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Retomar la Vida

Anotaciones

Caminamos con recuerdos y más nutritivo sería retomar la vida presencial, física,  de contacto, de saludos y besos.  Ni siquiera buscamos aprobaciones ni la aceptación irreflexiva de un “me gusta” de las redes, es tan simple estar con gentes desconocidas,  mirar a los rostros, gestos, escuchar nombres y saltar al ser nombrada; hay  una inexplicable alegría vital, todos los recuerdos se me agolpan al mirar  a gatos y perros en cualquier espacio, casa, parque, son, también mis amigos domésticos “peludos”, compañía y somos tan parecidos en la necesidad del cariño. Lo que pasa es que, los reclaman abiertamente con sus mordiscos tiernos o meneadas de colas y yo, muero contenta panza arriba en los parques, maúllo a los michis que se revolotean, ¿será qué estos animales nos adoptan? -ya el término mascota está obsoleto y en pandemia es el soporte y apego emocional, aparte de ser un emporio de explotación del afecto por el mercado, con falsas creencias alimentadas por las propagandas audiovisuales-.

Sin lenguaje profundo, nos comunicamos directamente, mirando a los ojos del canino o felina, así  como si le  habláramos  a los niños y nos conectamos directo al corazón, con un cariño sin lenguaje, sensorial, táctil del palpar, que sobrecoge de ternura,  esto, es casi imposible, al tratar con seres razonables, sensipensantes, más enrollados que una estopa y entonces, parecería mejor, el deambular en los cementerios, psiquiátricos, bosques, pero, que va, las ganas de compartir en los cafés, restaurantes y bares ‘’del mundanal ruido’’  nos ayudan al equilibrio psicoemocional y a colorear los momentos sin aspavientos.

La animalia amigable en familia nos enseña a amar, desde historias de crías por cuatro generaciones -recuerdo- comparten la vida y ayudan a mantener un sostén anímico, porque motivan la cooperación y responsabilidad en todas las facetas de ese mundo mamífero, desde la preñez , alumbramiento y cría de cachorros, muertes y nacimientos …  por supuesto, casi nada está oculto al mercado, y están a la moda alimentos, suplementos, vestuario, con notas certificadas de pedigrí como del jet set se tratara, y ahora, el retorno de la  “belleza natural” de las estrellas holliwoodenses están en el tapete. Será qué las diosas y dioses son más terrenales? Bien, nada más endovenosa de oxitocinas que las lenguas amorosas y tiernas de los cachorros.

Las personas tendemos, según la ciencia de la sociología y antropología al gregarismo, de pequeños grupos para la supervivencia con formas colaborativas, resolución de problemas y esperanzas… pero, las lecturas al ojo del cambio epocal , rumbo al tercer milenio, están en revisión y postulados de la historia o dogmas, mejor dicho, se revolucionan los paradigmas; el o la Sapiens reinventa o crea los días “inventando los días” y se instala en compañía o soledad consigo mismo en el viaje del vivir y dormir con la almohada peluda.

En pandemia se visibilizaron las brechas sociales y es imposible “tapar el sol con los dedos” las explicaciones y soluciones enrevesadas, discursos politiqueros, proyectos suntuosos “elefantes blancos”, extracción de minerales, “escaleras al cielo o al sub mundo”, ya no se aguantan ante la crisis ambiental, salvo la negación psicológica -mecanismo de defensa-“negación por excelencia” de muchos y que sigue invisibilizada por guerras, -continúa la película de la muerte en vida de humanos, extinción de plantas, de  animales, la hambruna que está la vuelta de la esquina, se calla o tapa, se sigue en “negación” y todavía se “olvida” que siempre hemos sido pasto de guerras, saqueos, epidemias y hambrunas. Callar y ocultar es el mejor oficio humano y se escucha poco a los científicos ambientalistas, campesinos, a uno mismo y nos enredamos en fiestas clandestinas o cualquier “corre, corre” sin tiempo…

Casi siempre el condicionamiento acomodaticio, nos apareja a compartir con seres parecidos o del mismo gremio y dejamos por fuera la diversidad de seres desconocidos, porque, supuestamente , nos sentimos seguros o cómodos con los que se parecen a nosotras o también, estas sean personas atractivas y dejamos por fuera al diferente, extraño y, ni siquiera se les percibe, a los “hijos e hijas de nadie”,  ni agua, saludo, ni un gesto agradable o desagradable. Qué “doctorado” tenemos en negar a los seres diferentes.

Digo esto, porque se apartan a los “especiales”, de color, ancianos o ancianas y cuando “alguien caído de la mata” se le ocurre contar un chiste o cantar y nos salva la noche -ni se les agrdece- o nos sonríe a media luz al perder una dirección y ese “angel” nos guía a puerto seguro, no hay modo de no verles su humanidad. Cómo se margina al vagabundo, pero, una cara bonita  atrae y no sabemos nada,  de donde vienen los infiernos o malas intenciones… puede cualquier vecino y  padre ejemplar dar el salto de cuerda al otro lado, de la supuesta normalidad; en realidad es poca la psicopatía y más las neurosis con su arcoíris displacentero, placentero o la bendita balanza psicoemocional.  Entre sentir una situación y reaccionar a ella, los neurotransmisores y las hormonas ayudan al cerebro a analizar, comprender, evaluar y comunicar lo que se está experimentando.

Como no se ven los neurotransmisores, neuronas, torrentes hormonales, colores del gusto, amores, rabias, ideales, nos dejamos llevar por las descargas sin ton ni son, la reactividad e impulsividad como la temeridad y racionalidad generan estragos  en este mundo diseñado para reaccionar sin procesar, ni reflexionar.

Retomar ahora o nunca, la lista mega supra postergada y hacerla realidad, no es ningún cliché hacer realidad lo imposible, soñar en pareja o en grupos es parte del sueño común y no solo con personas afines, porque en realidad, somos tan parecidos -en cualquier punto del planeta un rostro, unos ojos nos sonríen- y nos une el miedo, la llama de autoconfianza del sí mismo o misma que se intensifica al hablarnos, abrazarnos en comunicación dialógica sin temores, en  una especie de automatismo psíquico, del vivir surrealista -la tarea del surrealismo es lograr que los seres humanos vivan la realidad en todas sus dimensiones, para así transformarla, y crear un mundo libre, justo, feliz- del capitán poeta  André Bretónn y esto no es un psicologismo o cualquier ísmo, que se pueda adjetivar  para despreciar la importancia de la psicología, del mundo interno individual y menos es un culto al yoismo ni narcisismo, pues se  parte del principio elemental, del aparato psicológico, que todavía no es medible como la glucosa en sangre, pero sí es monitoreada, por datos -datismo- del sistema inmune, endocrino, sistema nervioso central, aparato gástrico.

Las neurociencias cual agujero negro se abocan al estudio  del conocernos -el quid es comprender cómo funciona el sistema nervioso para producir y regular emociones, pensamientos, conductas y funciones corporales básicas, incluidas la respiración y el corazón, como el estudio de  las enfermedades y  los trastornos que causan problemas al crecimiento o funcionamiento del sistema nervioso-. Cuanto sufrimiento evitaríamos con la prevención de patologías, neurosis, se evitarían dependencias farmacológicas “efectos residuales”, estados crónicos, de traumas, melancolías,  enigmas,  que nunca se dicen y quizás una sencilla psicoterapia podría aminorar el sufrimiento, los miedos.  Todavía se mantienen los prejuicios en torno a la salud mental y menos “vamos a terapiar”.

Otra sería la percepción de la vida al aceptar psicoterapias como ir al chequeo dental, de laboratorio, a “terapiar la vida”, partiendo de algo sencillo del “derecho a estar loca o loco” y no esperar ¡ay diciembre! para  romper los platos y “poner la torta”.

Les invitamos a salir de casita con su peludo o peluda o si no lo tiene, al recuerdo también vale todo con la imagen del amado, caminar, sentir y conversar con los árboles, escuchar a los pájaros, pintar al descubrir nuevos colores en la misma acera recorrida “n” veces, danzar a la sombra de los árboles bajo la luna, descubrir el rostro amado y leer sus gestos desconocidos, columpiar el alma en un parque infantil y compartir las cotufas, abrazar a Marco Tulio -vende raspadillas de frutas desde hace 40 años-,  al chico de verde con problemas de lenguaje que cuida los carros y está pendiente de las personas que toman café, al borrachín amanecido con su perra fiel “quincena” -espera sus bocadillos, boquitas- o la adulta mayor que celebra 75 años e invita un trozo de queque -trabaja en servicio doméstico-.

Es hoy, y mañana no sabemos nada, sin obsesión ni paranoia disfrutemos el instante sola o acompañada -nunca estamos en plena soledad- y así emulando al vate Andrés Eloy Blanco de todas las niñas y niños son nuestros hijos e hijas, todos los animales y en especial los “peludos”, son eternos acompañantes en este nano deambular en medio de montañas, rumores de ríos y las hermanas piedras, rocas que se desprenden y emiten sonidos pétreos, y casi claman ser tomadas  y así vamos juntando amores, peldaños con palillos en nuevos nidos que alguien ve, o siente al leer la naturaleza, en un tris tránsfuga…

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Ana Anka

Ana Anka (Lima, Perú, 1955), residente en Venezuela. Soy escritora, poeta, articulista, promotora cultural, editora, Psicóloga, locutora, he sido profesora de psicología de la Universidad de Oriente, Núcleo Monagas y Psicóloga en Educación Especial de la Zona Educativa del estado Monagas. Desde 1992 vivo en Maturín, Monagas, Venezuela. Entre mis libros publicados figuran: Ensayos y compilaciones (1987) Mimetismo Pendular. Huídos de Saturno, (1999). Eros y pedagogía (2005), Batería de poetas Avanzadoras (2014), Anacópula, (2017). Desde el mismo punto, (2018). Mis libros los he presentado en ferias internacionales de libros de Venezuela, Costa Rica, Panamá, Cuba y Perú.