Cada invierno nos desnuda y recuerda los retos en vivienda social
Lugar Hermenéutico
Cada año, cada época de lluvias en el país, nos recuerda las múltiples materias pendientes respecto a una política de vivienda, ordenamiento territorial, gestión integrada de riesgos, mantenimiento al sistema de drenajes y alcantarillas, tan solo por mencionar algunos temas, con cargo no solo a las municipalidades del país, sino también al ente de nacional de “planificación y programación del presupuesto público conocida como SEGEPLAN.
Si bien es cierto, ni los más doctos en temas de meteorología se atreven a pronosticar las cada vez más extremos fenómenos naturales, no digamos el resto de los ciudadanos que sobrevivimos entre el caos vial del día con día, entre muchas otras de las problemáticas comunes propias del subdesarrollo, tal cual el déficit de vivienda.
Lo cierto, es que cada invierno deja a su paso un legado de víctimas mortales e innumerables pérdidas materiales, particularmente de la población más vulnerable, como en este caso, que se debe lamentar las víctimas mortales del río Naranjo, sin contar las que aún están desaparecidas.
Mientras se continúan las labores de rescate, las autoridades de la Municipalidad de Guatemala, se lavan estúpidamente las manos indicando que ya habían advertido a los vecinos sobre los riesgos de vivir en esta área, vaya lujo de insensatos, como si la gente viviera en esas condiciones por que quiera, pues no, por si no lo sabían gente de la Muni Guate y Muni Mixco, las personas viven en esas condiciones porque no tienen donde vivir.
Guatemala es el país que tiene el más bajo nivel cualitativo de vivienda en Centroamérica, con más de 1.5 millones de hogares con dificultades, equivalente al 61%, de ellos en su mayoría en el área rural. Se considera que en Guatemala son necesarias más de un millón ochocientos treinta y un mil quinientos noventa y dos (1,831,592) viviendas a construir o mejorar, para solucionar el déficit Habitacional cualitativo y cuantitativo
Como problemática, la vivienda en Guatemala tiene más de 40 años, acá una breve secuencia de puntos de deflexión en la temática:
Conflicto armado interno (1954-1996): provocó cambios en la forma de vivir de sus habitantes, como la desmovilización de las áreas rurales más afectadas, hacia las cabeceras municipales y departamentales; esto aumentó la masa de migración ya existente. Se considera un millón de desplazados.
Terremoto del año 1976: El 4 de febrero de 1976, 258 mil casas quedaron destruidas, cerca de 1.2 millones de personas quedaron sin hogar.
El Huracán Mitch (1998): Este fenómeno aumentó el déficit habitacional en sus variantes cuantitativa y cualitativamente. Se diagnosticaron más de 200,000 viviendas en zonas de alto riesgo.
Tormenta Stan (2005): Dejó sin vivienda a 57,000 personas 9,500 viviendas.
Tormenta tropical Agatha (2010): 3,377 personas damnificadas, afectado unas 575 viviendas. 475 millones de dólares para la reconstrucción del país tras la tormenta tropical
Terremoto de San Marcos (2012): Terremoto de magnitud de 7.2 grados en la escala de Richter y con epicentro en el departamento de Retalhuleu, afectando gran parte de los departamentos de San Marcos, Huehuetenango, Quetzaltenango, Sololá y Totonicapán. Que dejo 17,000 afectados entre ellos más de 200 damnificados.
Tormenta Eta e Iota (2020) En materia social, más de 2 millones de personas afectadas, 311 mil 317 personas evacuadas, 100 personas desaparecidas y más de 60 personas fallecidas. Hubo daños a más de 400 mil viviendas de las cuales 5 mil, tienen daño severo, es decir inhabitables. Así como daños en más de 400 escuelas.
Por si fuera poco, a nuestra paupérrima infraestructura vial, tras esta tormenta, se agregaron 875 tramos de carreteras dañadas, 26 carreteras destruidas y 114 puentes afectados, de los cuales 52 de ellos totalmente destruidos.
Sumado a Eta & Iota, recordemos la tragedia del Cambray o lo ocurrido en múltiples comunidades como las de hace algunos años en Tajumulco, o en colonias de la periferia de la ciudad, como en ciudad Peronia o en este caso en la población asentada bajo el puente el Naranjo, que ante algún fuerte aguacero sufren los derivados deslizamientos de suelo y las amplias secuelas que ello conlleva.
La vivienda, como política de Estado, ha tenido algunos destellos de solución, pero claro está, en franco deterioro. En 1956 se recibe un apoyo externo para crear el Instituto Cooperativo Interamericano de la Vivienda, que en 1965 se transforma en el INVI, Instituto Nacional de la vivienda, el cual se enfoco en dirigir su esfuerzo en los sectores medios, en aquel momento, empleados público, que en 8 años produjo más de 8,000 unidades, siendo la popular colonia Primero de Julio, uno de sus proyectos emblemáticos.
En este tiempo se crea el Fomento de Hipotecas Aseguradas, (FHA) cuya función principal es garantizar a los bancos y entidades financieras la recuperación de su capital, pero sin el menor enfoque social, más que velar por el retorno de la inversión de los privados.
En 1973, el INVI, se transforma en el BANVI, Banco Nacional de la Vivienda, el cual, con el paso de gobierno, se fue transformando en botín político que colapso en el gobierno del presidente Cerezo.
Desde 1996, y partiendo de la firma de la paz, surgen el FIS (fondo de inversión social), FONAPAZ (fondo nacional para la paz), encaminados a la inversión de dichos capitales a los sectores más necesitados, pero es sabido que no dieron los resultados esperados, posteriormente se crean la Unidad para el Desarrollo de Vivienda Popular, UDEVIPO, el Fondo para la Vivienda, FOPAVI y El Fondo Guatemalteco de la Vivienda, FOGUAVI.
Estos fondos, han recibido miles de millones de quetzales, entre 2005 y este año, los diversos programas y fondos, han recibido más de Q. 10 mil millones de Quetzales. Estos fondos fueron creados con el objeto de otorgar subsidio directo y facilitar el acceso al crédito a familias en situación de pobreza y pobreza extrema que carecen de una solución habitacional adecuada. Sin embargo, es difícil de explicar cómo esta cantidad de dinero no se refleja en una adecuada política de vivienda social en el país.
Es imperativo que las autoridades dimensionen el gran desafío de la vivienda social en el país, el cual puede ser una valiosa oportunidad para apalancar a su vez una política de empleo, pues es sabido que cada unidad habitacional genera al menos cuatro empleos directos y alrededor de 10 indirectos, por toda la cadena de suministros alrededor de cada proyecto. Si no es desde el punto de vista social, al menos que vean que darle vivienda digna a la gente, puede ser un excelente negocio.

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