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Políticamente incorrecto

Zoon Politikón

Es políticamente incorrecto hablar de fraude y de imposición extranjera en el actual proceso electoral de Guatemala, por lo que suponer que el mandatario pretendía actuar fraudulentamente en favor del candidato oficial (para asegurarse no tener represalias en el futuro) no sería valido; tampoco pensar que en medio de la trama recibió presiones para ejecutar la trampa, pero ahora a favor de un candidato que no figuraba.

En las actuales condiciones en muy osado elucubrar que en contra de las encuestas se mete un corredor que no ranqueaba, entra de carambola a la jugada un partido que no tiene estructurada una organización política a nivel nacional, que logró colocar a un solo alcalde y que su participación en el congreso seguirá siendo de poca representación.

No cabe pensar que una LEPP discrimina la voluntad popular del voto nulo y de voto en blanco – siendo mayoría – favoreciendo la participación en segunda vuelta de quien solo alcanzo una minoría de votos; y que el TSE favoreció a organizaciones políticas inscribiéndolas aún con anomalías graves como la participación de ministros de culto o la inclusión de muertos en sus listados, firmas falsas, la duplicidad de huellas dactilares y que recibieron dinero de fuentes extranjeras sin reportarlo… sería demasiado conspirativo.

Los que sí son hechos, son la violación de la soberanía nacional por parte de gobiernos y agentes extranjeros y la politización de la justicia –herencia de la CICIG, Thelma y compañía-. 

Es un hecho real que el pueblo de Guatemala sufrió los efectos de la –Guerra Fría– sin tener vela en el entierro; el retroceso producido por los 36 años de enfrentamiento armado; que se debe lamentar todas las vidas perdidas, la sangre derramada y el dolor provocado por la lucha de intereses que no eran propios.  Es un hecho el abandono de Guatemala a su suerte cuando se le dio la espalda en 1977 y cuando en 1996 fue forzada a firmar unos acuerdos de paz que solo favorecieron a los derrotados en el campo de batalla… el altísimo precio pagado fue en vano y para el guatemalteco de bien, las condiciones de vida siguieron siendo las mismas.

Es un hecho que Guatemala experimentará el “giro a la izquierda” ya que el próximo gobierno será de corte socialista (izquierda o centro izquierda), que impondrá sin lugar a duda, la experiencia de políticas progresistas en países de Latinoamérica.

“El cambio” que tanto proclaman especialmente un sector de los jóvenes guatemaltecos, se pensara que surgió de un punto de inflexión producto de – la crisis – como una coyuntura crítica del devenir de la mala gobernabilidad producida especialmente por la corrupción en el Estado; pero en realidad… hay mucha tela que cortar.

Con el cambio es de esperar transformaciones radicales no solo en las estructuras políticas del país, sino en la economía y en los paradigmas sobre la configuración social (la corriente globalista atenta en contra de la estructura básica de la sociedad: familia, matrimonio, iglesia y Estado).

No se debe esperar una transformación de los sectores históricamente vulnerables, pues eso perjudicaría el status que favorece a este nuevo tipo de gobiernos; por el contrario, es muy probable la concentración de poder en el ejecutivo, por la falta o exceso de peso en el congreso, aumentando, en ambos escenarios, arbitrariamente su carácter decisionista especialmente con miras a obstaculizar la sucesión presidencial.

El cambio que esperan algunos los puede sorprender al no ser lo creador que se pretende y por el contrario su efecto podría ser destructor de elementos que deberían conservarse para verdaderos cambios futuros, pues la búsqueda de progreso no debe destruir el progreso alcanzado en el pasado.

Los nuevos gobernantes se enfrentarán al problema de apropiarse indebidamente del futuro, sobre la construcción de una utopía surrealista que no será suficiente para calmar las necesidades sociales, que serán trasladadas a una categoría inferior por la intensión de los gobernantes de afianzarse en el poder. No existe nada inherente en la historia ni en la política que garantice un resultado idealizado, pues no es posible aglutinar en un solo sector el sentimiento de dar vida al futuro, sin asumir la diversidad de criterios de la sociedad, especialmente cuando se llega sin una verdadera legitimidad.

El nuevo gobierno no deberá olvidar que no es lo mismo un movimiento populista que un proyecto político popular; ya que no se debe pretender imponer un lenguaje; que no se puede formar un – pueblo – a semejanza de un modelo de uniformidad sin potencializar la capacidad de autodesarrollo; que no se puede buscar una unidad simplemente nominal, mientras no se respetan la diversidad en torno a la unidad; que no se puede mantener la frustración de las demandas no satisfechas simplemente para cuestionar la dinámica democrática.

A los nuevos gobernantes se les recuerda que no es suficiente hablar de democracia si no se hace con valores, de lo contrario se caería en un totalitarismo solapado; dicho esto por el apoyo manifestado a ideologías que atentan contra los valores que actualmente ostenta la sociedad guatemalteca.

Tampoco deben pasar por alto que las corrientes globalistas atacan el concepto de Patria, por su ideal del – Estado mundial -, más aún en países como el nuestro en donde la defensa de los valores humanos y cristianos han sido una insignia.

No deben olvidar que pensamientos como “para ser demócrata hay que ser laicista… y que quién no piensa igual, no es demócrata” esto solo lleva al pensamiento único obligatorio, aunque sea políticamente correcto.

A la población no le debe extrañar que muchos de izquierda incluso los abiertamente totalitaristas, digan que ellos son por supuesto demócratas… Y como son demócratas, entonces la base para todas las nuevas leyes debe ser originada en la voluntad popular, ¿y cómo saber que es voluntad popular? Pues porque es decidida por uno pocos… por lo gobernantes que tienen el poder.

Que no sea de extrañar la reducción de las formas sustanciales de libertad con el riesgo de desmantelar el régimen democrático, reduciendo los espacios de participación popular, sin importar que esta sea una manifestación de libertad.

El problema para enfrentar será representar a la unidad nacional, sin intentar alegar la desactivación del – enemigo -, derivando en autoritarismo que fundamenta su poder popular con base en la distribución de activos y de derechos.

Es de suma importancia comprender qué es lo que se debe hacer con el sistema político ante la crisis actual y de cara al futuro incierto y complejo, que no podrá ser controlado sin una visión de Estado, peor aún, con revanchismo y con prácticas de autoritarismo.

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Edgar Wellmann

Profesional de las Ciencias Militares, de la Informática, de la Administración y de las Ciencias Políticas; Analista, Asesor, Consultor y Catedrático universitario.

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