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Todo por poder

Zoon Politikón

“… el egoísmo llama guerra despiadada a la vida y luego se toma todas las molestias posibles para arrojar sus enemigos a la guerra. Predicar el egoísmo es practicar el altruismo”
G. K. Chesterton

En casi toda Latinoamérica se vive un período de democracia, sin embargo, esta vigencia no garantiza su continuidad, ya que en cualquier momento puede debilitarse hasta el punto de desaparecer, pues la vinculación entre el dinero, los intereses mezquinos de todo tipo y el ansia de poder de muchos influyen en la política local, de manera que el sistema democrático pierda legitimidad, de igual forma los gobiernos la pierden y de forma más precipitada; todo, producto de este vínculo aborrecible. Dentro de esta relación, el dinero y su poder llegan a desvirtuar la voluntad del pueblo, alterando la competencia electoral, sobornando y dictando políticas públicas.

El andamio de la democracia puede derrumbarse por votos producto del dinero consumido en propaganda política o por el que filtran quienes dictan la decisión del Estado, – incluso narcotráfico y crimen organizado – alejando al gobierno de sus compromisos reales, en virtud de la unión que se genera con los intereses que representa el dinero aceptado.

La capacidad de lobby llega frecuentemente a forzar que algunas políticas favorezcan intereses de sectores nacionales o extranjeros interesados.

Los candidatos políticos recurren a las necesidades de los más vulnerables para lograr el voto de estos, los gobernantes en muchas ocasiones actúan – en nombre de los pobres – para justificar sus obscuros motivos y sus nefastas acciones.

Combatir el subdesarrollo, el hambre, la desnutrición, la falta de empleos y de oportunidades dignas siempre serán un bien noble y de aceptación general, pero esta intensión es supuestamente aplicada por gobiernos, potencias económicas donantes e instituciones supranacionales en sus actividades filantrópicas, que a su vez conllevan ocultos objetivos geopolíticos no tan altruistas.

A lo largo de la historia de la humanidad ha habido guerras y revoluciones en nombre de los más pobres y desprotegidos; iniciadas por extremistas – de toda índole – que han aprovechado crisis sociales y económicas, aumentando de manera exponencial la polarización; para luego dejar el poder en las manos de la elite que inició el conflicto, dando lugar a regímenes más represivos y totalitarios, que los gobiernos depuestos; la historia está plagada de ejemplos.

La pobreza, la desigualdad de clases y el malestar social, la mala administración política, la represión y la corrupción son detonantes para revoluciones. Las revoluciones y las guerras son tierra fértil para la manipulación de los vulnerables. Ningún conflicto o enfrentamiento armado de estos, por más justificados que parecieran, han dejado de ser orquestados por poderes e intereses superior y externos a los propiamente locales o nacionales, cuyo deseo de ayudar a los más pobres es casi nulo o inexistente.

Tanto los extremistas de derecha como de izquierda explotan cualquier motivo para alcanzar sus deseos de poder, aunque sus estrategias sean de formas y maneras diferentes.  Así como para unos el enemigo son los ricos y poderos, para los otros lo serán los extranjeros, los que son diferentes o extraños a su comunidad, los que tienen lo que yo no tengo… o inventaran las justificaciones que sean necesarias; generándose argumentos que son utilizados por los líderes y políticos para obtener la mayor cantidad de votos posibles.

Pobres, marginados, hambrientos, excluidos han sido utilizados, en búsqueda de su “salvación”, como la excusa perfecta en momentos de incertidumbre; movilizándolos masivamente de forma sencilla, bajo el ofrecimiento de un futuro mejor. La simple idea de poder alcanzar lo que no poseen o de convertirlos en iguales con aquellos que hoy son desiguales, es suficiente paga frente a las discordancias del mundo; incluso si en el fondo se dude de la certeza de mejora, pues al final para el que vive en pobreza extrema cualquier cosa será mejor que nada, ya que siempre quedará la esperanza de ganar algo, aunque sea un poco.  Siendo este un principio político muy antiguo y comprensible que los ávidos del poder utilizan.

Los jóvenes son la población más apropiada para forzar cambios radicales y revoluciones, por lo que muchos políticos extremistas aprovechan el ímpetu de éstos para provocar subversión interna en países especialmente subdesarrollados o incluso con cierto nivel de capacidad en recursos y de potencial económico.  Estos jóvenes son incitados desde el exterior para alcanzar fines que no tienen relación con la búsqueda de la prosperidad o la mejora de condiciones de las poblaciones sublevadas, pues lo que se pretende es muy diferente.

A lo largo de los últimos casi seis mil años, de los doscientos mil de la historia de la humanidad, los pueblos más ricos y poderosos al acumular bienes de todo tipo crearon diferencias sociales y por ende la oportunidad de utilizar a otras personas que no fueran de su sociedad para efectuar los trabajos más duros, bajos, repudiables e indignos, o por lo menos con menor grado de satisfacción.  Esta opulencia dio origen a la esclavitud y al colonialismo – el cual hasta la fecha perdura con otro tipo de manifestaciones de esclavitud global y de sometimiento – por ser más rentable esclavizarlos que eliminarlos sistemáticamente; al colonizarlos se explotan y aprovechan sus materias primas al comprárselas a precios injustos; se tiene la creencia que esta condición cambió con la Revolución Industrial, lo cual no necesariamente es verdadero pues será algo relativo dependiendo del lugar del mundo en donde nos encontremos.

Las causas estratégicas de varias guerras y conflictos, no han sido por razones loables y humanitarias a favor de los pobres y explotados, especialmente en los últimos cien años, sino más bien habrían sido pugnas por poder económico y acceso a materias primas, recursos naturales y minerales, por parte de la mayoría de las potencias.

Existen países, personajes poderosos y grupos de interés a los que les interesa promover ideologías que se nutren de la desigualdad y de la pobreza extrema, ya que estas son oxigeno viciado que viabiliza su existencia, pues de lo contrario, si estas condiciones desaparecieran, los interesados desaparecerían juntamente; por lo que las victorias sociales y la prosperidad que pregonan desear para todo el mundo, no necesariamente es su objetivo real.

En tiempos de bonanza todos los elementos en la oposición se mantienen en resguardo generando un letargo voluntario en sus ideologías, pero no descansando por completo, sino organizando y fortaleciendo sus cuadros en el silencio y el anonimato; esperando la llegada de los tiempos de vacas flacas producto de los ciclos de crisis, que siempre sucederán, para aprovechar la molestia social, política y económica, y salir de nuevo a la vida pública arropándose el papel de voz y salvador del pueblo – bien sabido es que su único interés es y será, hacerse con el poder -, camuflado con discursos populistas que solo persiguen sus intereses particulares.

Si fuera el caso que se alcanza el poder político, procurarán a través del clientelismo y de otras tácticas, mantener a la mayor cantidad de personas, viviendo a expensas del presupuesto del Estado; aprovechándose así para implantar educación ideologizada y alienante, ya que de esta manera podrán seguir ejerciendo su influencia sobre la ciudadanía garantizando con ello su permanencia y continuidad en el poder. El resultado será que se callará por la fuerza cualquier intento disconforme y para la población que caiga en una situación como la descrita, la esperanza de evolución y desarrollo estará muy lejana.

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Edgar Wellmann

Profesional de las Ciencias Militares, de la Informática, de la Administración y de las Ciencias Políticas; Analista, Asesor, Consultor y Catedrático universitario.

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