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Cuando deseo abrazarte

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¿Te has preguntado, qué sientes cuando te abrazan?, ¿sorpresa?, ¿extrañez? (por desconocer el motivo de la acción como tal); hipocresía; ¿algo que esperas producto de una acción meritoria y que como resultado o respuesta surge una sonrisa, y porque no una lágrima?

¿Se requiere de palabras – de quien abraza o de quien recibe – para darle mayor fortaleza al abrazo como tal?

Supongo que como mismo se me ocurren tantas interrogantes cuando escribo este artículo, paralelamente tu cerebro estará buscando respuestas o en el mejor de los casos apoyándose de los recuerdos – que se generan en la estructura cerebral llamada hipocampo y se almacenan en la corteza prefrontal en la parte frontal del cerebro – de cuales fueron los mejores abrazos recibidos o los que faltaron en el momento oportuno, cuando lo necesitabas.

Por cierto, ¿qué entendemos por abrazar? “Acción y efecto de estrechar a alguien entre los brazos a impulsos del amor o cariño o en señal de salutación, despedida, reconciliación, etc.”

Acción que difiere entre el hombre y la mujer al abrazarse, éstas últimas atraen hacia sí con un gesto de acercamiento de la cabeza sobre el hombro de la otra persona, el cual parece ser mucho mejor que cuando la conexión es a través de una palmada en la espalda, propia de la mayoría de los hombres, aunque en ambos casos se evidencia una conexión física y emocional con la otra persona, la primera más expresiva, la segunda mencionaría que un tanto conservadora.

El factor fundamental será el porqué del abrazo, por ejemplo, estudiantes a los cuales les diste clase y estas en el acto de su graduación, predominando el saludo con la mano – para ambos sexos – o el beso en la mejilla para las egresadas. Pero, ¿si fuese aquella o aquel estudiante que le impartiste clase en una o más ocasiones, que fue una persona – de no tan buen desempeño en un comienzo – y hoy se gradúa como el o la mejor de su graduación, ¿te limitarías a extender tu mano, como docente?

En el peor de los casos cuando tu vida la haces rutinaria y tu prioridad es el trabajo y atender de “lejos” los problemas de tus hijos o nietos y uno (a) de ellos te pide un abrazo, no esperado, ¿qué harías?

No dudes que lo ¿raro? de la solicitud estará determinado por un posible mal momento que estará pasando el familiar y que tu abrazo será un excelente catalizador para que se genere un espacio abierto de comunicación entre ambos.

Mostrar cariño y afecto hacia las personas ayuda en el desarrollo normal de la vida. Los besos y, sobre todo, los abrazos, forman parte de un instinto universal, una respuesta natural a los sentimientos de amor, afecto, compasión, necesidad y alegría.

Con un abrazo vas a sentir que no estás solo y te sentirás querido y valorado por quienes te rodean. Solo invirtiendo 20 segundos, lograrás un importante efecto terapéutico. Por cierto, te recuerdo que abrazar es gratis.

Y concluyo con este poema:[1]

Quizás la casualidad haya hecho su parte,
pero no puedo evitar preguntarme,
porqué los abrazos se llaman así.

Más que abrazos se precisa para darlo.
Hombros para el llanto.
Pecho para el cobijo.
Caricias para el consuelo.
Piernas para la intimidad.
Alma para el amor.

Necesitarás más que el alma para sentirlo.
El perfume de su cabello.
El sabor de sus labios o lágrimas.
El susurro de su respirar.

Cada necesidad requiere de una fuerza en sincronía.
Cada intento demanda de dos partes.
De otro modo jamás será sincero.

Lucas Sampor.


[1] “Guía para un abrazo sincero” Poeta argentino.

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Ernesto González Valdés

Nació en la ciudad de La Habana, Cuba y es nacionalizado Nicaragüense tiene estudios superiores de Licenciatura en Pedagogía y posgrados en Química Orgánica y elaboración de materiales didácticos.

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