Señor Arévalo: Usted, hijo del fraude y padre del crimen, debe estar en prisión
Logos
Señor Bernardo Arévalo: en la pasada elección del 25 de junio ningún candidato presidencial obtuvo mayoría de votos; pero repentinamente, ex nihilo, o de la nada, o desde la notable sombra del anonimato, usted fue uno de los dos candidatos que obtuvieron mayor número de votos, y fue ganador en la segunda elección. Es explicable: su elección fue el engendro de un fraude electoral cometido con el concurso de agentes nacionales, internacionales y extranjeros. Ese fraude fue denunciado. El Ministerio Público lo investiga.
Usted es, entonces, en cuanto presidente electo, hijo del fraude. He afirmado que no es factible demostrar judicialmente ese fraude porque “fue obra de una combinación de perfeccionada tecnología, caudaloso fluir financiero, opulento poder político extranjero e internacional, y oculto interés ideológico socialista y punible corrupción de la autoridad electoral.” No es factible demostrarlo; pero tampoco es factible ocultar los indicios de que fue cometido.
El fraude electoral que le confirió el estatus de presidente electo fue precedido por un fraude no electoral: la inscripción del partido que propuso la candidatura presidencial de usted. Ese partido inventó afiliados con el fin de tener un número de afiliados no menor que el número que legalmente debía tener. Es un fraude denunciado, que también investiga el Ministerio Público. Puede afirmarse, entonces, que su candidatura presidencial, señor Arévalo, fue fraudulenta. Usted es, pues, hijo de un doble fraude.
Empero, usted, señor Arévalo, no solamente es hijo del fraude. También es padre del crimen; pues con el fin de defender el fraude que lo convirtió en presidente electo, promueve y comanda, con patológica obsesión, y destructora obstinación, y demencia terrorista, y furor satánico, actos que violan los derechos de los ciudadanos; que destruyen bienes privados y públicos; que paralizan la economía nacional; y que crean cesantía laboral, y más pobreza. Y exhorta a sus huestes fascistas o nacional-socialistas a persistir en esos actos criminales. ¡Desgraciado destino de la patria, porque será gobernada por un legítimo hijo del fraude y un fecundo padre del crimen!
Usted comete el delito de instiga a delinquir, castigado con prisión de uno a cuatro años. Usted comete el delito de terrorismo, castigado con prisión de diez hasta treinta años, y multa de veinticinco mil hasta ochocientos mil dólares. Usted comete el delito de intimidación pública, castigado con prisión de seis meses a dos años. Usted, entonces, tendría que ser sujeto de persecución penal pública, acusación y proceso judicial penal, y ser condenado a prisión. Sería prisión que piadosamente nos salvaría de que usted, señor Arévalo, fuera Presidente de la República.
Es legalmente factible denunciar los actos criminales cometidos por usted, señor Arévalo, y perseguirlo penalmente en este mismo momento, en este mismo día, porque usted no tiene garantía de antejuicio, es decir, garantía de que una autoridad designada por la ley conceda o no conceda permiso para someterlo a proceso penal. Efectivamente, la Ley en Materia de Antejuicio concede esa garantía a los candidatos a Presidente de la República; pero usted ya no es candidato. Es presidente electo. Tuvo garantía de antejuicio cuando fue candidato; pero ya no lo es. La tendrá cuando sea presidente; pero todavía no lo es.
Sospecho que, si los crímenes que ha cometido usted fueran denunciados, y usted, señor Arévalo, por no tener garantía de antejuicio, fuera sujeto de persecución penal, los geniales abogados de nuestro país que han solicitado a la Corte de Constitucionalidad alterar la ley para que el partido de usted, el partido Semilla, no pueda ser extinguido por orden judicial, y que también le han solicitado alterar la ley para que el Presidente de la República pueda destituir a la Jefe del Ministerio Público, le solicitarían a esa misma corte, alterar la ley para que usted tuviera garantía de antejuicio. O le solicitarían alterar el Código Penal para que usted no pudiera ser acusado de cometer actos criminales, aunque fueran flagrantes actos terroristas.
En la historia nacional, los candidatos presidenciales electos han perjudicado a la patria cuando ya ejercen la presidencia, como la perjudicó el primaveral presidente Juan José Arévalo Bermejo, cuyo otoñal gobierno autorizó que el gobierno de Estados Unidos de América sometiera a inocentes guatemaltecos a experimentos científicos médicos; y como también la perjudicó el primaveral presidente Juan Jacobo Árbenz Guzmán, cuyo otoñal gobierno fue obrador de tortura, asesinato y confiscación de la propiedad privada. Empero, usted, señor Arévalo, ha perjudicado a la patria antes de ejercer la presidencia. Usted ha tenido infernal prisa, diabólica impaciencia, en perjudicarla. Millones de guatemaltecos han sido víctimas de la criminalidad que usted ha promovido y que ha bendecido, y que insiste en promover y bendecir, con asombrosa impunidad.
Post scriptum. Antes de ejercer la Presidencia de la República usted ha sido una descomunal maldición nacional. Hay motivo para temer que, cuando la ejerza, multiplicará esa maldición. Confío en que, por mandato de una sabia Providencia, usted será destituido, como Juan Federico Ponce Vaides, sucesor de Jorge Ubico Castañeda; o será obligado a renunciar, como Juan Jacobo Árbenz Guzmán, sucesor de Juan José Arévalo Bermejo. En cualquiera de ambos casos ansío que su más propicio hogar sea la cárcel.

Le invitamos a leer más del autor: