¿Dictadura o Democracia?
Ventana Cultural
Mucho se habla que la situación que se está viviendo en El Salvador es una dictadura. No es para menos. Solo recordemos la historia. En El Salvador nunca ha habido un gobierno debidamente democrático. Recordemos algunos puntos y traigamos a colación a la filosofía para dar un poco de luz a este tema.
Recordemos el famoso libro de Platón, La República, no sólo relata sobre los tipos de gobiernos, sino, también describe que ninguno de nosotros es igual al otro, porque todos tenemos tres tipos de almas: la racional, la irascible y la concupiscible. Es decir, los que desarrollen el alma racional son los que deben gobernar; los de alma irascible, guardar y proteger el Estado; y, los de alma concupiscible, son los que desarrollarán el trabajo productivo.
Los sistemas de gobierno, de acuerdo a Platón son: la aristocracia, la timocracia, la oligarquía, la democracia y la tiranía. No me voy a meter a explicar a plenitud cada uno porque nos tomaría mucho espacio para hablar. Lo haremos en una siguiente oportunidad. Ahora, veamos cómo nos afecta en nuestro país.
Las dictaduras no sólo se manifiestan por la prolongación de una persona en el poder. Se va dando paulatinamente, va cercenando las libertades de a poco hasta que la población queda sin nada para vivir, para comer y debe recurrir a la violencia para obtener lo que quiere o necesita. Una forma muy común, es restringiendo la libertad de expresión.
Fijémonos en la historia. Antes de la llegada de los europeos al continente, específicamente los españoles, recordemos, cada una de las grandes civilizaciones, los mayores imperios como la azteca o la inca, o la maya, tenían un sistema de gobierno que ahora se conocería como socialista. A nadie le faltaba nada, todos tenían lo que merecían según sus habilidades y naturaleza. Los gobernantes, secretarios y regentes velaban por el bienestar de toda la población. Quien robaba por hambre, el que pagaba, era el encargado de dicha comunidad, y, si veían a un funcionario robando, era ejecutado también. Ahora, no se puede hacer eso.
El Salvador, y Guatemala, hasta donde se sabe, están en constante dictadura. Así como lo estuvo el resto de Centroamérica. El grupo de alma concupiscente, la oligarquía, gobierno que, desde hace mucho, dejó de existir, sigue dando sus patadas de ahogado queriendo acabar con aquello que hace a un país grande e independiente: hacer que el país sea productor y no deberle nada a nadie.
Es lo que muchos han soñado y no se ha logrado hacer. El mismo Alberto Masferrer, en sus análisis políticos lo recalca, parafraseando, la necesidad que cada quien haga su parte para que todo salga avante.
Hay Estados de Estados. Y pongo como ejemplo los países que más han marcado la historia actual: Rusia, por ejemplo, durante su historia, nunca buscó expandirse, solo unirse para defenderse de las fuerzas invasoras como los Otomanos, Napoleón Bonaparte, o los nazis durante la Segunda Guerra Mundial; y otros, como Estados Unidos que busca expandirse a toda costa aplicando el Destino Manifiesto y la Doctrina Monroe, donde establece que los Estados del Norte de América -ese caballo sin nombre, como se le llamó en una canción- pueden intervenir en todos aquellos países, gobiernos o regímenes que alteren los intereses de la nación, tanto su seguridad como su soberanía.
Marco Aurelio, el último emperador filósofo romano, dijo en una de sus reflexiones: “a este pueblo lo llevaré a la civilización a cadenazos”. Pero no se refería de una manera literal, sino, metafórica. Hablaba de cadenazos de amor. Los emperadores, no sólo eran escogidos por el senado, su mayor mérito estaba, no en ser hijo del emperador, sino en su capacidad de liderazgo, porque al hacerlo, podía ser el gran líder que un imperio necesita. Pero eso no se ve ahora. Quien manda y gobierna no tiene un ápice de conocimiento del sufrimiento de la guerra, de liderar combates, de tener la reflexión filosófica como arma.
Hago esta referencia para que veamos lo que está pasando, no solo en El Salvador, aunque es en donde me voy a enfocar, sino también, en toda Latinoamérica. Hace poco escribí sobre el caso del arresto y allanamiento del presidente y director del medio El Periódico, pero, no podemos cerrar los ojos y decir que estamos en una democracia, eso ya pasó, entramos al sistema tiránico dictatorial y se observa en todos los aspectos de la sociedad.
El Salvador, y Guatemala, hasta donde se sabe, están en constante dictadura. En estos países, desde el golpe de estado propiciado a Arbenz, y la caída de otros regímenes, se instaura en toda América Latina, el sistema de Representación Proporcional que, luego del fin de la segunda guerra mundial, Estados Unidos emplea el Plan Marshall para reconstruir Europa y devolverla de los escombros, entregándoles este Sistema de elección, donde el que gobierna es el partido político, independientemente del rostro que se ponga como representante, este sistema sigue vigente desde hace más de setenta años.
El Salvador, no cabe duda que ya pasó la línea de la democracia a la tiranía patrocinada por la oligarquía que, a ojos vista, no quiere soltar las riendas de unos países que ya no le pertenecen, pero, que siguen jugando a los dados con todos nosotros.
Muchos pensadores contemporáneos lo veían venir. Marx, por ejemplo, explicó, en su libro el capital -hablando a grosso modo- sobre las causas y efectos del actuar humano entorno a la economía, Hegel reflexionó sobre la familia, la propiedad privada y el Estado, Nietzsche nos hace referencia a la ética, así como lo hablaron, de otro modo, los antiguos filósofos griegos, por mencionar algunos. Muchos de ellos, por no decir todos, basaron sus reflexiones en torno al estado actual de la sociedad en que vivían.
Por supuesto, si nos basamos en las teorías de Platón, a través de sus diálogos con Sócrates sobre la conformación del Estado Ideal, la forma como nuestros países están gobernados dista demasiado de las formas óptimas de gobierno, porque, en palabras de Sócrates, votamos para ver quien maneja el barco en este gran océano llamado país, cuando es el timonel quien debe manejarlo; y el capitán, dirigirlo a buen puerto.
Realmente, recordando las palabras de Alberto Masferrer, para que este barco llamado Estado funcione, cada uno de sus tripulantes debe de hacer su parte para no naufragar en el intento.

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