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Hackeando la democracia (Parte I)

Zoon Politikón

Cuando el hombre de negocios reprocha el idealismo del joven empleado en su oficina, por lo general lo hace en estos términos: «¡Ah! sí, cuando se es joven, se tienen esos ideales abstractos y esos castillos en el aire; pero llegando a la madurez, todos se desvanecen como nubes y se empieza a creer en la política práctica, a usar de los medios de que se dispone y a reconciliarse con el mundo tal cual es«.
G.K. Chesterton.

La democracia conocida como sistema de gobierno, está amenazada de un hackeo silencioso, por aquellos capaces de intervenir en el universo digital.  Esta intromisión a la democracia puede llevarse a cabo en dos escenarios opuestos:

El primero es aquel en donde están los interesados en saber que piensan los votantes, para hacerles llegar mensajes, en su mayoría subliminales, de porqué partido o candidato votar o incluso campañas de desprestigio en contra de sus adversarios; este escenario contempla los datos personales obtenidos a través de las redes sociales, y la difusión de la información, ya que con los datos personales se genera conocimiento utilizado como una nueva herramienta política para influir en los votantes. En él hay distintos matices que dejan entrever el peligro de la vulneración de la información personal en el entorno digital.

El segundo es aquel en donde el ciudadano puede limitar las acciones particulares de funcionarios y diputados, presionándolo tanto a actuar de acuerdo con las prioridades y las necesidades de la población a través de la auditoría social y de la información que se le hace llegar utilizando ya sea las redes sociales o sistemas de información desarrollados por la comunidad para estos fines, para ejercer influencia en la toma de decisiones políticas. Por otra parte, recientemente surgieron movimientos sociales con un elemento común, las redes sociales, de ahí que uno de los pilares fundamentales de los movimientos políticos innovadores y cambios en las democracias, es la posibilidad que brindan las herramientas digitales.

Estos dos escenarios constituyen y caracterizan la nueva guerra política, en donde gobernantes y políticos desean influir en el votante y en donde ciudadanos requieren influir en las decisiones políticas.

Para abordar el segundo caso, se presentan algunos conceptos que ayuden a su comprensión.

En principio, hay que considerar que existen diversos tipos de hackers, dentro de los cuales hay quienes no son necesariamente ladrones de contraseñas, como los considerados bandidos de la información, entes oscuros que están sobre la ley y por debajo de la ética y de la decencia humana, derriba webs, amenazadores de gobiernos o terroristas digitales; que utilizan sus conocimientos superiores del mundo digital para explotar y aterrorizar en la internet; ya que en su mayoría son aquellas personas que saben mucho de tecnología, electrónica, comunicación, informática, cadenas de datos encriptados y las posibilidades de acceder a información aparentemente “segura” o dominan un poco de todas, son investigadores y curiosos natos que se mantienen actualizados para poder dominar el desarrollo o el mantenimiento de sistemas complejos de información.

En lo relativo al tema central, hay que tener claro que la falta de legitimidad de las principales instituciones y actores políticos en los países de Latinoamérica ha provocado que la sociedad reaccione sacudiéndolas, esperando que respondan, surgiendo actores que usan herramientas digitales para generar un cambio social sustantivo, pero, los sectores que deberían empoderarse de estas herramientas, son los que están en las peores condiciones de explotarlas, por su pobreza y educación. La disyuntiva política es si la mayoría de las personas estarán en condiciones de influir. Por lo que hay que “alfabetizar” sobre el poder de los medios digitales. Además, varios de estos procesos y actores no están conectados a los procesos políticos institucionales, a pesar de que no deberían quedar aislados de las instituciones formales y las políticas públicas.

Emprendedores sociales, activistas, políticos y líderes utilizan a esta fuerza social, la internet. Con estrategias y acciones innovadoras se pueden organizar, protestar y proponer alternativas políticas y sociales al status quo. El cambio puede venir desde los márgenes, utilizando las grietas del sistema democrático como palancas para el cambio, pero toda la sociedad debe participar. El ciudadano común y corriente se cansó de ser un actor de reparto, por lo que la propuesta es pasar a la acción; si la fuerza principal deben ser los ciudadanos, implica un cambio de paradigma político.

El centro del debate está en solucionar el problema del  control de las comunicaciones y de la información disponible, ya que el desafío será cómo aprovechar los recursos disponibles, repensando los mecanismos institucionales y no institucionales que permitan canalizar las tendencias para lograr un acercamiento entre Estado y ciudadanía.

No hay que olvidar que la tecnología es el mejor aliado para ayudar a hackear un Estado obsoleto y así moldear las instituciones a la medida de los pueblos que gobiernan en estos tiempos. Los recursos tecnológicos son los que pueden facilitar la conformación de nuevos espacios de toma de decisiones donde el pueblo sea el soberano. El objetivo no es ir contra el Estado, sino reconfigurarlo y fortalecerlo, adaptándolo a las posibilidades y necesidades actuales, entiéndase fortalecer la democracia. La extensión del conocimiento digital y la profundización de una concepción deliberativa de la política, se retroalimentan y se necesitan entre sí. Entre los dos, presentan un potencial ilimitado para las democracias latinoamericanas.

Sin embargo, se desconoce hacia dónde va la era digital. Se corre el riesgo de que la internet deje de ser tal como se conoce, su rasgo más distintivo es su principio de no discriminación; principio que se encuentra en peligro por el ánimo de cobro al acceso prioritario y a la segmentación de mercado; y los intereses gubernamentales de control político, limitando así el poder que les brinda a los ciudadanos.

La generación de una política de cultura digital, sin lugar a duda contribuirá al entendimiento de la democracia en un mundo cada vez más global y sin fronteras.

No obstante, mientras la tecnología digital avanza a pasos agigantados, los marcos legales, los derechos y los mecanismos para garantizar su vigencia siguen al ritmo del mundo analógico.

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Edgar Wellmann

Profesional de las Ciencias Militares, de la Informática, de la Administración y de las Ciencias Políticas; Analista, Asesor, Consultor y Catedrático universitario.

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