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200 Años de la Sinfonía de la Humanidad Victoriosa: La Novena de Beethoven

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Ludwig van Beethoven (1770-1827). Retrato del año 1819, obra de Ferdinand Schimon.

El 17 de diciembre del año 1770, en Bonn, ciudad del Sacro Imperio Romano Germánico, fue bautizado Ludwig van Beethoven. En esa ciudad el bautizo solía ser un día después del día de nacimiento. Es probable, entonces, que Beethoven haya nacido el 16 de diciembre. Murió en Viena, el 26 de marzo del año 1827.

Una de las más grandes obras que, como portentosas flores cósmicas, surgieron del genio de Beethoven, es la Sinfonía Número 9, Opus 125, en la tonalidad de Re menor. Su nombre original es Sinfonía con Coros Finales sobre la Oda a la Alegría de Schiller.  Beethoven introduce la oda con estas palabras, cuyo autor es él mismo: O Freunde, nicht diese Töne! Sondern laßt uns angenehmere anstimmen, und freudenvollere, que traduzco, no literalmente, así: ¡Oh amigos! Ya no más esta música. Os invito a escuchar cantos más gratos y más alegres.

La sinfonía fue dedicada originalmente al rey Federico Guillermo III; y después, a la Sociedad Filarmónica de Londres. Beethoven concibió la sinfonía en el año 1793, cuando tenía 23 años de edad, probablemente luego de conocer la Oda a la Alegría.

La obra está compuesta de cuatro grandes partes, o movimientos. Ellos son, primero, Allegro ma non troppo, un poco maestoso; segundo, Molto vivace, Presto, Molto vivace y Presto; tercero, Adagio molto e cantábile, Andante moderato y Adagio; y cuarto, Presto, Allegro assai, Presto (con el cual comienza la parte coral), Allegro assai, Alla marcia, Andante maestoso, Allegro energico, sempre ben marcato; Allegro ma no tanto y Prestissimo.

La sinfonía fue escuchada por primera vez, hace 200 años: el 7 de mayo del año 1824. Ese grandioso suceso ocurrió en el Teatro de la Corte Imperial y Real de Viena.  La partitura fue publicada por primera vez en el año 1826. La empresa editora, fundada por Bermhard Schott, le asignó el número 2,322.

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Johann Christoph Friedrich von Schiller (1759-1805).

Es una de las obras más grandes de la humanidad. Es una manifestación de la más profunda potencia creadora del espíritu humano. Ha sido objeto de múltiples interpretaciones, que pueden clasificarse en musicológicas, psicológicas, poéticas y filosóficas. No son interpretaciones incompatibles o recíprocamente excluyentes. Expondré algunas de ellas.

Interpretaciones musicológicas

Las interpretaciones musicológicas son aquellas que encuentran, en la sinfonía, solamente música. Su objeto es la sinfonía en cuanto es estrictamente una obra de arte musical.

George Grove afirma que Beethoven, en la época de la composición de la Novena Sinfonía, había adquirido ya una vasta experiencia en música sinfónica. Había incrementado las proporciones de la introducción, como en la Séptima Sinfonía. La coda, o el final, había adquirido proporciones extraordinarias, como en la Tercera Sinfonía. En general, en las ocho primeras sinfonías el artista había incrementado asombrosamente las posibilidades de la música instrumental.

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George Grove (1820-1900).

Héctor Berlioz plantea esta pregunta: «¿Qué podía hacer Beethoven para superarse o para progresar a partir de la etapa a la que había arribado con solo los recursos de la instrumentación? Podía añadir la voz humana a los instrumentos. Mas para que se cumpliera la ley del crescendo y destacar, en la misma obra, la nueva potencia que él quería agregar a la orquesta, ¿no sería necesario permitir que los instrumentos estuvieran ellos solos antes, en la obra que se proponía crear…?» Entonces, según Berlioz, consumada esa previa parte instrumental, el problema era la transición hacia la culminante parte coral. Esta transición consistió en el recitativo de los instrumentos de cuerda, en el inicio del cuarto movimiento.

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Héctor Berlioz (1803-1869).

Después de la primera ejecución de la obra, Beethoven dijo a algunos amigos que el final con coros había sido un error, y anunció su intención de sustituir la parte coral por una parte puramente instrumental. Esta parte era el último movimiento del cuarteto para cuerdas opus 132. Yo exhorto a escuchar el final de este cuarteto, e imaginar que es el movimiento final de la Novena Sinfonía.

Grove advierte: «Debemos decir que no debe buscarse ninguna conexión necesaria entre los tres primeros movimientos de la sinfonía, y la Oda a la Alegría, que inspiró su final. El título original de la obra, elegido por Beethoven mismo, es inequívoco al respecto. No es una sinfonía sobre la Oda a la Alegría.” Es, como lo anuncia el nombre original, una sinfonía con coros finales sobre esa oda.

Grove afirma que los tres primeros movimientos podrían haber tenido otro final; y dice: «No es necesario intentar reconciliar ninguno de los tres primeros movimientos, con la serie de pensamientos y sentimientos que sugiere la oda de la parte final de la obra.» Grove recuerda que Beethoven examinó cada uno de los tres primeros movimientos, con el fin de determinar cuál de ellos podía ser idóneo para el final; pero ninguno fue satisfactorio.

¿Constituyen realmente los cuatro movimientos de la sinfonía una unidad musical orgánica? ¿O cada movimiento puede ser concebido como una obra independiente? Si hay unidad, ¿en qué consiste, en términos puramente musicales?

Algunos musicólogos afirman que cada una de las obras de Beethoven que tienen varios movimientos, se origina en un solo motivo o tema. La Novena Sinfonía sería una prueba de ello, es decir, todos sus movimientos surgirían de una primitiva unidad temática. Algunos de esos musicólogos son Hans Mersmann, Walter Engelsmann, Friedrich Leopold Cassirer y Rudolph Reti.

Vincent d’Indy advirtió que «todos los temas típicos de la Novena Sinfonía presentan el arpeggio de los acordes de Re o de Si bemol, que son las dos bases tonales de la sinfonía. Uno puede considerar, por consiguiente, este arpeggio como el ciclo temático real de la Novena Sinfonía.” Este ciclo le confiere, pues, unidad a los cuatro movimiento de la obra, según d’Indy.

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Vincent d’Indy (1851-1931).

Grove comenta: «Es notable… que muchas de las melodías de la sinfonía consistan de notas consecutivas, y que en no menos de cuatro de las melodías, las notas puedan ascender en una parte de la escala, y descender nuevamente; lo cual manifiestamente sugiere que se trata de una intención de Beethoven en el curso de esta obra.» Sin embargo, dice Grove, la unidad de la obra no necesita depender de recursos mecánicos semejantes.

Max Steinitzer afirma que los tres primeros movimientos de la Novena Sinfonía tienen únicamente un valor musical. No hay enigmas. Según él, los sucesos artísticos de esta obra son muy simples. Sobre el último movimiento afirma: «No parece que sea posible buscar en este sencillo lenguaje de los sonidos, más de lo que realmente expresa ese lenguaje.»

El primer movimiento de la Novena Sinfonía ha sido declarado, musicológicamente, el más grande movimiento de la sinfonía misma, y el más grande de todas las sinfonías del mismo Beethoven, y hasta el más grande de todas las sinfonías. Es un portentoso edificio musical, cuyas inagotables posibilidades el mismo Beethoven quizá no pudo expresar con plenitud. Precisamente en el final del primer movimiento, uno puede tener la impresión de que la fantástica coda es un dique gigantesco, destinado a detener un torrente majestuoso que pugna por un inagotable desarrollo infinito.

Interpretaciones psicológicas

Las interpretaciones psicológicas son aquellas que encuentras, en la sinfonía, motivos, intenciones, emociones, experiencias o estados mentales de Beethoven.

Hay varias interpretaciones psicológicas. Algunas de las más importantes son la de J. W. N. Sullivan y la de Maynard Solomon.

Sullivan afirma que, “en su música más grandiosa, Beethoven estaba interesando principalmente en expresar su concepción personal de la vida.” Esa concepción fue, “por supuesto, producto de su carácter y de su experiencia. Beethoven el hombre y Beethoven el artista no son dos entidades independientes; y la historia del hombre puede arrojar luz sobre el carácter de su música.”

En el prefacio de su libro Beethoven. Su desarrollo espiritual, Sullivan anuncia que se ocupa de la música de Beethoven solamente como un “registro de su desarrollo espiritual.” En la sinfonía, entonces, Beethoven habría expresado su concepción personal de la vida, según su carácter y su experiencia, o según su desarrollo espiritual.

Solomon afirma que la mejor música de Beethoven es “utópica”: es portadora de imágenes de belleza, gozo y renovación, que son modelos de aquello que idealmente debe ser el mundo.

La Novena Sinfonía, sin embargo, según Solomon, es la única obra de Beethoven que contiene una confesión explícita de la utopía. En ella Beethoven predice, con palabras de la Oda a la Alegría, que «todos los hombres serán hermanos», y convivirán pacíficamente con el «padre amoroso», protegidos por «la alegría, hija del Elysium». Presuntamente Beethoven anhelaba esa alegría, que lo había eludido durante su vida.

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Maynard Solomon (1930-2020).

En su juventud, en Bonn. Beethoven conoció la filosofía de la Ilustración, algunos de cuyos más grandes representantes, en Alemania, fueron Gotthold Ephraim Lessing, Immanuel Kant, Friedrich Wilhelm Joseph von Schelling y el mismo Schiller.  Ideales de esa filosofía fueron la independencia intelectual, la libertad , el primado de la razón y la educación popular. Beethoven había adoptado esos ideales.

Esa filosofía, según Solomon, fracasó; pero sus ideales habrían persistido en Beethoven. La Novena Sinfonía habría sido expresión de la resistencia que oponía Beethoven a admitir la consumación de aquel fracaso, y del ansia de él, de recuperar aquellos ideales de su juventud.

Interpretaciones poéticas

Las interpretaciones poéticas son aquellas que encuentran, en la sinfonía, imágenes que poseen valores estéticos o que son emocionalmente significativas. No necesariamente la interpretación poética implica que esas imágenes son inherentes a la obra, como si cualquier persona tuviera que tener las mismas imágenes. Como afirma Steinitzer, «todo lo que pueda decirse acerca del significado extra musical de los tres primeros movimientos de la Novena Sinfonía, verdaderamente sobrehumanos por su riqueza, será siempre subjetivo. Será simplemente especulación de una fantasía libre, interesada en traducir de cualquier manera al lenguaje de las palabras, lo que, en verdad, las palabras no pueden expresar.»

Beethoven mismo podía haber invitado a la interpretación poética de la sinfonía, por haber escrito él mismo aquellas palabras con las cuales introduce la Oda a la Alegría: ¡Oh amigos! Ya no más esta música. Os invito a escuchar cantos más gratos y más alegres. ¿Por qué ya no más esa música? ¿Por qué entonar canciones más gratas y más alegres? ¿La música de los movimientos anteriores no era tan grata ni tan alegre? En los bocetos del recitativo del bajo, Beethoven había escrito: «No. Este caos nos recuerda nuestra desesperanza. Hoy es un día de celebración. Que sea celebrado con canción y danza.»

Donald Tovey, no obstante sus rigurosos análisis puramente musicológicos, expone una interpretación poética de la Novena Sinfonía. Para él, el primer movimiento es la tragedia. El segundo es el drama satírico. El tercero es la belleza de un orden demasiado sublime para un mundo de acción. Finalmente, el cuarto es la disipación de las dudas del ser humano, o la resolución de sus conflictos.

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Federico Nietzsche (1844-1900).

Federico Nietzsche (en El Nacimiento de la Tragedia) brinda esta interpretación: «Ahora los esclavos se transforman en hombres libres. Todos los muros rígidos y hostiles que la necesidad o el despotismo han erigido entre los hombres, se derrumban. Ahora que el evangelio de la armonía universal resuena, cada ser humano se reconcilia no solo con su prójimo, sino con él mismo.» Nietzsche tenía especialmente presente el momento en que el coro canta aquella parte de la Oda a la Alegría en la que los seres humanos se hincan ante el Supremo Creador.

Richard Wagner interpreta que el primer movimiento de la sinfonía “concentra, como en un ardiente foco, todas las sensaciones de una rica naturaleza humana, en el más incansable y el más dinámico impulso juvenil. La alegría y la pena, el placer y el dolor, la gracia y la melancolía, la meditación y el anhelo, el sufrimiento y la euforia, la intrepidez, la rebeldía y un incontenible sentimiento de la propia personalidad, se suceden y se entrelazan aquí de un modo tan denso y directo, que mientras experimentamos todas estas sensaciones, ninguna de ellas puede desprenderse perceptiblemente de la otra, sino que nuestra simpatía tiene que volverse necesariamente, en conjunto, hacia el ser que se revela ante nosotros con esta plétora de sensibilidad.»

En el segundo movimiento ocurre una catástrofe trágica, que surge de la fuerza abrumadora del primer movimiento. En el tercer movimiento, esa misma fuerza es detenida por el dolor profundo y despojada de su altivez. Este tercer movimiento expresa, según Wagner, una «sana y valerosa alegría.» El cuarto movimiento expresa la síntesis del hombre trágico del segundo movimiento, y el hombre alegre del tercero. Se expresa el hombre total, el hombre completo, “en el que el sufrimiento mismo se transforma en un impulso de noble actividad.”

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Richard Wagner (1813-1883).

Ese cuarto movimiento es la transfiguración del primer movimiento. En él se revelan las potencias que había en ese primer movimiento. Afirma Wagner: «Únicamente en el lenguaje tonal de este maestro podía manifestarse de este modo lo inexpresable, lo que la palabra solo tímidamente puede expresar.»

Interpretaciones filosóficas

Las interpretaciones filosóficas  son aquellas que encuentran, en la sinfonía, pensamientos sobre la vida, el destino del ser humano, el mundo y la divinidad.

Romain Rolland expresó, en los términos siguientes, una interpretación filosófica: «En la Novena Sinfonía se funden un ardiente misticismo, una apasionada creencia intuitiva en que Dios está en la Naturaleza y en la consciencia moral; una teosofía germano-mitológico, influido por Schiller y por Friedrich Schelling… y todo esto agitado por una voluntad de acción heroica y revolucionaria, inspirada por el espíritu de la época de su juventud…»

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Romain Rolland (1866)-1944).

El filósofo Otto Baensch sostiene que Beethoven fue influido por el filósofo alemán Schelling, quien, en el año 1815, pronunció, en la sede de la Academia de las Ciencias y las Artes, de Baviera, un discurso denominado Sobre las Divinidades de Samotracia. Eran cuatro deidades, que progresivamente representaban la evolución continua de la vida, desde la obscuridad hasta la luz. Esas divinidades eran Deméter, Perséfone, Dioniso y Cadmilo. Afirma Schelling: “Las cuatro divinidades samotracias… forman una sucesión ascendente, como de números. Cadmilo, que no está subordinado a las otras tres divinidades, se encuentra más bien sobre ellas.”

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Friedrich Schelling (1775-1854).

Baensch afirma que cada uno de los cuatro movimientos de la sinfonía es la representación de cada una de esas deidades. El primer movimiento representa a Deméter. Es la diosa de la noche; del hambre, de la sed y la carestía. El segundo movimiento representa a Proserpina, hija de Ceres, que teje el vestido de la mortalidad.  Es la ilusión de los sentidos. El tercer movimiento representa a Dioniso. Es el dios de la naturaleza. Es el dios que todo lo modera. El cuarto movimiento representa a Cadmilo. Es la divinidad reveladora de Dios, que anuncia el advenimiento de un reino divino.

Sobre la interpretación de Baensch, pregunta Romain Rolland: «¿Y quién no se percata, cuando reflexiona, de que tales son los símbolos eternos de la marcha del espíritu, que por tres etapas sucesivas: desesperanza, ilusión y esperanza, se eleva a la armonía del alma reconciliada con el destino y con sus leyes?” Y agrega: “No es, pues, sorprendente que un Beethoven haya podido, sin conocerlo, seguir el mismo camino que un Schelling.»

Mis propias impresiones personales me sugieren una interpretación filosófica de la Novena Sinfonía. Es una interpretación que no pretende tener más validez que otra, o solo pretende expresar, con palabras, lo que ellas jamás podrían expresar. He aquí esa interpretación.

El primer movimiento es el surgir del ser humano en el Universo. Luego de ese surgir deviene la lucha  por sobrevivir en un mundo hostil. Las primeras potencias humanas combaten con las fuerzas de la naturaleza. El ser humano las vence; pero todavía es casi vegetativo: el espíritu todavía no se manifiesta plenamente, sino solo se insinúa en actos primitivos de consciencia. Son los seres humanos antes de que Prometeo les insufle el fuego divino.

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Prometeo. Obra de Heinrich Friedrich Füger (1751-1818).

El segundo movimiento es el ser humano transformado por el divino fuego prometeico. Es espíritu. Empero, surge el combate, no ya con la misma naturaleza, cuyas fuerzas han sido vencidas, sino entre los mismos seres humanos. El destino final es incierto. No hay esperanza.

El tercer movimiento es el ser humano que se vuelve hacia las más profundas interioridades del espíritu. Emprende vastas meditaciones sobre el destino final. La resignación parece ser ese destino. La vida es tragedia.

El cuarto movimiento es el cese de la resignación y la tragedia: la alegría, chispa de los dioses, suscita la hermandad entre los seres humanos. Surge, entonces, una paradisíaca comunidad fraterna. Y se celebra la fiesta más grandiosa que haya habido en la historia. Es la fiesta de los alegres hombres fraternos, saludados por el Supremo Creador. Es la fiesta de la humanidad que, en el devenir de la historia, ha arribado al reino del bien. Es la fiesta de la humanidad victoriosa, cuyo júbilo grandioso es como una luz que ilumina el vasto Universo.

Post scriptum. Escuché la Novena Sinfonía, por primera vez, cuando todavía no comenzaba mi juventud. Fue un acontecimiento en mi vida, que pronto se convirtió  en parte esencial de mi ser. Seguiré escuchándola hasta que la muerte lo impida.

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