Oliverio Castañeda De León: Héroe de la juventud
“Ellos pueden matar a nuestros dirigentes, pero mientras haya pueblo habrá revolución” (Oliverio Castañeda de León)
Nació el 12 de octubre de 1955 y fue cobardemente asesinado el 20 de octubre de 1978, después de pronunciar uno de los discursos políticos más brillantes que hasta hoy he escuchado en la histórica “Concha Acústica” del Parque Centenario de la ciudad capital. En tan corta vida, Oliverio Castañeda De León sobresalió como un dirigente estudiantil inteligente, creativo, lúcido, afectivo y comprometido por las causas más justas de la sociedad guatemalteca.

Nuestro mártir-héroe, bañado de múltiples ideas, libros, alegrías, música por una sociedad en donde los jóvenes siempre han blandido las banderas de la libertad, creció como un dirigente comprometido con el afecto y la razón. Aquel muchacho afable, hijo de una familia en donde se colocó en primer lugar la inteligencia y la cultura, expresaba en cada uno de sus actos, solidaridad abonada por su aguda sensibilidad social.
Se nos fue en medio de aquellas luchas de masas contra un gobierno militar encabezado por el general Romeo Lucas García, que golpeó a las clases populares de Guatemala. Agredió con saña al movimiento sindical, estudiantil y fue herida la Universidad de San Carlos de Guatemala, porque a sus docentes más lúcidos, también los golpearon, unos murieron y otros escaparon a tierras lejanas para salvar sus propias vidas. Fue una aplanadora que arrasó con violencia la inteligencia del país.
Habrá que recordar que a principios de la década de los años setenta del siglo veinte, la Universidad de San Carlos había empezado a ser diezmada, tanto en sus grupos estudiantiles, como en sus claustros de docentes y autoridades.
Recordar aquel triste día del 20 de octubre de 1978, cuando Oliverio participó junto al pueblo en una multitudinaria manifestación en celebración de un nuevo aniversario de la revolución de octubre, así como escuchar un discurso vigoroso que salió de las entrañas de la historia de su patria, es volver a revivir la tragedia de un país que aún no sale del túnel de la oscuridad e incertidumbre. Justamente al retirarse del lugar con sus compañeros universitarios en una pequeña caminata llena de amor y alegría, la muerte lo abrazó al ser perseguido por los perros rabiosos hasta acribillarlo en el Pasaje Rubio de la sexta avenida. Un hecho sangriento que nos llena de un inmenso dolor por la pérdida de un estudiante brillante. Oliverio fue un joven estudioso, quien tempranamente tomó consciencia de luchar por la construcción de una sociedad democrática, con justicia, equidad y pertinencia.
Aquellos años estuvieron bañados de lucha y represión y entre los caídos en esa época represiva que vivió el país, traemos al recuerdo, entre muchos, a líderes sindicales, estudiantiles, intelectuales, políticos, que están presentes en la memoria colectiva de los guatemaltecos como Mario López Larrave, Adolfo Mijangos López, Manuel Colom Argueta, Alberto Fuentes Mohr, Manuel Andrade Roca, Guadalupe Navas, Santiago López Aguilar, Julio Alfonso Figueroa, Hugo Rolando Melgar, Johny Dahinten, Otto Diemeck, Rita Navarro, Marco Antonio Cacao Muñoz, Roberto Ortiz, Luis Felipe Mendizábal, Carlos Figueroa y Edna Ibarra.
Estudiantes que fueron asesinados entre otros, están Aníbal Leonel Caballeros, Robín García, Antonio Ciani, Marco Antonio Urízar Mota, Oliverio Castañeda de León, Alejandro Cotí, Héctor Interiano, Alfredo Baiza, Luis Colindres, Iván Alfonso Bravo, Julio Cesar del Valle. Otros estudiantes y profesores fueron desaparecidos sin que jamás se supiera de su paradero, entre muchos, Rubén Amílcar Farfán, Óscar Eduardo Barillas, Julio A. Ponce, al gran poeta y novelista Luis de Lión.
Traer a la memoria esa época de terror y angustia vivida por los guatemaltecos, es recordar para que nunca vuelva a suceder superando la intolerancia y la injusticia, que fue lo que llevó a la muerte a cientos de grandes personajes como Otto René Castillo, Roberto Obregón, Bernardo Lemus, Julio Segura, Edgardo Castañeda, Edgar Palma Lau, quienes desde un pensamiento democrático enderezaron sus vidas a luchar por alcanzar una vida digna en la sociedad. Estos acontecimientos históricos muestran de cómo se intentó silenciar a la intelectualidad guatemalteca. Quizás, uno de los centros más golpeados fue la Universidad de San Carlos, porque muchos de sus académicos se fueron al exilio, como el exrector Doctor Saúl Osorio y el asesinato del Rector Doctor Mario Dary, decanos como Vitalino Girón Corado de la Facultad de Ciencias Económicas y Leonel Carrillo Reeves de la Facultad de Ciencias Químicas y Farmacia.
Bajo estas circunstancias de terror y de sueños por una mejor Guatemala, vivió Oliverio, así como sus compañeros estudiantes. Esas fuerzas conservadoras que surgieron de la obscuridad condujeron al país a una crisis de terror. El miedo y la angustia que invadió la vida de las familias universitarias, dio origen a un vacío intelectual al interior de la Universidad, de la cual a través de largos años, apenas se está recuperando con el esfuerzo de sus docentes, investigadores, estudiantes, trabajadores administrativos, en medio de problemas como el deterioro del modelo político y económico del país, la corrupción galopante, una baja de la moralidad, crecimiento de las desigualdades sociales, alta desnutrición infantil, baja en los niveles de calidad educativa desde la educación primaria hasta la universitaria, deterioro ambiental, inseguridad ciudadana, y aún está presente, el fenómeno del síndrome postconflicto que se expresa en la desconfianza. Todo esto, es lo que se debe superar con sabiduría y conocimiento, para dar sentido y significado a la vida ciudadana, en la que circulen las ideas libremente y seamos realmente incluyentes.
Oliverio Castañeda de León encarna el idealismo de la juventud, soñadora de un país justo y democrático, en el que se pueda vivir con dignidad. El recuerdo del día del sepelio de Oliverio es imborrable en la conciencia y los corazones guatemaltecos: fue un río de personas que portaban en las manos un clavel rojo con tristeza, pero pensando en un mejor futuro.
Oliverio vive en nuestras mentes y su figura crece como un ideal de juventud y ciudadano que enfrentó a sus verdugos. Les ganó la batalla porque fue tras la vida y la vida lo acogió al colocarlo en un lugar de privilegio en la historia de los héroes de nuestro país.

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