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Los Templarios – viernes 13

Editado Para La Historia

Es increíble lo que pueden hacer algunos seres humanos por avaricia y por deseo de enriquecimiento. Solo estos sentimientos tan bajos lograron acabar en plena Edad Media con una organización que, desde las áridas tierras del Cercano Oriente, había conquistado las cortes de Europa, en particular las de París y Londres, y el corazón de los ciudadanos de esa época. Una organización que nació como cofradía militar y que se desarrolló como una congregación religiosa. Esta organización obtuvo las simpatías y el apoyo de Papas, Reyes y de los más humildes ciudadanos de Europa.

En pocos años lograron obtener grandes riquezas, fundamentalmente gracias a donaciones. Otros consideraban que era una abominación unir guerra y religión. Sin embargo, los Templarios tuvieron un paso por la historia que duró casi doscientos años, de 1118 a 1312.

La congregación surgió a finales del siglo XII como un pequeño grupo de caballeros muy píos que se habían dado por misión proteger los Santos Lugares y los cristianos que vinieran en peregrinación a Ellos. Pero antes debemos hablar de las cruzadas, en particular de la primera. Fue convocada por el Papa Urbano II ante las puertas de la catedral negra de Clermont-Ferrand (negra por el color de sus paredes). Les prometía la salvación de su alma a todos aquellos que fueran a reconquistar las tierras que habían visto nacer, vivir y sufrir al Redentor. Los musulmanes antes habían conquistado a sangre y fuego las tierras de Oriente y del norte de África que profesaban el catolicismo, masacrando a los que no se convirtieran a la religión que ellos traían. Ahora llegaba el momento de arrebatarles esas tierras, en particular el más importante de todos los lugares, Jerusalén. Con esta primera cruzada se tomaron importantes ciudades a los musulmanes, entre ellas Jerusalén después de un sitio que tan solo duró un mes. Los cruzados entraron a Jerusalén en octubre de 1095 y, como ya habían hecho antes los musulmanes, arrebataron la vida a cuanto musulmán se les pusiera por delante.

Después de 3 años de guerra, la mayoría de los cruzados regresó a Europa dejando detrás varios estados latinos: el Reino de Cilicia, el Condado de Edesa, el Principado de Antioquia, el Condado de Trípoli y el Reino de Jerusalén. Los peligros a los que se enfrentaban estos nuevos estados eran enormes. Grandes ejércitos musulmanes se acantonaban en Damasco y Alepo para terminar con los católicos. Por su parte, las peregrinaciones de los europeos eran numerosas, siendo el lugar de mayor veneración el Santo Sepulcro. El rey de Jerusalén de la época, Balduino II, poco tenía para defender sus recién adquiridas tierras. Fuera de las murallas de Jerusalén la seguridad era precaria. Los peregrinos que venían a la Ciudad Santa podían ser atacados, asesinados o caer en trampas por guerrillas que habían organizado los que habían perdido la guerra.

Los que se dedicaban a la seguridad del lugar eran los Caballeros de la Orden del Santo Sepulcro, un grupo de laicos armados que cumplían esa misión. Así estaban las cosas hasta que uno de ellos, Hugues de Payns, acompañado por tan solo 30 hombres, decidió formar un nuevo tipo de orden uniendo la oración a la espada con el objetivo de defender el Santo Sepulcro, la Tierra Santa y los peregrinos.

Balduino II, debido a que la nueva orden no tenía ni iglesia ni convento, les ofreció alojarse en el famoso Templo de Jerusalén, el antiguo Templo de Salomón, de donde el nombre de la orden. Es finalmente en el Concilio de Troyes de 1129, en presencia de altos dignatarios de la Iglesia, incluyendo un alto representante del Papa, que se les confiere el estatuto de orden religiosa y militar y llevar el nombre de Orden del Templo. A partir de ese momento comienzan a afluir grandes cantidades de dinero de todas las personas: nobles, burgueses y plebeyos con la intención de ayudarlos a defender los Santos Lugares.

Los Templarios, al obtener ingentes cantidades de dinero, las invertían en conventos granjas y los recursos que obtenían los enviaban a Jerusalén para ayudar a los que allá quedaron a defender esas tierras. También el dinero servía para aceptar en la orden a nuevos monjes y a entrenarlos en el uso de las armas. El manto blanco que les era distintivo representaba la pureza de sus intenciones y la cruz roja el color derramado por el Señor por sus hijos. En la medida en que crecían las riquezas de la orden también aumentaban los privilegios que recibían de los diferentes Papas que se sucedían. Solo respondían al Papa, a ningún otro dignatario de la Iglesia ni a ningún noble ni rey.

Por su parte, los musulmanes se organizaban cada vez más haciendo peligrar la existencia de los territorios latinos en el Medio Oriente. Por esta razón se organizó rápidamente una segunda cruzada. Esta segunda cruzada fue un rotundo fracaso. Los reyes europeos que en ella participaron gastaron toda su fortuna y para regresar a casa pidieron dinero prestado a los Templarios. Ese fue el primero de muchos otros préstamos a los reyes.

Así se sucedieron las cosas hasta que en 1312 el rey francés Felipe IV, también conocido como Felipe el Hermoso de Francia, decide acabar con la orden del templo. Nunca se sabrán las razones exactas de esta riesgosa decisión. Todo apunta a indicar que fue la avaricia la razón principal para apropiarse de las riquezas y de las posesiones de la orden, anular con un golpe magistral las cuantiosas deudas que con ellos tenía y algo aún más importante, consolidar su posición ante el Papa, puesto que solo ante él respondían los templarios.

Las acusaciones estaban siempre al alcance de la mano, evidentemente todas fabricadas: la principal era haber abjurado de Cristo, lo que los convertía en herejes y como tales terminar en la hoguera. En todos los lugares que vivían los templarios en Francia, a la misma hora, durante la madrugada del viernes 13 de octubre de 1307 entraron los ejércitos de Felipe IV y se llevaron a sus moradores en calidad de arrestados. Solo algunos lograron huir.

El primer sorprendido fue el Papa Clemente V, en la medida en que los Templarios dependían exclusivamente de él y, de ser necesario un arresto, solo a él le incumbía. Entre las acusaciones estaba el hecho de escupir sobre la cruz, adorar a un ídolo y sodomía. El mundo entero quedó sorprendido ante tamañas acusaciones y, como la palabra del rey no era suficiente, eran necesarias confesiones. Ahora bien ¿quién no confiesa en una sala de tortura?

El Papa de ninguna forma quería creer que los templarios fueran herejes. Pidió interrogar a los principales maestros, entre ellos el maestro mayor de la orden, Jacques de Molay, pero Felipe IV se negó entendiendo que de esa forma se le escapaban las cosas de la mano. Clemente V no supo o no quiso enfrentarse a Felipe IV. Su posición era demasiado insegura para enfrentarse al rey de Francia.

Bajo la tortura, el propio Jacques de Molay confesó todo lo que quería el rey que confesara, en particular que había renegado de Cristo. El castigo a los herejes era la hoguera y con este motivo en pleno centro de París, en la Isla de la Ciudad, se levantó una hoguera a la que fue llevado Jacques de Molay en compañía de dos de los suyos. La historia recoge los últimos momentos de Jacques de Molay. Desde la hoguera hizo un llamamiento por el cual invocaba antes de que terminara el periodo de un año a Felipe el Hermoso y a Clemente V ante la justicia divina. También maldijo a toda la descendencia de los Capetos. Solo un mes después de la muerte de Jacques de Molay en la hoguera muere Clemente V. A los ochos meses moría Felipe el Hermoso de una caída de caballo. Los 3 hijos de Felipe IV que reinaron fueron reyes que estuvieron en el trono por poco tiempo sin dejar descendencia. Con ellos terminó la casa de los Capetos, pasando el reino de Francia a la casa de los Valois.

De ahí viene la tradición de considerar los viernes 13 días de malos augurios. Ese fue el día en que, en un cronometrado golpe en todo el país y a la misma hora de la madrugada, comenzó el fin de los Templarios. Fue así como terminó esta gran orden religiosa y militar que aún nos hace soñar. Nos hace soñar con las grandes riquezas que se dice lograron esconder, con sus conocimientos y secretos sobre la vida de Cristo, sobre el destino del Santo Grial, sobre la controvertida probable descendencia de Jesús con María Magdalena y muchas otras más.

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Le invitamos a leer más del autor:

Franck Antonio Fernández Estrada

traductor, intérprete, filólogo (altus@sureste.com)

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