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Intentando entender a los jóvenes de hoy

Existe Otro Camino

Un fenómeno habitual con particularidades propias

La enorme dificultad que tienen algunos mayores para comprender lo que está sucediendo ahora se ha convertido en una clásica conversación sobre la que vale la pena profundizar.

Si bien para muchos es un acontecimiento muy novedoso, en realidad, se trata de algo que ha ocurrido en reiteradas ocasiones, pero que esta vez parece tener ribetes singulares que lo hacen especial.

La juventud es intrínsecamente disruptiva, rompe los moldes con convicción, es rebelde por naturaleza y construye así sus propios paradigmas, la mayoría de las veces como una forma de exteriorizar su discrepancia con los códigos actuales.

Esa actitud es una matriz que se repite en la historia. Los que hoy se horrorizan frente son los mismos que protagonizaron incidentes similares hace unas pocas décadas atrás cuando ellos tenían esa edad y se mostraban más hostiles con los cánones vigentes de su tiempo.

Tal vez sea un buen momento para abandonar esa lógica inconducente que ha sido utilizada para ensañarse apelando a una postura reprobatoria destinada a denostar a estos “millennials y centennials” sin hacer ninguna autocrítica ni revisar sus propios yerros.

Claro que en todas las épocas existieron estas circunstancias y que cada ciclo exhibió su propia dinámica. La pretendida comparación de los nostálgicos con el pasado siempre invita a encontrar virtudes en aquella era y olvidar los múltiples defectos.

Esa mecánica tradicional tiene hoy su correlato. Con otras fortalezas y debilidades estos adolescentes despliegan con orgullo sus alas y van camino a configurar su propia impronta. Es cierto que a muchos les cuesta coexistir con ciertas características de estas generaciones. La informalidad e improvisación, su escasa paciencia y dudosa constancia, su excesiva vida virtual y ese narcisismo insoportable, sus grandes aspiraciones que alternan con su irresponsabilidad son ingredientes de ese menú descriptivo en el que tantos coinciden.

Sin embargo, del otro lado de ese despiadado diagnóstico están también su creatividad e ingenio, esa frescura para lo espontáneo, su nivel de exigencia en ciertas cuestiones y esa visionaria mirada sobre la necesidad de disfrutar de la vida y alcanzar equilibrios en su desarrollo.

A pesar de las ruidosas quejas que pululan entre los más veteranos, se debe valorar que estas camadas nuevas se consideran ciudadanos del mundo, no reconocen un límite en las fronteras y los nacionalismos no son bienvenidos. Adicionalmente son más amigables con el medio ambiente y tienen una apertura mental superior respecto de la religión y la sexualidad. Es muy evidente que en muchos asuntos han sobrepasado a sus padres. Todavía queda por delante saber si esos aspectos que hoy parecen negativos efectivamente se consolidan o mutan, y si eso que ahora se percibe como un problema realmente termina siéndolo. Es paradójico, pero muchas de las imperfecciones que se les atribuyen son mérito exclusivo de sus progenitores. Sin ir más lejos, la cruel opinión sobre el país ha logrado con eficacia que la descendencia quiera emigrar.

En cualquier caso, quizás valga la pena ser más empáticos y en vez de caer en la trampa de enfocarse exclusivamente en sus errores, intentar ir a lo sustancial para comprenderlos acabadamente, escucharlos activamente y tomar nota de sus puntos de vista que pueden ser muy interesantes.

Los que deberían replantear la estrategia son los mayores. Hay mucho para aprender de estos “inconformistas” que han diseñado sus propios parámetros. No es necesario comulgar con la totalidad, ni siquiera con algunos, pero resulta vital ponerse en su lugar para tener una perspectiva más amplia repleta de discrepancias.

Entender cómo razonan, incorporar su escala de valores, visualizar ese orden de prioridades permitirá una interacción óptima y en esa imprescindible convivencia ayudará a transitar este sendero con muchas chances de triunfar. Ellos son hoy estudiantes, pero también trabajadores, consumidores y obviamente integrantes de diferentes círculos sociales. Es esencial asumir su rol en esta sociedad y sobre todo empezar a incorporar la idea de que esa forma de concebir la vida será la imperante muy pronto ya que tomarán las decisiones más importantes de cara al futuro.

Las transiciones siempre son complejas y desafiantes. Requieren de mucha serenidad y sabiduría para recorrerlas. Este puede ser un caso muy concreto. La inevitable sinergia entre contemporáneos es parte del proceso evolutivo y es bueno asumir las bondades de ese devenir.

Las enormes oportunidades que se avecinan serán aprovechadas en la medida que los más maduros sean capaces de subirse a esta ola, aportar su valiosa experiencia sin censurar las tendencias innovadoras, para que en esa mezcla puedan brotar las mejores soluciones a los dilemas del presente.

Para que eso suceda, unos y otros deberán compartir miradas, dialogar intentando conjugar las visiones divergentes y en ese esquema darle paso a una forma más inteligente que posibilite construir el porvenir.

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Alberto Medina Méndez

Es argentino, radicado en Corrientes. Es analista político, conferencista Internacional, columnista de: INFOBAE en Argentina, Diario exterior de España y El CATO de EEUU. Ha publicado más de 470 artículos en 15 países de habla hispana. Alberto conduce los ciclos radial y televisivo “Existe otro camino”. En 2002 recibió el “Premio Poepi Yapo” por su labor periodística y el “Premio Convivencia” como Periodista del Año. Poco después en 2006 fue galardonado con el “Premio a la Libertad”, de la Fundación Atlas. En 2009 recibió el “Premio Súper TV” por su labor como periodista

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