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¿Y si no hubiese dinero?

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Cuenta la historia que cuando no había surgido el dinero como moneda de compra-venta, se utilizaba el llamado trueque donde se daba un producto por otro (donde lo primero fueron los alimentos como la sal, el maíz, el cacao, pescados y carnes por oro, plata y/o bronce), que no era del todo sencillo, sobre todo para que ambas partes debían estar interesadas en las utilidades intercambiadas, llegando a un acuerdo en cuanto al valor que tenían dichos objetos y que el cambio fuera equitativo.

De ser utilizado el oro, en forma de lingote[1], la problemática se centraba en el peso del mismo, que según el peso se le asignaba el valor del mismo, al que se le dio el nombre de “denario romano”, origen de la palabra dinero.

Por supuesto que no pretendo dar una clase de numismática, entiéndase “Disciplina que estudia las monedas y las medallas, especialmente las antiguas”, sino del buen uso del dinero: compra de la canasta básica, materiales necesarios para la escuela (uniforme, cuadernos, lápices, etc.)

Mencionaría que el uso SANO del mismo, más allá de las brechas sociales, que siguen siendo muchas; ¿otros ejemplos de inversión por los tomadores de decisiones? Educación, educación, educación, salud, infraestructura (colegios, escuelas, universidades), carreteras, acceso a la corriente eléctrica, agua potable, etc.

La antítesis de lo SANO, cuando no se utiliza cuyo objetivo es que sea bueno o beneficioso para todos los integrantes de una sociedad o comunidad, lo cual se resume como un bien común.

El factor dinero, constituye un instrumento complejo dependiendo del uso que se le dé, pero sobre todo cuando no se cuenta con el mismo y surgen las necesidades básicas, bien por la carencia de trabajo cuando hay necesidad de alimentar a la familia, que, por supuesto la respuesta NO es asociarse de lo ajeno, NO.

La respuesta y se repite el ciclo (ideal) que en la medida que se tenga acceso a la Educación, como punto de partida para ser preparado para un (dos, tres) trabajo digno, los problemas sociales disminuirán significativamente.

Bombardeados constantemente por hechos violentos que inundan las páginas, pantallas de lo que leemos o vemos, nos denota temor a que algún día “nos toque”, más cuando al llegar a la casa se entra en un toque de queda, sin toque de queda, donde se cierran puertas y ventanas a expensas que nos suceda algo, por lo que aprendemos sin libros y sin cuadernos a vivir con miedo.

No queda dudas que son muchos los factores o circunstancias que hacen que las personas cambien, dejando de ser personas de bien, sobresaturándose de antivalores donde el dinero suele ser por lo general el catalizador dando cobertura a la avaricia, deshonestidad, la mentira, al consumo desmedido, al delito, sin importar caiga quien caiga.

¿Y si la moneda de cambio fuese a través del sentimiento de vivo afecto hacia las personas, a la naturaleza donde se desea todo lo bueno, es decir AMOR?

Tal vez lo anterior pudiera resultar un tanto cursi[2] con determinada dosis de utopía, pero se me ocurre algo: Que, para ser padres, estudiantes (sin distinción de edades, desde la cuna), docentes, directivos, tomadores de decisiones se certifiquen en “denario romano”, es decir valores como moneda universal, que de lograrlo seríamos mejores cada día.


[1] Trozo o barra de metal en bruto, y principalmente de hierro, plata, oro o platino.

[2] Que pretende ser fino, elegante y distinguido, pero suele resultar ridículo, de mal gusto o pretencioso.

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Ernesto González Valdés

Nació en la ciudad de La Habana, Cuba y es nacionalizado Nicaragüense tiene estudios superiores de Licenciatura en Pedagogía y posgrados en Química Orgánica y elaboración de materiales didácticos.

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