Prensa Libre (Final)
Teorema
Cuando los hombres mueren, o antes, al envejecer, heredan a sus descendientes lo que poseen. Aquellos que construyeron importantes corporaciones a cuya creación dedicaron lo mejor de su vida, sus esfuerzos, privaciones, anhelos… esperan que sus hijos continúen y engrandezcan la empresa. Pero muchas veces no sucede así. Quizá el mejor ejemplo provenga del finquero que, con esfuerzo envió a sus hijos a estudiar. Estos, ya graduados, hicieron su vida profesional y familiar en la ciudad. Solo regresaban a la finca a visitarlos. Para dejar una parte a cada uno, la fraccionaron. Al morir ellos, la unidad se destruyó y la tierra fue vendida por partes.
Muchas veces, los nuevos propietarios buscan recuperar su inversión dando un uso no agrícola a la tierra adquirida. Algo parecido sucede con empresas comerciales, industriales y con otros negocios, los herederos haciendo uso de su legítimo derecho, venden las acciones heredadas para invertir en actividades de su interés. Los fundadores de Prensa Libre, al crear un periódico de mucho éxito consiguieron influir en el pensamiento y la forma de conducirse de muchísimas personas. Informaron de forma veraz sobre los acontecimientos y, empleando la razón, los editoriales y artículos de opinión forjaron parte de nuestra identidad.
Un periódico y una panadería se parecen en que ambos son empresas que prestan servicios de indiscutible importancia. Se diferencian en que una satisface la necesidad básica de alimentar nuestro cuerpo, mientras la otra resuelve, en parte, nuestros requerimientos de información y orientación para comprender nuestro entorno y los sucesos que genera, necesidades estas, de orden superior. Al proveer información, el periodismo, igual que la literatura y la filosofía, forman parte de nuestra psique, construyen nuestra personalidad.
Al llegar la década de los noventa el fundador industrial y dos de los fundadores periodistas ya habían fallecido. Los otros tres celebraron el cambio de siglo, pero en los años previos la edad y la enfermedad les había hecho, progresivamente, dejar sus posiciones directivas. Estas quedaron en manos de sus descendientes, la segunda generación. Sin embargo, no habían conseguido que en todos creciera el espíritu de sacrificio y la mística que exige esa profesión. Los fundadores periodistas tuvieron quince hijos, quizá más. Sólo dos de ellos, convertidos en escritores, publicaban regularmente artículos de opinión, a la manera de sus padres y resolvían, día tras día, los conflictos pequeños y grandes que se iban presentando. Decidían el rumbo editorial, el futuro de Prensa Libre. Otros herederos de aquel esfuerzo gigantesco habrán ocupado importantes posiciones administrativas, de las que este artículo no se ocupa.
Empero, la semilla de comunicadores sociales debió estar en casi todos. Recuerdo haber leído columnas de opinión de Dina García y de Hugo Contreras, hijos de Pedro Julio y de Álvaro, respectivamente. Muy bien escritas, interesantes, pero esporádicas. Debió haber otros que no recuerdo. Dina Fernández, nieta de Pedro Julio recibió la vena periodística de su abuelo. Múltiples y magníficas columnas de opinión escritas por ella fueron publicadas en Prensa Libre. Una vez, con respeto y afecto, escribí sobre ella: Por sus venas, en vez de sangre, debe correr tinta de imprenta. Después, la joven Dina fue al extranjero a estudiar periodismo. A su regreso, en sociedad con Prensa Libre fundó “soy502”, diario que dirige hasta la fecha.
Mario Antonio Sandoval Samayoa y José Eduardo Zarco siguieron la línea de sus padres, escribiendo columnas de opinión regularmente y quedando a cargo de conducir la dirección editorial. Se trata de dos personalidades distintas, contrapuestas una de la otra. Zarco antípoda de Mario Antonio, era un hombre inteligente, simpático, socialmente extrovertido, franco, directo y poseedor de un alto liderazgo natural. Seguro de sí, podía tomar decisiones rápido, la mayoría de las veces, de forma acertada. Tuvo dificultades con su vida personal, pero como periodista fue sumamente exitoso, tanto como cualquiera de los fundadores, quizá más que algunos.
Lo conocí una mañana de abril de 1994 hace 30 años. Entonces se discutía la depuración del Congreso, que aconteció cuatro meses después. Había escrito un texto proponiendo que, en vez de políticos, los partidos grandes, entonces el FRG y el PAN, propusieran personas destacadas en la vida nacional. De Zarco sólo conocía sus escritos. Lo llamé y me dio cita para el día siguiente. El texto le gustó y ordenó su publicación. Esa misma noche, sentado al lado de un diagramador de unos 50 años, fornido, alto y calvo, veía incluir fotos y cuadros que harían más fácil y atractiva la lectura de mi escrito, que ocupó más de dos páginas en la edición del día siguiente.
Zarco recibió comentarios favorables y me invitó a ser columnista y escribir tres artículos por semana, lo que excedía mis posibilidades. Aceptó mi solicitud de publicar sólo los días domingo. Después me honró con su amistad. Formó un grupo con unos ocho columnistas para conversar sobre temas de política y economía. Algunas veces en casa de Tere, su mamá; en restaurantes cuando ella estaba de viaje. Tere me confió que Isidoro su asesinado esposo, hacía reuniones semejantes en las que participaba. Las tertulias, en la casa de Tere, 4 Ave A y 12 Calle Z 9, que fueron inolvidables para mí, se extendían hasta pasada la medianoche. Los allí reunidos nos sumergíamos en un mundo intelectual como lo habían hecho otros un siglo atrás. Eran discusiones respetuosas y creativas que crearon amistad y cierta unidad de criterio entre los articulistas que asistíamos.
Conocer a Tere fue todo un privilegio ¡Qué persona encantadora! ¡Qué sonrisa tan hermosa! Me pidió suprimir el “doña” antes de su nombre. Entonces ella ya formaba, junto a monseñor Rodolfo Quezada Toruño, y al abogado Mario Permuth la Comisión Nacional de Reconciliación. Vinicio Cerezo, mediante acuerdo gubernativo, había conferido a Tere la condición de Ciudadana Notable, de manera vitalicia. Un honor más que merecido por ella, quien desempeñó ese cargo de honor durante seis años.
Chepe, (19.05.1959 a 15.12.2008), hizo una licenciatura en Ciencias de la Comunicación, en el Tecnológico de Monterrey, México. Se quedó viviendo allí un tiempo. Regresó a Guatemala a finales de los ochenta para trabajar como reportero en Prensa Libre. Tuvo varios ascensos pasando a ser subdirector y después, cuando uno de los fundadores se retiró de la dirección editorial, lo propusieron para ese cargo, el más importante en el diario. Tenía 34 años y un director cuestionó que fuera muy joven. Álvaro recordó que él solo tenía 30 y otros un poco más cuando formaron el periódico.
Durante la gestión de José Eduardo Zarco en la dirección editorial de Prensa Libre, el prestigio del diario y su identificación con el público lector aumentaron. Hizo una campaña personal muy agresiva: “No sea coche”, instando a la gente a no tirar basura en calles y carreteras. En vez de sentirse ofendidos, los ciudadanos se identificaron con ella y muchas personas que tiraban basura, sintiéndose vigiladas, dejaron de hacerlo. Su liderazgo natural era poderoso.
Cuando José Eduardo se retiró de la dirección editorial de Prensa Libre, el periódico empezó a declinar. Fue un proceso lento, pero progresivo. Gonzalo Marroquín, el sucesor de Chepe, llegado de afuera del grupo fundador y su familia, no tenía la estatura ética de sus antecesores. Nunca supe por qué lo habían escogido a él en vez del otro heredero, quien debió ser la opción natural. Gonzalo salió de Prensa Libre a inicios de 2011. Pero su ausencia no detuvo la caída. Años después, Mario López, el gigante de la telefonía celular adquirió una parte importante de las acciones de Prensa Libre.
López, el hombre con mayor riqueza en el istmo, no tenía interés en el periodismo. Pero sí tenía problemas de imagen después del escándalo de Pandora Papers y de algunas demandas judiciales, que reducían su poder de negociación en la eventual venta de sus acciones de Tigo a Millicom, poseedora del 55% restante. Muchas de esas dudas se desvanecieron cuando compró las acciones de Prensa Libre. La mayoría de los gobiernos y sus instituciones buscan el favor de los propietarios de los medios y pagan caro esos favores. Total, quienes pagan la cuenta son los contribuyentes y es el país el que absorbe el efecto de una prensa que debe vigilar los intereses personales de un multimillonario.
En noviembre de 2021 López Estrada vendió su participación en Tigo y ya no necesitó esas acciones. Falleció dos años después y según se dijo (no me consta) sus títulos terminaron en manos de otro magnate: Dionisio Gutiérrez Mayorga quien comprando más acciones puede ser el segundo mayor accionista de Prensa Libre y de Guatevisión. Si es verdad, nada oscuro habría en ello. Dionisio es ampliamente conocido, pero sus detractores parecen haber venido en progresivo aumento, al tiempo que sus amigos de verdad se reducen. Muchos aseguran que quiere ser presidente de Guatemala. Creo que se equivocan. De tener esa intención, ya se habría postulado, con altas posibilidades de triunfo.
Su experiencia empresarial es vasta, sabe tomar decisiones, tiene conocimiento en muchos temas, posee una licenciatura, una maestría y un doctorado. Más allá de títulos y diplomas, la preparación de sus entrevistas en temas disímiles le dejó amplio conocimiento en ellos. Además, posee recursos económicos suficientes para financiar una campaña política sin tener que hacer compromisos con nadie. Su bien articulado discurso lo fortalecen 30 años de entrevistar a personas con diferentes especialidades. Parece estar inmiscuido en asuntos políticos con el ex partido que ahora gobierna, lo que reduce su imparcialidad, De lo contrario él habría podido ser la salvación de Prensa Libre.
Prensa Libre tiene una sección de opinión casi tan buena como hace 30 años (hacen falta Álvaro, Pedro Julio y Chepe). Fo sigue siendo superior. El respeto hacia los textos de sus columnistas sigue alto. El editorial y los reportajes, cuando no se refieren a temas políticos están a la altura de otros periódicos, quizá mejor. La sección comercial, si a usted le gustan los anuncios, es inmejorable. Lo que me preocupa es la dirección editorial.
Que Suiza se atreva a calificar a nuestras autoridades judiciales debiera causar extensa indignación. Los suizos debieran usar Burka, ese velo que cubre por completo la cabeza de las mujeres afganas, avergonzados por sus acciones en el caso Sperisen. Hay ignominia y deshonor en su sistema de justicia. ¿Cómo se atreven a hacer señalamientos al nuestro? Una fuerte postura editorial condenando su intromisión debió seguir a tal declaración. En cambio, engolosinada, Prensa Libre lo destacó en su página frontal insertando las fotos de los aludidos, dando así la impresión de regocijo y aplauso… o de algo vergonzoso.
Si alguien preguntara ¿Quo vadis Prensa Libre? Habría que sugerirle ir a consultar a Dionisio. Pero antes indagar ¿Quo vadis Dioni?. Cuya respuesta posiblemente él mismo desconoce.
Le invitamos a leer más del autor: