El vacío que deja la Escuela Normal
Dedicado al día del Normalista hoy 25 de septiembre
“¿Qué puede hacer el maestro, encadenado a un medio en donde la preparación es un estigma y en donde se suprime como entidad peligrosa la Escuela Normal? Sin maestros, pero maestros auténticos, la redención del país por la escuela no puede ser”. Mardoqueo García Asturias.
Los antecedentes de la formación de maestros en Guatemala, se ubica en el período del Doctor Mariano Gálvez de pensamiento liberal quien inauguró la Escuela Normal de Primeras Letras. Proyecto pedagógico que fue silenciado por el dictador Rafael Carrera de claro pensamiento conservador antiliberal.
Fue a partir del año de 1875, que se reinician los estudios conducentes a formar maestros, bajo la Presidencia de la República de Justo Rufino Barrios y su Ministro de Instrucción Pública el positivista Marco Aurelio Soto. Se contó para la conducción de la nueva Escuela Normal Central para Varones, con el pedagogo cubano José María Izaguirre, que a su vez invitó como docente a José Martí quien nos legó el hermoso texto: “Y me hice maestro que es hacerme creador”, colocado en la puerta de entrada de este centro educativo.
La historia de la Escuela Normal después de este período liberal, ha tenido altibajos, como la incidencia negativa de Reyna Barrios quien la suprime y la articula con el Instituto que formaba bachilleres, similar de lo que sucede hoy día. Sin embargo, con la revolución del cuarenta y cuatro, ésta institución centenaria, cobra de nuevo energía bajo la orientación del educador Doctor Juan José Arévalo desde la Presidencia de la República. Se modifica el currículum y se inaugura el internado para estudiantes de provincia, lo cual fue anulado por el dictador Coronel Enrique Peralta Azurdia. Arévalo, nos legó ese amor por la docencia en uno de sus libros titulado: La Inquietud normalista.
Habrá también que recordar, la impronta de la Escuela Normal ante la vida pública del país, tales como la participación de sus estudiantes y docentes en los movimientos populares que derrocaron al dictador de 22 años, Manuel Estrada Cabrera, así como su incidencia en la caída del general Jorge Ubico y Ponce Vaides, para desembocar en el triunfo de la revolución del cuarenta y cuatro. Ya, en la década del sesenta del siglo veinte, se manifiesta en la sociedad guatemalteca, un malestar frente al gobierno corrupto y anárquico del general Miguel Ydigoras Fuentes, con las gestas de marzo y abril de 1962, lo cual significó la caída del gobernante. Los años que siguen, también debemos dimensionar la destrucción del antiguo edificio de corte modernista, por otras instalaciones diferentes y poco amigables con el quehacer pedagógico.
Ahora, nos encontramos bajo una realidad distinta en la cual, autoridades gubernamentales, desde el gobierno del general Otto Pérez Molina y consolidado por el del expresidente Jimmy Morales, decidieron suprimir de nuevo, las Escuelas Normales que por antonomasia han sido formadoras de maestros. En su lugar se crearon centros educativos a fin de titular bachilleres que los facultara para ingresar a la Universidad a realizar estudios de pedagogía y convertirse así, en los nuevos “profesores”. Suprimieron la formación de “maestros” en las Normales y se perdió el espíritu del normalismo.
Esta lamentable experiencia educativa, obviamente tiene sus repercusiones a largo plazo. Debió según mi criterio, analizarse con detenimiento recorriendo por ejemplo, la historia de la educación guatemalteca y la impronta de la Escuela Normal en la sociedad. Recordemos que en educación una acción educativa alcanza mínimamente consecuencias negativas o positivas por un período de al menos veinte años. Una carretera destruida, es relativamente fácil reconstruirla. En educación no es así, porque las generaciones de estudiantes se ven afectados por acciones que tomaron las autoridades gubernamentales y por lo tanto incide por largo tiempo. De ahí el cuidado que se debe tomar al asumir determinadas políticas educativas y su implementación en el hecho pedagógico, porque esto tiene que ver con la integralidad del ser humano.
Sé que aún es temprano para llegar a conclusiones acerca de este hecho educativo en torno a la nueva formación de maestros. Pero los centros de investigación en el ámbito de la educación que existen en algunas universidades, están obligados a profundizar en este tema por lo que deberían ya de estar abocados a darle seguimiento a este proceso y marcar el paso de lo que está sucediendo en las aulas, así como su inserción pedagógica en el sistema educativo educacional.
El legado del normalismo en Guatemala es profundo, de ahí que desterrarlo a partir de políticas y acciones educativas pensadas y asumidas ligeramente, no es fácil. Recordemos que en las Escuelas Normales se forjaron las conciencias lúcidas que le dieron sentido a la educación en Guatemala, así como la presencia de grandes intelectuales. Este legado cultural no se puede archivar, con lo que hoy lamentablemente está sucediendo. La Escuela Normal debe ser rescatada y su espíritu de formación de maestros integrales, se convierte más temprano que tarde, en una hermosa tarea a realizar.
Viva en esta fecha del 25 de Septiembre, la Escuela Normal Central para Varones.
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