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Impacto de la Facultad de Ciencias Médicas de la USAC

Antropos

Las universidades se justifican por los maestros que en ellas enseñan y si en ellas no hay maestros, lo mejor es cerrarlas porque degeneran en negocio y simulación. Juan José Arévalo.

Ahora que vivimos tiempos de desgaste humano, vemos con asombro, angustia y frustración a nuestra nación aun desmembrada culturalmente, con pobreza extrema, inseguridad ciudadana, desnutrición infantil, contaminación ambiental, altos niveles de desconfianza y con una moralidad llena de ceniza, polvo y caos. Escuchar y conocer entonces, la noticia de que la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de San Carlos, fue reconocida internacionalmente por el Consejo Mexicano para la Acreditación de la Educación Médica A.C, respaldado por la World Federatión for Medical Educatiión, es un gran aliciente para la vida de nuestro país. Particularmente para todo el gremio médico que diariamente lucha por salvar vidas ante enfermedades que cunden por todo el territorio nacional.

Habrá que recordar que esta unidad académica nació en el seno de las primeras décadas de la vida colonial, cuando apenas daba sus primeros pasos. Fue a partir de la creación del Colegio de Santo Tomás, en el año de 1562, fundado por el obispo Francisco Marroquín, que se convirtió felizmente, en el punto de origen del nacimiento de la Universidad de San Carlos un 31 de enero de 1676. Abre sus puertas el año 1681 y 1687, fue la fecha en la que el Oidor Francisco Sarasa y Arce, redacta su primera constitución.

Bajo el espíritu de la Universidad de Salamanca, empieza a trabajar la Universidad de San Carlos y a principios del siglo XVIII “un humilde mestizo, el Dr. Manuel Trinidad de Avalos y Porres, fundó la investigación científica e hizo transfusiones de sangre en perros”. Así mismo, a finales de esa misma fecha, se elimina la concepción escolástica de la institución con la presencia del monje franciscano de origen costarricense, Fray Antonio de Liendo y Goigochea, quien introduce la ciencia experimental. Se recomienda la disección de los cadáveres humanos y en ese marco histórico, surge la figura de un José Felipe Flores, quien deslumbra con sus inventos y teorías, incluso en Francia y a su vez, Narciso Esparragosa y Gallardo, con la creación de la cirugía científica y a su vez, fue fundador del Anfiteatro del Hospital San Juan de Dios. Curo a personas de cataratas y salvó a madres e hijos en los partos.

También brilló posteriormente, el doctor Rodolfo Robles quien descubrió la oncocercosis en América, Carlos Alvarado Dumas inventor de la membrana biológica, María Isabel Escobar, primera pediatra, Federico Castro patólogo de renombre, Ernesto Cofiño Ubico, médico humanista y su nombre está en el Vaticano para su beatificación para convertirlo en un santo igual que el Hermano Pedro.

En este pequeño recorrido histórico, emerge la figura del doctor Carlos Martínez Durán, rector magnífico a quien se le debe este y único calificativo. Médico y Cirujano con estudios en la Habana y Roma, en el área de la patología. Nos legó varios libros, pero destaco el de Las Ciencias Médicas en Guatemala, origen y evolución. Libro que deberían estudiar los que ostentan el título de médico. Recojo unas palabras de este egregio hombre; “Ser Universidad es ser parte de la paz y la justicia del mundo. La Universidad es a la vez crisol y espejo de libertad que le son inseparables”.

Habrá que tomar en cuenta, que el desarrollo de las ciencias médicas en Guatemala, siempre han sido destacadas académicamente, porque sus maestros y estudiantes, saben que su misión es velar por la vida humana y no hay misión más sagrada, que lograr que los sufrimientos de las dolencias de las personas sean curadas de los males que los afligen. Porque en el corazón de su formación profesional, está la vida. Está la búsqueda incesante de las causas que afectan las enfermedades de la sociedad. De ahí, que la sensibilidad humana, sea el requisito número uno del quehacer de estos profesionales de la salud.

Sobre la base de esta consideración y al margen de este hecho realmente trascendental de la acreditación académica de la Facultad de Ciencias Médicas, ésta por su naturaleza, siempre cultivó la excelencia y su proyección social, así como su participación política en la vida nacional, haciendo eco de las palabras del rector Martínez Durán que “los universitarios creemos en la libertad como antítesis del miedo. Y el miedo engendra dictaduras”.

Hoy la Facultad de Medicina, formaliza lo que hace quince años dijimos cuando estos procesos se iniciaron en la Universidad de San Carlos, que el título que obtienen los estudiantes cuando se gradúan, es ya una garantía académica, pero ser egresado de una unidad que está acreditada internacionalmente, les da a sus graduados, una segunda herramienta de calidad profesional. Y este es el caso de medicina.

Aprecio como universitario y ciudadano este logro de una colectividad de estudiantes, trabajadores, docentes, investigadores, extensionista. Y se que no se han quedado como Facultad de Ciencias Médicas, sólo con el título de Médico y Cirujano, sino que caminaron por la senda de las especializaciones, de las maestrías y los doctorados. Largo camino, pero alegres resultados académicos para la sociedad guatemalteca. Sólo quiero repetir lo que me dijo don Teodoro Olarte, mi profesor de Antropología Filosófica, cuando sentenció: “Es impensable una sociedad sin universidad” y yo diría, es impensable una universidad sin una Facultad de Medicina y ahora con reconocimiento internacional.

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