Remontando la historia 2

Ventana Cultural

Si hablamos de la historia de El Salvador en cuanto a los social, el remontarnos a sus anales, desentrañarla, desmenuzarla, se requiere, no solo un pequeño ensayo de todo lo que se puede decir. No solo está en aquello de lo que está escrito en los libros de texto, sino, de salir y buscarla.

El descontento social tiene muchos siglos de existir. No sólo se da en este país en donde se va a enfocar este estudio, sino, en la mayoría, por no decir todos los países de América Latina. El Salvador, desafortunadamente, ha guardado un silencio cómplice con lo que ha acaecido en 1932 y cien años antes con la revuelta del cacique Anastasio Aquino.

Haciendo una línea de tiempo, desde momentos remotos hasta la ofensiva final que afectó en gran medida en El Salvador, y los hechos relevantes que ocurrían alrededor del mundo, vemos que se hace patente la máxima que dicta: “el aleteo de una mariposa en un país, hace mella en el resto del mundo.” Todo lo que pasa en el resto del planeta, afecta, ya sea directa o indirectamente en el resto de la humanidad.

Empezando en el siglo XVI con la incursión de los europeos en tierras salvadoreñas, bajo el mando de Pedro de Alvarado que ha dado inicio a la conquista, diseminación y sometimiento de los pueblos nativos. Si recordamos la historia, al menos la que se cuenta, fueron dos guerreros emblemáticos – ya sea que hayan existido o no – dieron pelea a los invasores. La ventaja en armas, caballos, y ejércitos aliados – y no tan aliados – de nativos de otras partes como los tlaxcaltecas mexicanos o los xincas que fueron forzados a pelear en dicha batalla, sucedida en la ciudad de los cuchillos y las espadas, Tacuscalco.

Trescientos años de represión por parte de los colonos españoles y criollos, que vinieron a estas tierras con hambre de riqueza y poder – porque no se puede negar este hecho, aunque tengan muchos motivos para hacerlo – solo fueron unos pocos como Fray Bartolomé de las Casas, y Francisco Marroquín quienes tenían conciencia de ello. Al menos hay libros donde ellos destacan lo que han visto y vivido en “El Nuevo Mundo”.

Luego de la independencia, en El Salvador, en 1832, el cacique Anastasio Aquino, junto con un ejército de nativos, inicia una serie de incursiones en casi todos los departamentos, liberándolos de la represión oligárquica, de terratenientes cafetaleros, mejor conocidos como “las catorce familias”, siendo atrapado y fusilado luego al año siguiente.

Luego, cien años más tarde, surge el levantamiento indígena – campesino, siendo sofocado por el General Maximiliano Hernández Martínez, cuyo gobierno represivo dio paso a la dictadura militar después de su caída en 1944. 

No acabamos nunca listando todos los sucesos que enmarcan la línea cronológica de El Salvador, que son demás conocidos. Por citar unos ejemplos: la matanza de los estudiantes de la Universidad de El Salvador, durante la dictadura de Arturo Armando Molina en los años 70´s, que, llegaron a ser más de medio millón de manifestantes. La formación de los ejércitos revolucionarios, la guerra civil que estalló del todo en 1981, un año antes, el asesinato de Monseñor Romero y Rutilio Grande anterior a este.

Es cierto, han pasado 91 años después de la matanza de los indígenas y campesinos de Izalco, y tal vez, sean de otros pueblos que la historia no comenta, y que debemos ir a desenterrar. ¿Será que debemos esperar nueve años más que se cumpla el siglo de esta matanza para despertar? O ¿Debemos de empezar a escribir nuestra historia tal y como es sin que nadie nos la cuente?

Es momento de rescatar la cultura. Rescatar la memoria histórica, la cultura ancestral. Es hora de honrar la memoria de los verdaderos salvadoreños. Dejar de lado nuestro color de piel y vernos que somos más que criollos, mestizos o ladinos, también somos campesinos, e indígenas. Culturas ancestrales que se ocultaron y callaron y ahora vuelven a la vida.

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Claudia Alexandra Figueroa Oberlin

El arte siempre lo llevé de la mano con la literatura, me dediqué al teatro, a la danza por más de quince años, y a las artes marciales, ahora soy miembro de diferentes asociaciones y academias de poesía: Asociación Actuales Voces de la Poesía Latinoamericana, donde participo con crítica literaria, Academia Nacional e Internacional de Poesía de la Benemérita Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, América Madre, Unidos por las Artes, Movimiento Literario de Centroamérica, y locutora de la radio el barco del romance con el programa Una Ventana al Mundo, donde hablo de los viajes, la historia y la cultura, recito poemas y leo cuentos o fragmentos de otros autores y propios.