Unidos por una Guatemala mejor
Poptun
El panorama que enfrenta el nuevo gobierno es, sin lugar a dudas, desalentador. En un país donde la sombra de la corrupción se ha infiltrado en todos los rincones del aparato estatal, gobernar se convierte en un desafío monumental. A cada paso que se da, se encuentra evidencia de malversación de fondos, nepotismo y abuso de poder.
La corrupción, lamentablemente, no es solo un problema superficial; es una enfermedad arraigada en las estructuras mismas de la sociedad guatemalteca. A donde miremos, encontramos rastros de esta lacra que ha socavado la confianza del pueblo en sus instituciones y en sus líderes. Es un escenario en el que parece imposible superar la desconfianza y restaurar la fe en un futuro mejor.
El nuevo gobierno se enfrenta a un doble desafío: lidiar con personajes señalados de corrupción que aún pululan en los círculos de poder, y trabajar con instituciones que han sido cooptadas por fuerzas oscuras, dejándolas perdidas en un laberinto de intereses particulares que van en detrimento del bien común. Estas instituciones no solo son ineficaces, sino que también contribuyen a perpetuar la sensación de estancamiento y desesperanza en la población.
Ante este escenario, es comprensible que muchos se sientan desilusionados y escépticos ante la posibilidad de un cambio real. La sensación de que nada realmente cambia, de que las mismas caras y los mismos intereses continúan dominando el panorama político, es abrumadora. La población anhela un cambio tangible, una transformación que no solo sea superficial, sino que penetre hasta el núcleo mismo del sistema.
Sin embargo, no hay que perder la esperanza que el cambio real vendrá, pero debe ser una acción decidida por parte del gobierno y de la sociedad en su conjunto. Es hora de dejar atrás la resignación y la apatía, y trabajar juntos para construir un futuro en el que la corrupción ya no sea la norma, sino la excepción.
El presidente Bernardo Arévalo ha demostrado un firme compromiso con la legalidad y el debido proceso en medio de las complejas circunstancias legales que enfrenta. Su posición decidida frente a la solicitud de antejuicio de Consuelo Porras por presunto delito de incumplimiento de deberes, presentada por la Procuraduría General de la Nación, refleja su determinación por seguir los cauces institucionales.
Sin embargo, la responsabilidad de rescatar las instituciones cooptadas y combatir la corrupción no recae únicamente en el presidente. Es esencial que la población se involucre y siga de cerca las gestiones del mandatario, no sólo para respaldar las acciones legales impulsadas por el gobierno, sino que para impulsar también la movilización ciudadana. A través de la protesta ciudadana se puede exigir que instituciones clave, como la Corte de Constitucionalidad, la Corte Suprema de Justicia o el Congreso de la República, emitan resoluciones acordes a la ley y legislen en beneficio del pueblo.
Es crucial que la ciudadanía no permanezca en silencio frente a la corrupción que ha permeado todos los niveles de la sociedad, sino que al contrario demuestre una actitud proactiva de lucha contra este flagelo.
Este presidente se diferencia por tener el buen legado de su padre para seguir y a diferencia de sus predecesores, se destaca por su respeto al Estado de Derecho y a los derechos humanos de los guatemaltecos. No obstante, enfrenta un desafío monumental: la corrupción es un monstruo de mil cabezas que constituye un problema intrincado y multifacético, que parece imposible de controlar.
Por lo que ahora es el momento de la acción colectiva y organizada por parte de la ciudadanía, que, a través de grupos de ciudadanos comprometidos con el bienestar de Guatemala, respalden las acciones del presidente y así se modifique la dinámica de la protesta en apoyo a su gestión.
Sin lugar a dudas, nos enfrentamos a un nuevo paradigma de gobierno, con un presidente comprometido en desenmarañar las redes de corrupción y en mantener el interés público por encima de los propios.
Sin embargo, el gobierno necesita el acompañamiento del pueblo, porque los grupos obscuros desean que este gobierno fracase y es por ello que siguen con el propósito de dar el golpe de Estado. La participación ciudadana es necesaria para exigir cambios significativos. Es a través de la participación activa de todos los ciudadanos que se puede construir un país más justo y próspero para las generaciones futuras, y en este momento coyuntural, puede ser el pulso para mover la balanza a favor de nuestro país. ¡La unión hace la fuerza!

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