Hipocresía ideológica (Parte II)
Zoon Politikón
¡La derecha ya perdió¡ gritan muchos, ¡pero no es tan cierto que la derecha gobernó¡ responden otros; ojalá no toque mordernos la lengua, aunque está en duda, “Semilla” parece ser más de lo mismo. ¡¡Veremos!!
El impacto positivo de los migrantes a través de las remesas ha demostrado ser una fuerza motriz esencial para el progreso económico en Guatemala.
Los desafíos persistentes en áreas como la educación, la salud y la seguridad requieren una atención gubernamental más efectiva y coherente, que procure recuperar la confianza de la población a través de acciones concretas, transparentes y efectivas.
Algunos gobernantes, ministros, alcaldes, funcionarios públicos, empresarios y políticos han demostrado ser hipócritas y corruptos al saquear y despojar a muchos, especialmente a los más necesitados. Las evidencias son claras: a pesar de los índices económicos positivos, el desarrollo social se encuentra entre los peores. Sus acciones han dejado un rastro de destrucción en la vida de la población, revelando una brecha alarmante entre el progreso económico y el bienestar social. Es imperativo abordar esta hipocresía y corrupción para lograr un cambio real que beneficie a toda la sociedad.
La introducción de la dicotomía derecha-izquierda sin una comprensión profunda puede contribuir a la polarización en la sociedad. Los ciudadanos pueden identificarse rápidamente con una u otra etiqueta sin entender completamente las implicaciones de sus elecciones políticas.
La formación política es esencial para el buen funcionamiento de una sociedad democrática y para el desarrollo sostenible de un país en crecimiento. Contribuye a la construcción de ciudadanos informados, participativos y comprometidos con la mejora continua de su sociedad.
El progreso en las condiciones de vida de muchos guatemaltecos no debe atribuirse a la acción de los gobiernos, sino más bien al valioso esfuerzo de los migrantes que, a través del envío de remesas familiares, han generado un impacto significativo en la economía del país. A lo largo de la época democrática moderna de Guatemala, la gestión gubernamental ha dejado un sentimiento generalizado de frustración y desesperación entre la población. Paradójicamente, son los migrantes, verdaderos héroes de la vida, quienes aportan el 18% del Producto Interno Bruto (PIB), convirtiéndose en una de las principales fuentes de divisas para el país.
Esta contribución financiera de los migrantes no solo fortalece la economía nacional, sino que también incide positivamente en diversos aspectos. Estos recursos incrementan la demanda interna de bienes y servicios, estimulan la producción, generan crecimiento económico y propician la reducción de la pobreza al ayudar a las familias necesitadas a cubrir sus necesidades básicas.
A pesar de la ausencia de un capitalismo y una economía de mercado libre plenamente desarrolladas, Guatemala ha logrado mantener condiciones económicas relativamente sólidas gracias a la aportación clave de los migrantes.
Resulta pertinente señalar que el éxito relativo de la izquierda progresista en otros países latinoamericanos destaca la hipocresía de los líderes gubernamentales, independientemente de su afiliación ideológica, al no abordar de manera efectiva los problemas que aquejan a las naciones.
Los indicadores de desarrollo humano en Guatemala, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), reflejan una realidad compleja. A pesar de contar con un nivel de desarrollo humano medio-bajo, la pobreza afecta al 55,2% de la población, con un 23,4% viviendo en condiciones de pobreza extrema. La tasa de alfabetización, aunque alcanza el 83,4%, se ve empañada por la baja calidad de la educación, limitando el acceso a empleos decentes y la participación plena en la sociedad.
Las cifras de esperanza de vida y mortalidad infantil subrayan la necesidad de abordar problemas fundamentales como la desnutrición y la falta de acceso a servicios de salud. La aparente prosperidad en las zonas urbanas contrasta con la dura realidad de la pobreza extrema en áreas más remotas, evidenciando la necesidad urgente de medidas gubernamentales efectivas.
El desencanto de la población hacia la forma de gobernar de los últimos gobiernos es palpable, y con razón. ¿Qué hemos experimentado? Gobiernos marcados por la corrupción, vinculados con el crimen organizado desde las propias instituciones encargadas de brindar seguridad y justicia. Esta realidad no pasa desapercibida para la comunidad internacional. Tres expresidentes y una vicepresidenta tras las rejas (Portillo, Colom, Pérez y Baldetti), mientras Morales y Giammattei son señalados tanto por nacionales como por extranjeros de incurrir en actos corruptos.
La población no solo observa estos hechos, sino que los siente. Está exhausta de la corrupción, llegando al punto en el que se debate entre la magnitud del cansancio por tantas decepciones y la preocupación latente de que el temor al fraude y el eventual surgimiento de un gobierno de tendencia socialista puedan opacar aún más la esperanza.
En países subdesarrollados sin formación política, una parte del problema es hablar de derecha e izquierda, lo que puede amplificar en exceso la complejidad política. En entornos donde la educación política es limitada, estas etiquetas pueden llevar a estereotipos y polarización, ya que las personas podrían asociarse con prejuicios sin entender completamente sus matices.
La falta de comprensión profunda de estas ideologías contribuye a una visión superficial y potencialmente distorsionada de las posiciones políticas. Esta simplificación puede ser susceptible a influencias externas, ya sea de actores políticos o mediáticos, lo que podría llevar a la adopción de posturas políticas sin una evaluación crítica.
La complejidad inherente a la política requiere comprender las dinámicas políticas y las implicaciones de las elecciones, evitando simplificaciones excesivas y fomentando la comprensión profunda de los problemas y soluciones políticas.
La falta de formación política que en un país en desarrollo genera problemas que impactan la democracia, el desarrollo social y económico. Conduce a ciudadanos menos comprometidos y participativos, debilita la legitimidad democrática y aumenta la vulnerabilidad a la desinformación. Además, contribuye a la inestabilidad política, perpetúa desigualdades sociales y limita el desarrollo económico.
Es crucial implementar la educación cívica para comprender la democracia, fomentar la participación ciudadana y mejorar la comunicación política.
Es imperativo mejorar la situación, pues el desarrollo, la educación, la salud y otros aspectos fundamentales que deben impulsar a los guatemaltecos que buscan progresar, han quedado relegados al olvido.
Recuperar la confianza de la población es primordial por lo que hay que redefinir las prioridades gubernamentales, centrándose en el bienestar de la ciudadanía y en la construcción de instituciones fuertes y confiables.

Le invitamos a leer más del autor: