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Blonde: O de cómo nació la coca cola del sexo en Hollywood

La cinta más esperada de este 2022, cuya protagonista (Ana de Armas) está siendo ya candidateada para los Óscares por las redes sociales, Blonde (EU, 2022), es también una versión muy libre de Andrew Dominik que se basa en el libro de Joyce Carol Oates, del mismo nombre, que da cuenta de las sombrías andanzas de la célebre actriz norteamericana Marilyn Monroe.

Aunque la historia narra las trágicas desventuras de una Norma Jeane Mortenson –su nombre real- desde que era una pequeña niña, el ícono femenino más famoso de Estados Unidos es retratado de una manera intimista y profunda, en una versión un tanto erotizada.

Si bien los datos estrictamente biográficos sobre Marilyn Monroe difieren notoriamente del libro de Oates, el guion adaptado también modifica muchos aspectos. En esta cinta se pretende resaltar el hecho de que la diva californiana vivió toda una vorágine de abusos, traumas, vejaciones, ultrajes y dolores físico-emocionales. En este sentido las tres versiones (oficial-libro-guion) coinciden y se fusionan en la esencia, pero existe una discrepancia sustancial por razones poderosas de taquilla.

De cualquier manera, es una biopic parcializada que enfoca la visión interior de la canonizada sexsymbol de los años cincuenta. La narración es desigual, a manera de flashazos, sin una cronología ortodoxa y con cambios súbitos de secuencias y tiempos. Con saltos de color a blanco y negro y viceversa, el largometraje de casi tres horas de duración y una banda sonora de fuerte tensión dramática, pretende ser antiglamorosa al irrumpir con sus escenas provocativas o incómodas para el espectador, una tras otra.

Todas las situaciones y personajes giran alrededor de la Monroe, aunque los diálogos fluyen intercalados de forma indistinta, que parecieran ecos o voces lejanas ante un monólogo desorientado. Es como si hubiera un mundo de reminiscencias agolpándose en la cabeza de alguien sedado o bajo los efectos de alguna droga, aunque sin llegar al delirio y manteniendo la coherencia.

De este modo, el neozelandés, director de películas irreverentes y de fuerte carga criminalista, como Chopper (Australia, 2000), El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford (EU, 2007) y Mátalos suavemente (EU, 2012), da un giro diez años después para cambiar de contexto, estilo, ambientación y hasta concepto. A diferencia de susodichos trabajos anteriores, Blonde (EU, 2022) nos lleva al mundo del cine dentro del cine y las perversos costos de la fama que un símbolo sexual debe tragarse, y… sin escupir.

Dominik, quien escribe y dirige sus propios guiones, en esta ocasión decidió polemizar fuertemente, ya que incluyó partes muy espinosas para la audiencia general. Con una especie de softporno, trató de evidenciar el sexismo más cruel que una mujer atractiva paga cuando quiere mantenerse en la cima. El problema está en que manejó una estética visual que pareciera complacer precisamente a quienes debe increpar o aquello que necesita ser satanizado: la violación sexual, el abuso de poder, el maltrato psicológico, la humillación, la denigración, etc., aspectos que aún persisten en el medio artístico, en ese patriarcado nefasto que inflige su abuso a las jovencitas aspirantes, con su insensible misoginia y machismo más impune.

Si la intención del discurso en la película era denostar ese submundo de “criminalidad social” o aberraciones y prácticas de abuso subliminal, quizá debió haberlo enfatizado en otro matiz más lúgubre, con una decoración más ácida y con alguna resolución catártica, ya que de cualquier manera Dominik utilizó varias licencias de ficción (recurrió a modificar la biografía) para romantizar esa vida oscura detrás del glamour de Marilyn Monroe

En Blonde prevalece la poesía, la riqueza en la fotografía y la suave ambientación auditiva, recursos para magnificar ese profundo vacío y frivolidad más acendrada, en imágenes que en lugar de incomodar al odioso establishment del poder, lo acreditan.

Precisamente por ello al final, se tiene la sensación de vacío e impotencia, para quienes no toleramos el abuso, y por otro lado la complacencia para quienes cosifican a la mujer. Pero en pocas palabras, si el director quiso estremecer a una audiencia y levantarla de su zona de confort, en su intención pareciera mostrar a este personaje como una Coca Cola sexual, porque todos se la beben como buena “chispa de la vida” en su eslogan. O por el simple hecho de su forma o su sabor, “porque está muy buena”, y porque está al alcance de cualquiera. Un típico producto de consumismo estadounidense, como una obsesión masiva a niveles pornográficos, sin importar el daño que causa o nos causamos.

Ello podría ser la consigna que prevalece, ya que la cinta no pretende ser una fuente de datos al pie de la letra, de un personaje que ha sido retomado miles de veces en libros, películas, obras, galerías de arte y un largo etcétera. Sería como redundar en el mismo océano ya muy sobado. Lo que sí expone, es una nueva visión, una distinta perspectiva más unipersonal, tratando de generar empatía en una heroína denigrada al mostrar su lado más triste, lo cual provoca una lástima infinita.

El resultado de este largo experimento fílmico, es un blockbuster (bomba de taquillas) para adultos, chocante e incómodo que se disfraza de cine de culto caza-premios y apunta su mirilla hacia los Óscares, por su millonario presupuesto y el faraónico trabajo de composición cinematográfica, amén de la fidelísima caracterización de Marilyn Monroe, hecho por la naciente estrella cubana Ana de Armas. Aun así, sólo vale la pena desde una óptica anecdótica, para curiosear el mundo del espectáculo en esa época, para generar repulsión a todas luces, aunque esa sensación de vacío al final, se debe a que el director no es contundente para denunciar la cruda realidad de showbusiness gringo, solapado hoy y siempre por todo el aparato de poder del Estado y sus lacayos medios de comunicación. Dominik se queda en un intento estilizado de un tema brutal de odio, pero aun así se vaticina un éxito en todos los planos por el morbo que siempre una polémica de esta índole ocasiona.

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Alfredo Hidalgo Nieto

Nativo de Chalco, estado de México, pero avecindado en el barrio popular de Jamaica, Distrito Federal, este escritor (teatro, crónicas, reseñas de cine, editoriales y artículos) se la juega -día con día- en las letras que brotan a borbotones de su cabeza, sin tener la certeza de ser publicado, por la cada vez más difícil vida de los medios impresos. La única certidumbre en todo caso, para este inquieto autor, se localiza en la práctica confiable y cotidiana del Internet. Y precisamente, gracias a ello, es ahora cuando Hidalgo Nieto puede ser llamado a formar parte de la familia creativo-literaria.

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