entonces, el palacio Menshikov también ha sido utilizado por el Hermitage para mostrar sus obras. De hecho, el hermoso edificio que se encuentra frente al Hermitage inicial, el Estado Mayor, con su espléndido arco y su conjunto escultórico de seis caballos tirando a la Victoria, también ha sido acondicionado, para mostrarle al innumerable público ávido en conocer los tesoros del Hermitage sus máximos exponentes.

El lector curioso puede encontrar en Internet y en YouTube una inmensa documentación que le puede narrar más sobre la historia y los tesoros de este fabuloso museo.

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Franck Antonio Fernández Estrada

traductor, intérprete, filólogo ([email protected])

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