OpiniónColumnas

Promesas de campaña, lo que se quiere creer

Evolución

Siendo estudiante universitario tuve la oportunidad de asistir a una conferencia brindada por Carlos Boloña, ex ministro de Economía y Finanzas del Perú, quien a ese entonces había desempeñado el cargo durante un par de años del primer período de Alberto Fujimori. Compartió una anécdota con la audiencia, que recuerdo hasta la fecha. Contó que el recién electo presidente Fujimori citó a un grupo de asesores para que le formulasen propuestas de cómo afrontar la crisis económica que atravesaba el país. Mencionó que un grupo le ofreció las mismas medidas de siempre, las típicas y convencionales recetas y ajustes en términos de políticas monetaria, fiscal y programas de gasto público. Lo que yo describiría como la misma fórmula mágica de siempre, que nunca funciona. Expuso que por su lado recurrió a una metáfora, poco más o menos en los términos que expongo a continuación, para justificar su planteamiento. Recuerdo que dijo algo así como: haga de caso que tiene un paciente que tiene una apendicitis, que su situación es muy grave, que no hay quirófano, no hay anestesia, no hay bisturí, pero lo tiene que operar de emergencia, porque si no el paciente se va a morir. Concluyó la anécdota diciendo que el presidente electo les dijo que el primer planteamiento sonaba muy bonito, pero que, si bien la otra propuesta implicaba medidas drásticas e incluso sufrimiento, sonaba más realista y honesta. Fujimori le ofreció el cargo, el cual aceptó y desempeñó algún tiempo después. Recuerdo que expuso sobre las medidas económicas de corte liberal que implementó, las cuales se han descrito como un “ajuste económico severo”; así como también sobre la férrea oposición que recibió y que quiso llevar al país a la inestabilidad e ingobernabilidad; y sobre cómo finalmente el Perú pudo lograr una recuperación y crecimiento económico notable que al menos debe reconocérsele al primer período de Fujimori.

Me vino a la mente la historia luego de escuchar una serie de ofrecimientos, típicos de las promesas de campaña que apelan más a la ilusión y que cada vez son más osados. No hay si quiera una discusión seria y profunda sobre la efectividad, o inefectividad, de programas y políticas que muchos aspirantes a ejercer el gobierno puedan proponer, debatir, defender o refutar. Pareciera más bien que, para muchos, la campaña se ha tornado en un concurso para ver quién hace los ofrecimientos más atrevidos y extravagantes que puedan imaginar, lo cual también pareciera que resulta ser el medio más efectivo para sobresalir en el debate político. No dista de la lógica pensar que una población acostumbrada a la desilusión razone en el sentido que, si bien intuye que muchos ofrecimientos son vacíos, no tiene más que perder; mientras que, por el contrario, se aferra a la esperanza de que alguno de esos tantos ofrecimientos clientelares se materialice en algún ínfimo beneficio. Me cuestiono si una propuesta que implique un verdadero cambio de paradigma en términos de cómo se define el papel del estado y su efecto sobre la economía, formulada con los pies bien puestos sobre la tierra, tendría cabida en el debate político actualmente.

Area de Opinión
Libre emisión de pensamiento.

Le invitamos a leer más del autor:

Alejandro Baldizón

Abogado y Notario, catedrático universitario y analista en las áreas de economía, política y derecho.