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Estilo de vida democrática

Antropos

La ciudadanía es un estatus de la persona, que implica el derecho a una vida digna, lo cual es el resultado de gozar una educación con calidad, un empleo adecuado, vivienda y salud. Pero a su vez, también significa que la niñez y la juventud tengan espacios de recreación en el arte y el deporte. De estas condiciones surgen los artistas y los deportistas, qué en el caso de Guatemala, es un mundo al revés.

Por ello, es emocionante ver como un joven hijo de migrantes en los Estados Unidos, resulta triunfador en gestas deportivas de altísimo nivel, colocándose en la prueba de los cinco mil metros en el cuarto clasificado a nivel mundial. Nos referimos a Luis Grijalva, quien fue becado por la Universidad de Arizona, para dedicarse al deporte competitivo. Junto a él, el joven de 18 años Faberson Bonilla, originario de  Livingston Izabal, hoy obtiene la medalla de oro en una competencia mundial de patinaje celebrada en Italia.

Estos dos hechos, nos ponen de manifiesto qué si un país invierte en las personas, obtendremos preseas en diferentes campos y nuestros jóvenes crecerán integralmente, convirtiéndose a futuro, en los ciudadanos que necesita Guatemala.

De ahí que la vida cotidiana de cada uno de nosotros está bañada por diversos aspectos  que van desde los abrazos afectivos con los hijos y la compañera de vida, hasta las interacciones con amigos, colegas de trabajo y entornos sociales. Es lo que nos empuja y motiva para que todos los días busquemos salidas para mitigar las dificultades que se presentan diariamente. Trabajo, estudio, vivienda, salud, seguridad, comida.

Normalmente oteamos como familia, avanzar con armonía en la vida. Pero también suele suceder que algunos ciudadanos trascienden este núcleo de la sociedad y se esmeran con proyección, a comprometerse con la vida social y se vuelcan con vocación de servicio.

Es este sentido, qué por el camino de esta reflexión, resulta interesante destacar que el tema central de la vida en sociedad, es la política, lo cual estuvo al centro del mundo clásico griego. Precisamente el pensador costarricense Manuel Formoso Herrera, nos legó esta lúcida afirmación: “Para mí la política es importantísima y no renuncio a ella a pesar de los politiqueros, porque creo que es una dimensión esencial del hombre”.  Y, además, “debemos de luchar por la libertad para todos, por la igualdad de todos y por crear condiciones para que se de la fraternidad entre los seres humanos y para que conquistemos la democracia”.

Siendo acertadas las palabras de Formoso, lamentablemente en Guatemala y otros países, el ideal de un estilo de vida ciudadana con los adjetivos indicados, no se da. Contrariamente, está presente un estilo de vida en donde no se le apuesta por la felicidad, por la calidad de vida de los seres humanos, ni de la naturaleza. En tal sentido, la ciudadanía no logra encontrar el camino o las vías para convertirse en parte del “poder soberano”, o sea, ser el sujeto central de la vida democrática de esta República que llamamos Guatemala.

Hasta hoy no vemos en la llamada democracia que vivimos, que se respeten los derechos ciudadanos, para darle contenido a la democracia política, económica, social, cultural, educativa. No existe garantía de respeto a la “separación de los poderes”, a fin de crear los pesos y contrapesos del Estado que facilite la gobernabilidad. Es necesario garantizar el derecho a la salud, a la educación, el respeto de las ideas, a la seguridad, a la vivienda, al trabajo, a la libertad de profesar diferentes credos religiosos, a la superación de la discriminación y exclusión social. A una alimentación adecuada, a la recreación, a la cultura y el deporte. A la dignificación concreta de los pueblos originarios. O sea, a la felicidad y bienestar espiritual y material.

Significa qué en Guatemala hasta el día de hoy, la democracia es una abstracción y una acción política electoral; pero no ha existido un proyecto de cómo construirla porque no se visualizan políticas ni acciones reales y significativas del Estado en torno a la salud, a la educación, a la seguridad ciudadana, a la justicia, ni mucho menos a una economía de equilibrio social. Y como si todo esto fuera poco, nos acompaña el fenómeno de la corrupción que carcome al Estado y a la sociedad.

En ese sentido, que a fin de lograr un país de verdad, debemos superar la dramática condición de una niñez desnutrida, y en el que nuestros jóvenes puedan estudiar, trabajar, soñar y ser felices. Para esto, requerimos al menos una inversión social de tres décadas que superen más de un siglo de ausencias que viabilice el camino que nos permita construir un Estado de bienestar ciudadano, incluyente y democrático.

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