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Educación y racismo

Tanmi Tnam

Las instituciones de poder en Guatemala, todavía reproducen fielmente los postulados y las prácticas educativas que sostienen el racismo desde la cultura dominante. Es de reconocer que muchos compatriotas sostienen que la cultura superior es la heredada de los españoles y que las culturas de pueblos originarios son de segunda categoría. Se observan actitudes racistas en el Congreso de la República, en tribunales de justicia, en instituciones de salud y particularmente en la escuela de distintos niveles desde la academia misma.

El currículum del Sistema Educativo Nacional, conocido por muchos, es una estructura que sirve entre otras cosas, para mantener y reproducir las prácticas racistas desde las políticas educativas, los planes de estudios y los programas de enseñanza. Basta revisar un programa o un plan de clase para enterarnos de lo plagado que está la práctica educativa de acciones de racismo desde la academia, en los momentos de receso, el contenido de los materiales educativos, las actitudes de muchos docentes y expresiones que a diario se oyen en distintos ámbitos educativos. Es común escuchar que es mejor poco esfuerzo y nada de calidad en la educación escolar del área rural porque no merecen superación. Es mejor que sigan así.

Las intenciones y prácticas educativas en el país han pasado y siguen contemplando posibilidades como la eliminación declarada de lenguas y culturas, la implementación de proyectos y programas de castellanización que se reflejan en la práctica cotidiana en muchos centros educativos, la universalización de un currículum escolar que no enfoca esfuerzo alguno en la diversidad de conocimientos y culturas y que el funcionamiento de centros educativos induce que la interculturalidad va solamente para aquellos que operan en contextos geográficos donde habitan los pueblos originarios.

Es tan palpable que la educación actual en muchos casos rechaza el uso de la lengua materna como medio de aprendizaje, desconoce la historia particular de los pueblos originarios, omite el estudio de la cosmovisión y conocimientos de los excluidos, desprecia las formas de tratamiento de salud con que cuentan las comunidades locales y hace cantar a las niñas y a los niños canciones con contenidos racistas.

La administración de los centros educativos se hace con procedimientos y normas que generalmente vienen de la cultura dominante, no sabe escuchar a padres y madres de familia que viven en condiciones desiguales, planifica la enseñanza de conocimientos de manera impuesta, desconoce la presencia de docentes que provienen de pueblos originarios, incumple con leyes que cuentan con articulados que logran apreciar a los excluidos, se comunica legalmente y por escrito con padres y madres de familia que dominan otra lengua que no es la oficial. Así mismo, lastima la autoestima de niñas y niños que pertenecen a culturas invadidas, es común la expresión de que las familias del campo están atrasadas, que deberían de hablar una lengua en vez de un dialecto y que mejor ser todos guatemaltecos y nada de pueblos indígenas. La idea de superioridad por parte de niñas y niños por el hecho de pertenecer a la cultura dominante descarga muchas actitudes de desprecio hacia niñas y niños de cultura de pueblos indígenas, disminuye la alegría, la motivación y la emoción por seguir adelante. Los materiales educativos ridiculizan a los considerados de cultura inferior al presentar dibujos de niños y niñas desnutridas y despeinadas, hasta el extremo de presentar dibujos de animales domésticos flacuchos y ranchos con techos de paja.

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