Entendiendo la corrupción

Zoon Politikón

“Muchos de ellos, por complacer a tiranos, por un puñado de monedas, o por cohecho o soborno están traicionando y derramando la sangre de sus hermanos.”
Emiliano Zapata.

La corrupción ha estado presente en la historia de la humanidad como uno de sus mayores males, socavando el orden de la sociedad por sus perniciosos efectos. Históricamente hay delitos de corrupción en todas las civilizaciones de todas las épocas hasta la fecha. En Grecia y Roma, era un hecho, constituyéndose en uno de los principales problemas y preocupaciones de todo legislador.

Erróneamente durante el siglo XX se tenía la opinión general que era un problema solamente de los países subdesarrollados, con gobiernos no democráticos. Ejemplo de ello son todos los regímenes totalitarios de Europa, Asia, África y en menor medida de Latinoamérica, que manifestaron escándalos de corrupción sistemática.

De lo que no hay duda es sobre el carácter malicioso de la corrupción, así como sobre su existencia en todo tipo de sistemas y regímenes políticos.

Las causas de la corrupción pueden ser variadas, irregulares y esquivas, causando que su concepción sea compleja y muy difícil de analizar, ya sea por su mutación o por lo declarado, o secreto de su manifestación; tal es su complejidad que es común que se culpe a la idiosincrasia humana, caracterizada por individualismo relativista y amoral; no siendo esta la única respuesta a las razones de origen, sino simplemente una más, lo que hace necesario buscar con más profundidad la raíz del problema.

Dentro de las causas se consideran las subjetivas o psicológicas, ellas están relacionadas a la vanidad, el ansia de poder, el estatus social y el egoísmo; debe tenerse claro que la corrupción es un comportamiento humano muy intenso que influye en conductas que pueden provocar placer como la sensación de impunidad por ser riesgosa, pudiendo ser detonada por actos reiterativos de la persona al experimentar un sentimiento fortalecido de impunidad.

El corrupto puede llegar a pensar que está por encima de toda ley, institución o control externo, pudiendo incluso pensar que su destino depende únicamente de él y de su círculo de corruptos, concibiéndolo como un poder superior.

La impunidad es más frecuente en los entornos donde la corrupción está más generalizada y los controles menos comunes, llegándose a considerar normal y siendo estimulada por factores como los obstáculos a las investigaciones, amenazas, extorsiones, la falta de restitución de los bienes extraídos o la anulación de procesos o sentencias.

La envidia puede estar ligada a la corrupción de un individuo, al compararse socialmente con otros corruptos y procurar conseguir, a cualquier medio, sin importar que sea un ilícito, el poder y la riqueza que estos otros ostentan. De esta forma, se desarrolla en él un sentimiento de envidia que actúa de manera transversal, hacia los demás; provocando una comparación constante con su entorno, afianzando el afán de tener más que los demás, convirtiéndose en avaro y ambicioso, y actuando de maneras oscuras e irracionales.

El fenómeno del “aprendizaje observacional” se puede aplicar al fenómeno de la corrupción cuando alguna persona observa el comportamiento de otros sujetos en un ambiente corrupto, y si no cuenta con principios y valores éticos bien cimentados, puede verse estimulado a imitar su comportamiento, adquiriendo así nuevos vicios.

Otras de las causas de la corrupción son las llamadas objetivas o externas al sujeto, ellas están relacionadas a la falta de certeza jurídica y a la debilidad de los marcos legales, siendo este un elemento esencial, pues resulta evidente que la corrupción tiende a desarrollarse con más facilidad en las sociedades cuyos sistemas legislativos son débiles ante las prácticas irregulares; sin un marco normativo que persiga frontalmente la corrupción, la erradicación de este flagelo se torna casi imposible, difundiendo una idea de debilidad legislativa que puede desembocar en hacer pensar a la ciudadanía que es mejor abandonar las leyes vigentes y que debe trasladarse a caminos informales y paralelos.

Puede ser que un Estado tenga muchas leyes administrativas y penales para prevenir y perseguir los actos de corrupción, pero estas no serán suficientes si para su ejecución no se cuenta con procedimientos y mecanismos institucionales fuertes, que respalden y hagan respetar las iniciativas anticorrupción. Hay quienes señalan que la corrupción es más prolifera en los gobiernos de gran tamaño y con alto grado de burocracia, lo cual no es necesariamente cierto, ya que no es el tamaño de la estructura gubernamental, sino la manera en que se utiliza la que permite anomalías, muchas veces bajo el simbolismo político de contar con fortaleza institucional, siendo en la realidad una burda fachada propagandística.

La banalización del cargo público sumado al clientelismo, actúan como detractores de la función pública llegando a considerarse como causas de vergüenza o ridiculización. Todo este desprestigio se da por la utilización del puesto público, por malos ciudadanos, como un botín, considerado por muchos, para llegar a ser ocupados solo para llenarse los bolsillos.  En gran parte este es el resultado de la dudosa reputación del sector público, especialmente de los dirigentes políticos, sumado a los malos salarios en casi toda la administración pública, malos en comparación con los salarios del sector privado, cayéndose así, en la subvaloración de la función de servicio que deberían de prestar, contribuyendo a la tentación de corromperse para superar el supuesto déficit salarial.

La corrupción ciertamente es el cáncer los pueblos y especialmente de la democracia que hunde sus raíces en la profundidad del ente social. Como se dijo, con causas variadas y complejas que históricamente han trascendido en la civilización pudriendo el alma de personas, por lo que su explicación no es tarea sencilla. Pero lo más importante es entender sus consecuencias, pues socaba las bases de la civilización, del Estado de Derecho, del sistema democrático, de la economía y la esperanza del desarrollo de los pueblos.

La corrupción en América Latina es un mal generalizado no solo en el sector público, sino en la sociedad en general, en donde políticos, dirigentes, funcionarios, empresarios, diplomáticos y personas comunes y corrientes, corrompen con sus hechos o sus omisiones.  En ocasiones, se olvida que la corrupción requiere de un corruptor y de un corruptible, en donde la única diferencia en cuanto a la responsabilidad la hacen los valores, la moral, la ética y la buena actitud ante situaciones no deseadas.  Se necesita de una empresa deseosa de ganarse un jugoso contrato, de un ciudadano que quiera acortar el tortuoso camino del trámite, de un padre irresponsable que pague para que el hijo no enfrente la responsabilidad de sus actos y de un funcionario inescrupuloso para incurrir en el delito.

La corrupción es un círculo vicioso del cual, la mejor manera de salir de él es con la aplicación de las buenas costumbres, del orden, disciplina, legalidad, ética y temor de Dios.

Por lo tanto, la lucha contra la corrupción no puede ser tarea aislada, sino que precisa de políticas y acciones anticorrupción aplicadas de manera integral en la sociedad, para que cada sector actúe de forma que la integridad sea un valor para proteger en cualquier actividad de la vida del ser humano.

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Edgar Wellmann

Profesional de las Ciencias Militares, de la informática, de la administración, de las Relaciones Internacionales y de la política, Asesor y consultor de alto nivel, Analista en sistemas de información, inteligencia estratégica, planificación estratégica, políticas públicas y empresariales, Conferencista, Catedrático universitario.