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Dos Repúblicas

Teorema

En mi opinión, si a una nación se le puede llamar “País hermano de Guatemala”, es a El Salvador. Tradiciones, costumbres, raíces indígenas y europeas comunes, relaciones comerciales, lazos de sangre… Durante la colonia y la formación de nuestro mestizaje las fronteras solo fueron líneas de definición política. Muchos nacidos aquí viven allá y otros que nacieron allá radican aquí. Hay fluidez por razones familiares, de negocios o turismo y es mayor que entre dos departamentos distantes. Ir a El Salvador es diferente de ir a otro país. Allá somos tan bien recibidos como ellos aquí. Quizá no haya otros dos países centroamericanos con semejante afinidad.

Nuestra historia política de los últimos 50 años también es similar. Como ellos, tuvimos gobiernos dirigidos por militares en los años 70. Después, en ambos hubo una junta de gobierno militar. La de ellos tardó dos años y medio (concluyó en 1982) dando paso a un presidente provisional que gobernó hasta junio de 1984. La nuestra, efímera, fue sustituida por dos gobiernos provisionales (1982 a enero 86). Ambos países promulgaron una nueva Constitución. En diciembre de 1983 la de ellos. En junio de 1985 la nuestra. Los dos firmaron acuerdos de paz con sus respectivas guerrillas. Ellos en enero de 1992, nosotros en diciembre de 1996.

Advierta que El Salvador nos ha sacado la delantera en hasta 5 años.

Desde 1984 El Salvador ha tenido 8 gobiernos constitucionales, con períodos de cinco años. Nosotros, de 1986 para acá hemos tenido 9 gobiernos por elección con períodos de 4 años. El Salvador ha sido gobernado por tres partidos políticos, la DC (izquierda), ARENA (derecha, 4 veces), FMLN (ex guerrilla marxista 2 veces). Y ahora por Nuevas Ideas, cuya ideología Wikipedia clasifica de derecha y como “Nacionalismo salvadoreño”. En Guatemala ningún partido ha conseguido reelegirse. Acusaciones de enriquecimiento ilícito de sus gobernantes y funcionarios, podría ser la causa. El Salvador no ha estado exento de tales señalamientos.

Por actos criminales fueron sentenciados a prisión los expresidentes Francisco Flores (ARENA), Mauricio Funes (ARENA) y Antonio Saca (FMLN). En Guatemala lo fue Alfonso Portillo (FRG). Álvaro Colom (UNE) y Otto Pérez (PP) guardaron prisión provisional. Pérez lleva 7 años de encierro. En Guatemala, los presidentes y sus partidos no son los únicos en desarrollar altos niveles de corrupción. Es el sistema político nacional, en general el que está podrido hasta el tuétano de sus huesos.

Mi lectura es que la corrupción política en El Salvador, hasta 2019, era muy parecida a la de Guatemala. Quizá más pronunciada la de aquí, pero solo con diferencias de grado. A mediados de 2019 Bukele empezó a gobernar El Salvador y seis meses después, en enero de 2020, Giammattei asumió la presidencia de Guatemala.

Visto de lejos, encuentro que la corrupción política en El Salvador se redujo considerablemente. Quizá no tanto, como argumentan sus funcionarios. Pero sí parece haber una reducción significativa. La corrupción podría haber quedado relegada, principalmente, a autoridades menores como agentes de policía, de aduana, secretarios en los juzgados, algunos diputados…

Un cáncer que ya hizo metástasis en todo el Estado tiene mayor posibilidad de resurgir que de ser eliminado.

En Guatemala las denuncias públicas a través de las redes sociales indican que contrario a reducirse, la corrupción dentro del Estado ha crecido. Aún si solo uno de cada diez señalamientos en contra del presidente, sus funcionarios y amigos, o los diputados, jueces y magistrados tuviera sustento en actos corruptos reales, la corrupción en el Estado sería colosal. La corrupción en el Ejecutivo parece superar la sucedida durante los gobiernos de Cerezo, Pérez y Portillo, lo que es mucho decir.

Bukele anunció que será candidato presidencial para el período 1924-29, la noticia causó espanto entre los políticos de oposición y el aplauso de sus seguidores. Su triunfo electoral es previsible por varias razones: Ha creado un buen clima de seguridad ciudadana; redujo severamente las extorsiones; consiguió que haya menos asesinatos que en el resto de la región; edificó hospitales de primera calidad; dotó a los escolares de computadoras para que puedan prepararse con auxilio de la tecnología, lo que permitirá depurar el magisterio despidiendo a los maestros bochincheros, incapaces, ignorantes… El futuro de niños y jóvenes dependerá sólo de ellos y el empeño que pongan a su preparación. Al menos en cuanto a formación académica, en El Salvador la brecha entre ricos y pobres ha empezado a reducirse.

Por encima de esos y otros logros en la infraestructura pública, lo que más parece haber seducido a los electores salvadoreños es la terca insistencia de Bukele exigiendo que se respete la soberanía de su país y se permita a El Salvador tomar sus propias resoluciones sobre su futuro nacional. Su reciente discurso ante la ONU expresa el grito ahogado de los patriotas de América, Europa y Asia que exigen a Estados Unidos respetar su autonomía.

El BID, el FMI, el BM y otros bancos internacionales donde EU es accionista mayoritario cerraron su puerta a El Salvador. Bukele se vio compelido a buscar el apoyo de países como China. En franco y abierto contubernio el Departamento de Estado, el Congreso y la misma Casa Blanca declararon corruptos a varios funcionarios de El Salvador. Bukele se abstuvo de hacer denuncias parecidas sobre funcionarios del gobierno de EU.

Los detractores de Bukele lo acusan de ser autoritario; irrespetar los derechos humanos de los reos; violar la Constitución; buscar convertirse en dictador; ser populista; irrespetar a Estados Unidos; y crear una amenazadora relación con Beijing. Además, muchas otras ocurrencias surgidas de la creatividad política de quienes lo adversan.

Creo que las acusaciones citadas tienen mucho de verdad. La suya es una personalidad autoritaria, decidida, impulsiva, es de los que primero pegan y después se disculpan… Si estuviera gobernando Finlandia o Dinamarca estaría muy mal, no encajaría. Pero El Salvador, como Guatemala, tal vez requieren de una dirección así.

Sin su carácter autoritario ¿habría podido enfrentar la estructura de corrupción que, como la nuestra, llegaba a todos los niveles de la administración pública salvadoreña? Esa es la gran hazaña cuya dimensión muy pocos están dispuestos a visualizar siquiera. Son cuarenta años de corrupción, robo y crimen con cifras que van de cientos de millones, quizá más, hasta pequeñas “mordidas”. Causa el enojo de los políticos que acaso ven en Bukele un modelo que pudiera ser replicado en los países que controlan.

Efectivamente, los extorsionistas sufren malas condiciones en los presidios, pero conservan la vida. Esa es una ventaja que muchas de sus víctimas no tuvieron. Creo que muchos, optaríamos por recibir la crítica de la prensa, de los gobiernos y oficinas de DDHH del mundo, a cambio de tener, como en El Salvador, a mareros y sicarios en prisión sin importarnos mucho si comen bien o no.

No conozco la Constitución salvadoreña, pero pienso que debe ser como la nuestra, con aciertos y errores e influida por las presiones políticas de la época cuando fue redactada. Creo que el pueblo es soberano y que sus decisiones, cuando son expresadas libremente por una mayoría contundente, deben prevalecer, incluso, sobre la legislación en vigor. Irrespetar esa voluntad expone a los países a males mayores, como una revolución o un Golpe de Estado.

La elección de sus autoridades en elecciones libres es una de las pocas formas de expresión de los pueblos. Si en libertad, la nación salvadoreña elige a Bukele, esa decisión debería ser respetada por todos, nacionales y extranjeros.

Algo de verdad hay también en que Bukele sea populista. Lo es en su forma de vestir, al hacerse “selfies”, por su forma de expresarse o por exagerar los éxitos de su gobierno… Pero no lo es en cuanto al empeño que pone en cumplir lo que ofrece a la familia salvadoreña.

Pienso que Bukele seguirá adelante, sin importar lo que quiera Washington. Sabe que EU es experto en desinformación y complots y que buscará causar daño a su imagen y popularidad. Conoce que la CIA maneja procedimientos más “convincentes”. Con todo, creo que va a estar en las papeletas y que ganará la elección.

Un año después, cuando haya restablecido su imagen pública interna, su liderazgo será aún mayor. Estará en condición de convencer a los salvadoreños de aceptar que inversionistas extranjeros acudan al país para crear una infraestructura privada de comunicaciones por aire, mar y tierra propia de los países más desarrollados del orbe y con ella recibir también a empresas de alta tecnología que entrenen y den empleo calificado a los ciudadanos.

Ojalá se cumpla de nuevo el seguimiento político de los 40 años anteriores y en Guatemala tengamos un Bukele en la presidencia 2024-28 y también, con cinco años de rezago nos deshagamos de este manto de corrupción que nos empobrece hasta ahogarnos. Aunque también puede suceder que volvamos a elegir mal como en ocasiones anteriores y que, agitando la mano en el aire, le digamos adiós a nuestra hermana República de El Salvador en camino hacia el pleno auge.

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José Fernando García Molina

Guatemalteco, 67 años, casado, dos hijos, ingeniero, economista.Tiene una licenciatura en ingeniería eléctrica de la Universidad de San Carlos, una licenciatura en ingeniería industrial de la Universidad Rafael Landívar –URL–, una maestría en economía en la Universidad Francisco Marroquín –UFM–-, estudios de especialización en ingeniería pentaconta en la ITTLS de España.

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