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La conquista de América y sus huellas imborrables

Desde La Ventana De Mi Alma

La conquista de América, iniciada en 1492 por Cristóbal Colón, fue un proceso que transformó radicalmente el continente. Los conquistadores europeos, principalmente españoles, impusieron su dominio a través de la violencia, la explotación y la propagación de enfermedades que diezmaron a las poblaciones indígenas. Civilizaciones avanzadas como los aztecas, incas y mayas fueron sometidas y sus riquezas saqueados.

La opresión sistemática transformó profundamente las sociedades indígenas, dejando un legado de injusticia y resistencia.

La opresión de los pueblos indígenas fue brutal. Fueron forzados a trabajar en minas y plantaciones bajo condiciones inhumanas, y muchos murieron a causa de la explotación extrema y las nuevas enfermedades traídas por los europeos, como la viruela. La introducción del sistema de encomiendas legalizó la esclavitud de los nativos, consolidando su miseria.

Las consecuencias de la conquista fueron devastadoras: la destrucción de culturas, lenguas y tradiciones milenarias. Sin embargo, también surgieron formas de resistencia y adaptación. Algunos pueblos indígenas lograron preservar parte de su identidad y cultura a pesar de la opresión.

Este periodo dejó una profunda huella en la historia de América, marcada por la injusticia y la resistencia. La herencia de la conquista sigue siendo un tema de reflexión y debate, recordándonos la importancia de reconocer y aprender de este trágico capítulo de la humanidad.

Poema:

La cicatriz del alma

En cada esquina de nuestra cotidianidad, en los susurros del viento y las sombras del crepúsculo, persiste una herida que, aunque velada por la apariencia de normalidad, late con fuerza en el fondo de nuestras almas. Es la cicatriz del alma, una marca profunda de tiempos de opresión, que en la sutileza del presente sigue mostrando su rostro.

Nos movemos entre los días, convencidos de haber dejado atrás los horrores de la historia, pero basta un instante de reflexión, una mirada más aguda, para sentir el peso de esas cicatrices.

Están allí, en los silencios incómodos de una conversación, en las miradas desviadas, en las barreras invisibles que aún dividen corazones y oportunidades. La opresión de antaño no ha desaparecido; se ha transformado en algo más sutil, más insidioso, difícil de señalar, pero imposible de ignorar.

En las instituciones que dictan el ritmo de nuestras vidas, en los recovecos de la educación, la economía y la política, las sombras del pasado aún proyectan su alargada silueta. Son los ecos de una injusticia que nunca fue completamente erradicada, sino que se adaptó y se incrustó en los cimientos de nuestra sociedad. La discriminación, la desigualdad, las barreras invisibles, todo es parte de un tejido antiguo que todavía nos envuelve.

Cada generación hereda no solo los logros de sus predecesores, sino también sus heridas. Así, caminamos con cicatrices que no son solo nuestras, sino de aquellos que sufrieron antes que nosotros. Y en el reconocimiento de estas marcas, encontramos tanto dolor como una extraña fuerza. Porque al aceptar la existencia de la herida, empezamos a entender el verdadero desafío: sanar lo que parece incurable, romper los ciclos de opresión que todavía nos envuelven.

Es un proceso lento, una batalla constante contra un enemigo que ha aprendido a disfrazarse. Pero en cada acto de reconocimiento, en cada esfuerzo por cambiar lo que está mal, hay una chispa de esperanza. En la lucha por un futuro más justo y equitativo, la cicatriz del alma puede convertirse en un símbolo de resistencia y de un anhelo compartido por un mundo donde las viejas heridas finalmente puedan sanar.

Así, vivimos con la cicatriz del alma, conscientes del dolor que arrastra, pero también de la fortaleza que nos da para seguir adelante. Porque en la aceptación de nuestro pasado, encontramos el impulso para forjar un presente más digno y un futuro que, ojalá, pueda liberarse de las sombras de la opresión.

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Le invitamos a leer más de la autora:

Angie Lu

Lcda. en Ciencias de la Educación. Universidad Estatal.Guayaquil. Lcda. en Filosofía y Letras. Universidad Central del Ecuador. Columnista Periódico "EL SOL" Cartagena- COLOMBIA. Columnista Diario. La TRIBUNA. México. Articulista: Revista TOP MAGAZINE. Orlando-Florida Articulista Diario EXTRA. San José. Costa Rica. Articulista periódico Canarias Opina. Telde, Islas Canarias. ESPAÑA. Escribo por vocación para comunicar y por necesidad vital, creo que la palabra escrita es inmortal y es el acto libertario mas poderoso que existe y más aún podemos crear sinergia colectiva a través de la lectura. Escribo para divulgar mis emociones recogiendo metáforas simples o complejas, que me permitan meditar para existir y coexistir buscando la armonía con mis congéneres, y para celebrar con la palabra la belleza de la vida y el universo.