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Una propuesta de impuesto único

Guatemala Constitucional

Menos poder de los gobernantes es más libertad de los gobernados y más prosperidad de todos.

Hay decenas de definiciones de impuestos. Subyace, en algunas, la intención de santificar los impuestos y dotarlos del milagroso poder de crear progreso económico. Sea cual fuere la definición, los impuestos equivalen a una expropiación de una parte del patrimonio privado. Se presume que se debe expropiar solo la parte necesaria para financiar el costo en que incurre el Estado para procurar, mediante aquellos en quienes delega el ejercicio de su poder, el bien de todos los ciudadanos.

En nuestro país se pagan por lo menos 10 impuestos, de los cuales, durante el presente año, el Estado obtendrá casi 74,000 millones de quetzales. Por lo menos 70,000 millones serán asignados para pagar el costo de “funcionamiento” del Estado. El “funcionamiento” de la Presidencia de la República costará, por ejemplo, 204 millones de quetzales; cantidad que equivale a casi 560,000 quetzales diariamente, o 23,000 quetzales por hora.

El peor de los impuestos que hay que pagar en nuestro país es el impuesto sobre la renta. Es un impuesto sobre la ganancia que obtiene una persona jurídica por servir al prójimo mediante la producción de bienes y servicios. Es también un impuesto sobre el beneficio que obtiene una persona natural por ser económicamente muy productiva. Karl Marx, enemigo de la libertad económica, recomendaba, en la sociedad capitalista desarrollada, incrementar este impuesto hasta destruir esa sociedad e instaurar el socialismo, etapa preliminar del comunismo.

En nuestro país, los impuestos deben tener un límite. Debe ser objeto de limitación el número, la clase y el valor de los impuestos. Sobre el número, proponemos pagar un solo impuesto. Sobre la clase, proponemos, por ejemplo, un impuesto sobre el valor agregado. Sobre el valor, proponemos un límite máximo de 10%.

Ese impuesto único tendría varias ventajas. Por ejemplo, por no ser impuesto sobre la renta, no obstruiría la prosperidad. Por ser único, posibilitaría que los gobernantes se especializaran en recaudarlo, y esta especialización incrementaría la eficiencia y reduciría el costo de la recaudación. También por ser único se reduciría el costo de tributar. Y su efecto antieconómico en la asignación de recursos económicos para ahorro e inversión, o para producción, intercambio y consumo de bienes y servicios, sería menor que el de otros impuestos.

Varios países han tendido a crear un impuesto único, que no necesariamente tiene que ser impuesto sobre el valor agregado. Lo importante ha sido eliminar una absurda multitud de impuestos que complica la tributación, incrementa el costo de tributar, aumenta la burocracia, crea oportunidades de corrupción gubernamental y finalmente obstruye la prosperidad.

En Europa, el primer país que emprendió la reducción del número de impuestos, con tendencia a un impuesto único, fue Estonia, a partir del año 1994. La reducción de impuestos contribuyó a incrementar la prosperidad económica y la renta personal, y a reducir la cesantía laboral. El éxito de Estonia persuadió a Rusia de reducir también el número de impuestos, y tender a un impuesto único. La reducción fue decretada en el año 2000 y adquirió vigencia en el año siguiente. El producto interno bruto aumentó, y hasta se incrementó el tesoro público. Otros países que, también en Europa, han reducido el número de impuestos, con tendencia a crear un impuesto único, son Lituania, Letonia, Eslovaquia y Rumania.

Opinamos que la Constitución Política de Guatemala debe crear un impuesto único como el que proponemos, con el límite máximo que también proponemos. El Congreso de la República, que es el órgano legislativo del Estado, no podría decretar más impuestos. Podría reducir el valor del impuesto único; pero no podría incrementarlo hasta exceder el límite máximo. Y el órgano ejecutivo del Estado no podría decretar gravámenes que fueran equivalentes a impuestos o atributos. No podría, por ejemplo, decretar gravámenes sobre bienes importados. El régimen tributario sería extraordinariamente simple, propicio para reducir el costo de pagarlo y cobrarlo, y para enriquecer al país y al mismo tesoro público.

El impuesto único podría instituirse gradualmente y de modo que pudiera compensar el aporte de cada impuesto eliminado, con el fin de evitar un colapso o un caos financiero de la actividad legislativa, judicial y ejecutiva del Estado.

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