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El resarcimiento (Parte 2)

Teorema

Sinopsis: La primera parte relata la vida de Benito Chaj en el Ejército, desde su conscripción hasta cuando terminó el servicio militar que la Constitución entonces imponía a los ciudadanos. No hizo hazañas espectaculares ni fue un soldado sanguinario o un desertor. Al igual que la inmensa mayoría de soldados, cumplió con sus deberes lo mejor que pudo.

Benito era un hombre de campo que se terminó de formar en el Ejército. Ya sabía cómo sobrevivir en la montaña, pero aprendió a convivir con otros y asumir responsabilidades. Se preparó para adaptarse a vivir en una ciudad y vencer los retos que la coexistencia social impone.

Las horas en la montaña, en espera de atacar, o sufrir una agresión, son largas, intensas. Hay tiempo para pensar. Compartir sueños y esperanzas con los demás cambia la visión de la vida. Se piensa en lo que uno hará después. Se crea un futuro. En el campo la vida pasa despacio, el trabajo es arduo, hay sudor. La seguridad que se vive relaja la mente, solo se piensa en el día siguiente.

Cuando salió del Ejército, Benito regresó a la finca para estar con su familia. Ganaba menos que de soldado. Ahora sentía el mundo del campo más pequeño. Sus sueños y esperanzas eran más grandes que la aldea. Supo que una fábrica en la Capital buscaba un vigilante. Fue a la entrevista y obtuvo el empleo. El sueldo era bueno, pero tenía gastos de habitación, transporte y alimentación. Al final quedaba poco.

Después obtuvo un puesto en la policía. No le gustó la indisciplina. Sus compañeros presumían de tener ingresos mal habidos y eso le molestaba. Era una gran diferencia entre el Ejército y la Policía.

Su hermano, trabajaba en la finca. Le aseguró que ganaba menos, pero vivía mejor. Después de las 4 tenía tiempo para ir al río y con sus amigos. Criaba pollos y cerdos propios. Entre pobrezas y apuros, con su familia, vivían contentos. Además, dijo, yo duermo todas las noches con mi mujer. Esa charla afectó a Benito que solo veía a la suya cada quince. La duda se acrecentó cuando escuchó decir: Rico no es el que tiene más sino el que necesita menos. Benito prometió: Un día regresaré a vivir en el campo, donde están mis raíces.

Su instrucción militar le sirvió para ser contratado por una agencia de servicios de seguridad que dirige un oficial de alto rango. La disciplina es tan estricta como en el ejército. La Agencia patrulla los sectores de la ciudad donde viven sus clientes, cuida las garitas de los edificios, condominios, ingenios, residencias, comercios y plantas industriales.

Haber salido del trabajo en el campo significó un avance importante para él. Se incorporó plenamente a la vida moderna en la ciudad. En la Agencia trabajó 30 años, la mayor parte como agente de seguridad para varias familias. Excepto cuando los hijos salían a parrandear, el trabajo era tranquilo. Fue valorado, apreciado y respetado.

Hace 25 años se casó con una mujer de la aldea con quien tuvo cuatro hijos, ahora mayores. Había conseguido ahorrar para comprar un terreno cerca de sus papás, donde construyó su casa. Hace 5 años la Agencia lo indemniza y se retira. Compró el terreno vecino y ahora siembra plátanos.

A principios de este año, Benito tuvo una visita inesperada. Estaba en el platanar, cuando un desconocido se acercó sonriendo. Era Canuto Charchal. Le contó que la noche de la fuga atravesó el Suchiate y se quedó en México. Benito no le guardaba rencor. En cierta forma, le dio gusto verlo.

Dijo que había regresado hace diez años y trabaja con diputados. Contacta a exsoldados y los convence para exigir resarcimiento en manifestaciones, paros bloqueos…. Muchos de los que a fines del año pasado quemaron las instalaciones del Congreso eran de “los míos”, agregó orgulloso.

¿De desertor pasaste a alborotador? preguntó Benito. Canuto solo se rio. Te vine a buscar ―dijo― porque necesito que vos, que fuiste mi CUAS, firmés una declaración. Dice que fui herido en combate, que me hospitalizaron y por eso ya no regresé. Como los papeles se perdieron tu testimonio será suficiente. A cambio, vas a estar entre los primeros en recibir los 125 mil. Será un poco menos por las “comisiones”.

Benito dijo: En la tele salió que ese relajo estaba muerto. Encarcelaron a algunos revoltosos y los demás regresaron a su casa. Todo quedó en nada.

Al contrario. A los presos los soltaron sin hacer bulla. Así era el plan desde el principio. Los diputados son bien pilas y en esto está metido el gobierno. La quema del Congreso fue para que supieran que íbamos en serio. Para que la gente tuviera miedo. Ahora, que las elecciones se acercan estamos en la segunda parte ¿Ves cómo nadie se ha opuesto? Ha sido tan fácil que, ya aceptados los 35 mil, ahora vamos por los 125 mil de la 5664. Todos están bien aceitados.

No estoy interesado en meterme en eso ―explicó Benito. Mi mayor orgullo ha sido servir a Guatemala en el Ejército. Le debo lo que soy y agradezco lo que ha hecho por mí. Yo terminé la primaria, mis hijos la secundaria y mis nietos irán a la universidad. Mi papá sentía orgullo por mi abuelo, como yo me siento orgulloso de él y como quiero que mis hijos se sigan sintiendo orgullosos de mí. Ese orgullo, vale mucho y no se vende. No puedo criticar a otros ni decirles qué hacer. Allá cada quien, pero no contés conmigo.

Epílogo: El lector, generoso, me excusará por haber metido una historia dentro de la Historia en este artículo. Creo que la inmensa mayoría de exsoldados son buenas personas. Su inserción en el ejército los sacó del campo y les dio acceso a la ciudad donde vivieron mayor inclusión social. Alcanzaron más plenitud como ciudadanos y como seres humanos. Aprendieron a respetarse, a mirar de frente, a no doblar la cabeza ante otros civiles.

Hace cuatro años, el candidato Giammattei rompió el equilibrio. Prometió pagar a los exsoldados y así para conseguir su simpatía electoral. Hizo un discurso afirmando que pagarles era un acto de justicia. En realidad, se trata de malversación y de una afrenta al Estado. La cifra, hoy ronda 10 millardos (10 ceros después del uno).

La promesa del candidato, que ahora busca cumplir el presidente, si bien no fue ilegal (no es delito ofrecer), si fue irresponsable. También hay imprudencia y una actitud abyecta, casi criminal en el Congreso. Crear una ley, a partir de una arbitrariedad, socava la paz social y predispone a convulsiones ciudadanas. La prensa publicó el nombre y foto de los diputados involucrados en tan infame propósito. Se trata de mucho dinero ¿quedarán ricos e impunes?

En su tiempo, soldados y oficiales, más que un sueldo, recibieron el honor de defender la institucionalidad del país. La guerra dejó heridos y mutilados. Los primeros sanaron, otros viven con limitaciones y sin ayuda del Estado. También hubo muertes. Los registros militares, refieren cerca de 2,500 fallecidos en combate. Otro tanto habrá muerto del lado de la guerrilla. Empero, entre la población civil el número de víctimas se estima en unas 30 mil personas.

La tropa tuvo sueldo y prestaciones, los guerrilleros también. Entre los civiles perecieron muchos inocentes cuyos familiares tuvieron que pagar el funeral. Otros terminaron en fosas comunes. Si se tratara de resarcir a las víctimas ¿Acaso serían ellos la prioridad?

Los exsoldados son personas que, en su mayoría, viven en pobreza. No son los únicos. La penuria se extiende por todo el territorio nacional. Gracias a la formación recibida en el Ejército, ellos viven mejor que quienes se quedaron en el campo. Después del servicio militar fueron estableciendo su propia forma de vida, de manera honrada y digna. No fueron víctimas de la guerra, pero sí lo son de la ambición de políticos inescrupulosos dispuestos a todo para llegar a las arcas del Estado.

El Estado (todos los habitantes) nos hemos empobrecido resarciendo a personas y grupos (los Molina Theissen, Rigoberta, Nineth, Árbenz…). Actos eminentemente políticos. A cambio, tenemos infraestructura dañada, niños sin tecnología digital, hospitales desabastecidos… La Hidra griega que entre nosotros es la corrupción, ahora tiene la cabeza del resarcimiento masivo.

La extorsión violenta, intimidatoria, como medio para conseguir fines, ilegítimos o no, debiera ser repudiada. De lo contrario, si ese fuera el camino ¿hacia dónde conduce?

Aún más preocupante, si se hace ese pago, otro candidato, ofrecerá resarcir a los policías, a los maestros o a los enfermeros para obtener su voto.

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Le invitamos a leer más del autor:

José Fernando García Molina

Guatemalteco, 67 años, casado, dos hijos, ingeniero, economista.Tiene una licenciatura en ingeniería eléctrica de la Universidad de San Carlos, una licenciatura en ingeniería industrial de la Universidad Rafael Landívar –URL–, una maestría en economía en la Universidad Francisco Marroquín –UFM–-, estudios de especialización en ingeniería pentaconta en la ITTLS de España.